Este año cumpliría 20 años de trabajar como periodista de investigación en el diario La Nación .
Durante la mayor parte de estas dos décadas, crecí como profesional en una empresa que me permitió ejercer un periodismo independiente, riguroso y totalmente desvinculado de intereses que no fuesen los de la profesión.
Desde mi incorporación a La Nación , en 1994, y, al inicio, como única integrante de la Unidad de Investigación, cubrí eventos que marcaron la historia costarricense, como la debacle financiera del banco público más antiguo del Costa Rica, las causas y los efectos del desplazamiento de nicaragüenses hacia nuestro país, los falsos indigentes que recibían pensiones de pobreza, y la situación financiera del ICE, al que los políticos pretendieron presentar como deficitario.
Crecí de la mano de grandes mentores y de periodistas íntegros y valientes con los que compartí un viaje que nos llevó hasta las profundidades de complejas redes de corrupción, secretamente hilvanadas por políticos, funcionarios públicos y gigantes transnacionales; a las ocultas operaciones financieras eclesiásticas; a las cuentas bancarias de una estructura ilegal que financió la campaña de un presidente; a las dádivas recibidas por funcionarios municipales y a los pagos de compañías de reaseguros extranjeras que obtuvieron contratos de millonarias pólizas en el INS.
Fue un intenso y apasionado viaje que un día nos llevaba hasta un barrio josefino, para encontrar las pastillas defectuosas de la CCSS que provocaron la muerte de ocho personas, y que súbitamente nos transportaba hasta Panamá, para investigar los sobornos pagados por las empresas Corporación Fischel y Alcatel a políticos y funcionarios costarricenses.
Volcamos nuestra atención hacia Asia, para descubrir las generosas transferencias que enviaban los taiwaneses a nuestros políticos, luego hacia Canadá, para investigar las planillas internas de una empresa procesadora de basura que reportaban giros a funcionarios municipales, y caíamos de nuevo en el oriente, para descubrir los acuerdos secretos entre nuestros gobernantes y el Gobierno chino.
En múltiples ocasiones, y con el apoyo de La Nación , acudí a la Sala Constitucional para demandar que se nos entregara información pública que las instituciones nos habían negado. Todas las resoluciones favorecieron el libre e irrestricto acceso a la información pública y fortalecieron la jurisprudencia que ampara ese derecho que tenemos todos los costarricenses.
Nuestras publicaciones originaron más de 50 causas judiciales en Costa Rica, Inglaterra, Francia, Finlandia y Estados Unidos y figuran en las primeras páginas de los expedientes judiciales de las causas CCSS-Fischel e ICE-Alcatel.
Como editora de la Unidad de Investigación, y durante un período de tres años como jefe de redacción de La Nación , siempre encontré espacios abiertos para el diálogo y la argumentación, para destinar el tiempo y los recursos que cada investigación requería y, sobre todo, para publicar íntegras todas las historias, afectaran a quien afectaran.
En varias ocasiones, nuestras investigaciones involucraron a familiares o amigos de las más altas jerarquías en el diario y en todos los casos se nos permitió publicar con total independencia.
“Vivimos en el Shangri-La del periodismo”, concluíamos cada vez que repasábamos, con mis colegas, las muchas anécdotas vividas y la grandeza de un diario, que desde un país pequeño, ha ostentado estándares periodísticos de primer mundo.
Hace cuatro años, la presidencia de la empresa me apoyó en la creación de un equipo multidisciplinario, al que se unieron dos ingenieros en computación, para potenciar la investigación periodística con los recursos tecnológicos más avanzados.
Durante estos últimos años, procesamos y entrevistamos grandes volúmenes de datos y revelamos historias de impacto social como la de los padres que abandonaron a los jóvenes que reciben la beca Avancemos; la geografía del crimen en el país; las deficientes prácticas municipales para el reciclaje de desechos sólidos; los nombramientos políticos en la Cancillería, los estudiantes fantasma reportados por directores de colegios públicos; las propiedades sin declarar de la mitad de los ministros del actual gobierno y la disparidad en las probabilidades de acceso a la Universidad de Costa Rica entre estudiantes de colegios públicos y privados.
El nuevo modelo resultó innovador fuera de nuestras fronteras y continúa inspirando la formación de equipos similares en otras partes del mundo, especialmente luego de que nuestra unidad desarrolló, para el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por sus siglas en inglés), la aplicación interactiva de una de las investigaciones transnacionales más ambiciosas de la historia: Offshore Leaks, que reveló los nombres de más de 100.000 compañías offshore domiciliadas en 10 paraísos fiscales.
Pero esos espacios para hacer periodismo independiente que durante 20 años he agradecido y aprovechado en La Nación se han venido reduciendo y limitando durante los últimos dos años, y en especial hace tres semanas.
Una serie de decisiones editoriales de este diario, fundamentadas en razones que considero ajenas al periodismo, me impiden continuar trabajando para esta empresa.
Por el respeto que le tengo a mis compañeros de la Unidad de Investigación, a mis colegas periodistas y mis años laborados en La Nación , no haré más comentarios sobre las circunstancias de mi salida.
“Nadie me quita lo bailado”, dice una de mis frases preferidas, y por eso agradezco profundamente al periódico La Nación por el mundo de oportunidades que me abrió para desarrollarme como profesional y sobre todo a ustedes, lectores agudos, críticos y sedientos de conocer la verdad, quienes siempre fueron y seguirán siendo el motor de mi voluntad y de cada uno de mis esfuerzos.
Me voy con la certeza de que siempre habrá espacios abiertos para continuar haciendo periodismo independiente de la mano de la tecnología y para seguir inspirando a las nuevas generaciones de periodistas que creen en el aporte de nuestra profesión a la democracia.
Me voy, sobre todo, con la satisfacción de haber mantenido siempre intactos mis principios profesionales y personales.
Muchas gracias a todos por lo bailado.