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Eunice Odio en Granada

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Eunice no cabía en Costa Rica, ni en una caja, ni en una casa. Eunice solo cabe en un poema. Tuvo tres nacionalidades, como quien se cambia de blusa porque le queda demasiado estrecha. Eunice vivía permanentemente independizándose, soltando amarras en movimiento. Eunice era poesía migratoria. Sembraba árboles, pero no se quedaba para verlos crecer. Aprendió a cosechar, claro, pero no se quedó con las costumbres sedentarias; cambió su domicilio de Costa Rica a Guatemala, Argentina, Estados Unidos y México, como montada en una caravana. Lo mismo con los géneros: hay quienes dicen que su poesía es erótica y realista, otros que es vanguardista y algunos la clasifican como surrealista. Pero Eunice escapa de las clasificaciones como de las jaulas. Eunice hizo de su vida un campamento. Vivió aislamiento, indiferencia e incomprensión, como dice Humberto Díaz-Casanueva: “Ignorada, incomprendida (…). No tiene justificación una ignorancia que equivale a una arbitrariedad: a la proscripción del territorio de América de uno de sus valores más verticales, poderosos y heroicos”.








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