A propósito del interés del periódico La Nación por la salud mental, creo pertinente agregar el tema de las adolescentes embarazadas que fueron víctimas de abuso sexual en la niñez, dado que suele ser un hecho relevante que se discute muy poco.
El embarazo en adolescentes víctimas de abuso es tan complejo que debe abordarse por medio de una estrategia multimodal. Por ejemplo, un tema que no ha sido suficientemente estudiado es el abuso sexual infantil y su repercusión en las adolescentes.
El abuso sexual infantil cercena sin piedad las condiciones apropiadas para crecer en armonía. Es limitante para desarrollo y aprendizaje sanos, propios de la niñez y la adolescencia, de ahí su impacto negativo para estas víctimas que lo sufren de por vida.
Agresión sexual. Precisamente, la violencia sexual obstaculiza el fortalecimiento de funciones básicas del ser humano como son la autonomía, el concepto de saber quién es, el autocontrol y su misma sexualidad. La joven víctima no llega a desarrollar estas habilidades, lo que hace que se acentúen, también, los problemas de ajuste a la adolescencia. Además, el sentimiento de soledad y ansiedad es mayor en relación con las que no sufrieron violencia sexual.
Muchas de esas secuelas derivadas de la victimización pueden, potencialmente, llevar a quien la sufre a realizar prácticas inadecuadas como el sexo inseguro, el uso de drogas y/o alcohol y a tomar muchos riesgos. La adolescente que pasa por esta situación puede adquirir una actitud desafiante y lejana con su familia, lo que provoca un deterioro en su capacidad de comunicación con las personas que la cuidan. Recordemos que las adolescentes maltratadas sexualmente tienen razones de sobre para estar a la defensiva y lo hacen con todos, sean buenos o malos.
Este vínculo entre abuso sexual infantil, otros traumas sexuales y el embarazo es un tema que se trata poco en los medios, se obvia en las investigaciones como factor de alto riesgo, y no se refleja en las políticas públicas y planes de prevención.
A muchas adolescentes que han sufrido abuso sexual y otras historias de violencia no les será tan fácil tomar decisiones sobre anticoncepción, dados los estragos sufridos que se reflejan en su falta de autonomía empoderamiento: su capacidad para decir “no” fue lesionada. Por otro lado, los problemas de relación social y sentimental se caracterizan por tener interacciones conflictivas o sexualizadas.
El trauma de haber sido víctima de violencia sexual es tan inclemente que termina manifestándose en la pérdida de la identidad propia y del sentimiento de seguridad, ambos elementos claves de la de la personalidad sana.
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Maternidad adolescente. Tratar con adolescentes embarazadas no es tarea fácil. El trabajo con jóvenes que han sido víctimas de abuso sexual requiere de conocimientos especiales; además, como la mayoría de estas jóvenes viven con sus familias, es necesario intervenir en su entorno e involucrar, también, al padre de la criatura. Como terapeutas, debemos desarrollar habilidades clínicas para comprender sus conflictos y, a la vez, ayudarlas a que se protejan, se empoderen y desarrollen redes internas y externas saludables de apoyo.
Hay que educar a la comunidad sobre el hecho de que estas jóvenes no son culpables del abuso sexual que vivieron en la infancia y que el embarazo puede ser el resultado de una larga trayectoria de indefensión, de verse señaladas como “las malas” y de sentirse estigmatizadas. Estas situaciones, precisamente, desatan en ellas comportamientos transgresores que, en el fondo, son formas distorsionadas de obtener control sobre algo en sus vidas.
Violencia permitida. Otro importante factor de riesgo es la incidencia de la violencia de género en la adolescencia y los estereotipos de lo que significa ser mujer o ser hombre en esta sociedad, pueden estar tan interiorizados en las víctimas adolescentes que ven como “normal” esta violencia hacia ellas. Un ejemplo muy común es el romanticismo, por el cual las jóvenes, por su misma inexperiencia, creen firmemente que tienen el deber de entregar su virginidad a su amor verdadero, sin importar la edad, o que es normal que sean coaccionadas para aceptar relaciones sexuales. Además, a esas edades se sienten invulnerables y esto les impide ver las señales de violencia y manipulación.
Actualmente, el tema de las adolescentes embarazadas parece posicionarse, poco a poco, y se reconocen las grandes deficiencias en su abordaje lo que, de alguna manera, es positivo. Sin embargo, es necesario cambiar nuestros enfoques en los programas de madres adolescentes, aceptar nuevos paradigmas, y tratar más abiertamente los problemas de género y victimización sexual. ¿Lograremos hacerlo en Costa Rica?
Gioconda Batres, directora del Programa Violencia de Género y Trauma, Ilanud.