Constantemente se escucha decir que Costa Rica se ha vuelto un país caro en comparación con otras naciones. Desde un enfoque económico, el problema se puede explicar desde la perspectiva de los bienes y servicios transables, que se comercializan internacionalmente (exportaciones e importaciones), y bienes y servicios no transables, que solo se venden internamente.
Se argumenta que a medida que una nación se enriquece, la tasa de incremento de la productividad tiende a ser más rápida en el sector de transables.
De ahí que un país es más caro que otro si el precio medio de sus productos no transables es más alto que en el extranjero.
Por otra parte, existe evidencia para afirmar que entre más alto es el ingreso relativo de un país, más alto es el nivel de precios relativos de ese país.
Este último argumento nos daría la respuesta a por qué Costa Rica es más cara que el resto de Centroamérica. Justamente, en el 2014 su ingreso per cápita fue de $14.700, muy superior a los que registraron El Salvador ($7.700), Guatemala ($6.800), Honduras ($4.086) y Nicaragua ($4.100). No obstante, con este argumento no encontraríamos explicación de por qué muchos de nuestros productos que se venden internamente son casi tan caros que los de países con ingresos muy superiores como Estados Unidos ($55.200).
Así por ejemplo, los precios de muchas propiedades en zonas residenciales de Costa Rica son similares a los encontrados en Florida o en Long Island, territorio vacacional de la gente más pudiente de Nueva York.
Igualmente, en no pocos casos, la educación privada cuesta igual o más que en Estados Unidos, lo mismo que una salida de familia de clase media a un restaurante o a la playa.
Por su parte, según el indicador que calcula The Economist como guía del nivel del tipo de cambio de un país, en julio del 2015 el precio promedio de una big mac en Costa Rica fue de $4,03, similar que en la zona del Euro ($4,05), que posee un ingreso per cápita muy por encima del nuestro ($40.028).
¿A qué se debe esto? Por lo general, los precios altos en un país caro se dan porque las remuneraciones al trabajo también son altas, lo que influye en los costos de producción y en los precios finales de los bienes y servicios (en Costa Rica las remuneraciones representan más del 50% del PIB).
La incidencia se hace más palpable cuando los mayores costos laborales no se compensan con aumentos en la productividad. En nuestro caso, la excesiva burocracia y tramitomanía, las deficiencias en la infraestructura y la apreciación del colón, son factores que inciden negativamente en la productividad y competitividad.
Lo que reflejan los datos. Costa Rica muestra en el 2015 el mayor monto de salarios mínimo en Centroamérica: $675. Le siguen Honduras ($337), Guatemala ($311), Nicaragua ($164) y El Salvador ($162).
Para hallar sustento empírico a las explicaciones económicas respecto de la productividad de los bienes y servicios transables y no transables, realizamos un ejercicio utilizando datos de cuentas nacionales y de encuestas de empleo. Para ello se clasificaron las industrias según actividad económica.
En general, las agropecuarias y las manufactureras son típicamente las más transables, en tanto que la construcción y los servicios, con excepciones, tienen menor transabilidad. En el período julio-setiembre 2010–abril-junio 2015, los resultados reflejan que el sector de productos transables fue, en promedio, 1,7 veces más productivo que el de no transables.
Es decir, los mayores costos laborales en el sector de transables fueron compensados por aumentos en la productividad laboral en mayor cuantía que en el sector de no transables, lo que hace más onerosos los productos que se comercian internamente y, relativamente, al país más caro.
Corolario: Es muy recomendable que el esfuerzo que hace el gobierno para generar más empleos se complemente con programas de mejoramiento de la productividad del factor laboral por la vía de una mayor eficiencia, cantidad y calidad en los procesos productivos y mejoras en la oportunidad con que se comercian los bienes y servicios.
La nueva consigna del Gobierno debiera ser “crear más empleos más productivos”.
El autor es economista.