Para graduar a un profesional médico en una especialidad, es necesario contar en los hospitales con una serie de condiciones que permitan al aspirante adquirir habilidades en las prácticas que se realizan rutinariamente en un servicio de ese tipo. Esas condiciones son las siguientes:
a) Todas las prácticas y los procedimientos deben estar protocolizados, con lo cual se logra un aprendizaje estandarizado, acorde a criterios nacionales e internacionales, independiente de criterios subjetivos o arbitrarios.
b) Las tareas que deben realizar internos y residentes deben estar predeterminadas y bajo metas prefijadas, con lo cual se evita que a los médicos en etapa de entrenamiento se les asignen horarios, lugares y labores no relacionadas a las necesidades de su capacitación.
c) Las labores y obligaciones del médico residente deben estar en estrecha concordancia con la mecánica de funcionamiento del servicio en donde el aprendiz se especializa, bajo la directa supervisión de su jefatura.
d) Para efectos de un aprendizaje acorde con una medicina de calidad, debe disponerse, en forma expedita, de medios diagnósticos (equipos y personal capacitado), medios suficientes para la resolución de problemas (en especial, de opciones farmacológicas variadas y eficaces), de pronta resolución (disponibilidad de camas y quirófanos) y capacidad de seguimiento.
e) Se debe disponer de expedientes electrónicos y, por tanto, de bases de datos que permitan focalizar la práctica especializada, evaluar sus resultados y, desde luego, realizar investigación clínica y publicaciones científicas.
f) El contenido de los programas académicos, los procesos de selección de postulantes, el nombramiento de docentes, así como sus mecanismos de actualización, deben estar directamente a cargo de la Universidad de Costa Rica, como entidad académica independiente, con capacidad de fiscalización neutral del proceso.
Condiciones escasas. Todas esas son las condiciones que definen a un hospital universitario. Ciertamente, son, por decir lo menos, escasas en los hospitales de la CCSS.
Considerando que nuestro sistema de salud es uno de los pocos en el mundo –quizás el único– que fomenta la policonsulta y la polimedicación, la CCSS no ha establecido criterios para delimitar qué tipo de pacientes y qué tipo de enfermedades deben ser atendidos por un médico especialista; tampoco ha difundido estudios actuariales con proyecciones del número y tipo de médicos especialistas que se requerirá en los próximos 10 años.
Lo que sí ha sucedido, cíclicamente, son las “crisis” de patólogos, de angiografistas, de anestesiólogos, entre otras; y cíclicamente, también, se ha recurrido a soluciones improvisadas. Por tanto, no hay datos para afirmar si existe o existirá un déficit del recurso humano en determinada especialidad, ni si el número de quirófanos, hospitales y docentes es o no suficiente en este momento; y, mucho menos, para asignar plazas de especialistas en hospitales regionales –comenzando por saber si realmente son necesarios allí–, tal como está sucediendo actualmente en forma improvisada.
Se ha llegado a sugerir, con ligereza, que los hospitales privados deberían también formar médicos especialistas. Los hospitales privados cuentan con excelentes médicos especialistas, pero tampoco realizan prácticas protocolizadas; cuentan también con adecuadas instalaciones y múltiples opciones farmacológicas y terapéuticas de alta complejidad y calidad, y en algunos, existen expedientes electrónicos e investigación clínica, aunque no docencia universitaria, con profesores nombrados para tal efecto. En conjunto, poseen una gran capacidad instalada ociosa, la cual, sin embargo, no se refleja en un número suficiente de procedimientos de rutina que permitan la formación de médicos en proceso de especialización.
No sobra decir que esta capacidad instalada es un gran desperdicio, considerando que miles de personas necesitan todo tipo de intervenciones y tratamientos que la CCSS no está en capacidad de resolver.
El autor es médico.