“Cambia, todo cambia...”. Pero no cambian los estereotipos sobre las mujeres, mucho menos cuando están en ejercicios de decisión y poder, que tradicionalmente han sido ocupados por los hombres y cuyos espacios están rodeados de los símbolos masculinos del ejercicio del poder.
Estos estereotipos posibilitan que las características que se consideran propias de cada sexo se sostengan y refuercen en el tiempo, impidiendo otras miradas, otras lógicas y otros poderes, y terminan limitando la incorporación de las mujeres a los espacios de toma de decisión.
Me refiero a los comentarios que, en múltiples medios de comunicación, en el control político de la Asamblea Legislativa y en redes sociales, se han generado sobre el nombramiento de dos mujeres, una de ellas en el Viceministerio de Economía, Industria y Comercio y la otra en el puesto de Dirección del Ministerio de Educación Pública y en la Junta Directiva del Inamu, que vinculan su lugar al estereotipo de ser la extensión de algún hombre que tiene poder.
Este estereotipo tiene su fundamento en la división sexual del trabajo y en la percepción de que las mujeres son seres que encuentran su integridad o su estado de “completas” con un hombre; por eso se le llama al compañero “la media naranja”. Este compañero es el que tiene asignado el espacio público y explica por qué estas mujeres accesaron a los puestos de poder, obviando que ellas por sí mismas cuentan con atestados, historia y calidad en el ejercicio de sus funciones suficientes para garantizarles el espacio en puestos de decisión.
Participación. Esto nos debe llamar a la reflexión sobre lo que hemos avanzado en relación con la participación de mujeres en puestos de representación política. Tenemos las cuotas del 40% en esos puestos,, lo cual nos ha garantizado una representación femenina en el parlamento que alcanza el 33% de la totalidad de los representantes de la Asamblea Legislativa, paridad que incluso por ley reciente se ha extendido a espacios privados, como las juntas directivas de las asociaciones, fundaciones y sindicatos.
No obstante esos avances legales, deben tenerse claro los retos que en la percepción y cambio cultural nos faltan por superar para acercarnos a la regla y aspiración de la Cedaw (Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujeres), consistente en modificar los patrones socioculturales con miras a eliminar los prejuicios y las prácticas consuetudinarias y de cualquier otra índole que estén basados en la idea de la inferioridad o superioridad de cualquiera de los sexos, o en funciones estereotipadas de hombres y mujeres (artículo 5).
Esperaré entonces el titular de que los hombres que llegan a los puestos de decisión se justifican en los liderazgos políticos de sus compañeras, esposas actuales o pasadas, y la validación de los méritos que construyen las mujeres por sí mismas, en el complicado camino de la vida pública y de ocupar los espacios políticos.
Alejandra Mora Mora, ministra de la Condición de la Mujer y presidenta ejecutiva del Inamu.