El gobierno de don Luis Guillermo Solís piensa que el modelo de apertura comercial que ha imperado en los últimos 25 años no ha sido exitoso. Por ello, cree más en el mercado interno, en subsidiar a los productores nacionales y en cerrar las fronteras mediante aranceles, sobretasas arancelarias y medidas fitosanitarias, como ha ocurrido con el arroz. Además, desde las instituciones estatales existe presión para beneficiar al sector porcicultor.
Parece que lo ideológico predomina sobre lo técnico en las decisiones del Gobierno. Esto se ve en la sobretasa arancelaria del arroz, que irrespeta acuerdos comerciales firmados con otros países, y lo más grave es que tales decisiones nos ponen en riesgo de represalias comerciales que perjudicarán a los productores nacionales que sí son eficientes y exportan a diversos países, como los piñeros, los cafetaleros y los bananeros.
En materia de comercio internacional, nuestro país está obligado a respetar los tratados comerciales; no se vale cambiar las reglas del juego por una cuestión meramente ideológica. Es como pensar que el Gobierno de Estados Unidos imponga sobretasas arancelarias a los piñeros para beneficiar a su sector agrícola.
Si esto pasara, la fruta costarricense no se consumiría en el pequeño mercado interno, lo que causaría la quiebra de muchas empresas exportadoras y, como segunda consecuencia, el despido de empleados.
El gobierno sabe que el modelo de apertura comercial ha permitido la exportación de diferentes productos, lo que ha generado entrada de divisas y la creación de empleo en el país.
Está demostrado que el comercio internacional ha ayudado a países comunistas como China y Vietnam a crecer por encima del 10% anual y bajar la pobreza a menos de un digito.
Capacitación. En lugar de renegar del modelo, lo que debe hacerse es capacitar a los productores de arroz, leche y cerdo para que sean más eficientes, y después pensar en exportar, no sin antes darle un valor agregado para diferenciar nuestra producción de la competencia externa.
Es inconveniente seguir pidiéndole al Gobierno políticas comerciales mercantilistas que no permiten el desarrollo por competitividad, sino por un arancel que no contribuye a que la competencia externa entre a sus mercados.
Los productores deben entender que la globalización los obliga a ser eficientes y competitivos, como lo han hecho en los sectores antes mencionados. Solamente se requiere pensar en grande y asesorarse bien.
He ahí el reto de la academia y del Ministerio de Agricultura: capacitar a los productores para crear alianzas estratégicas y encadenamientos productivos, pero no dirigidos al mercado interno, como lo hizo el modelo de sustitución de importaciones, sino pensando en el modelo de apertura comercial que ha demostrado ser más exitoso.
Alfredo Elías Alfaro Ramos es profesor de economía