Los padres pueden enseñar a los hijos en casa a no tirar basura en las calles y los maestros pueden reforzar la lección en las escuelas. En ambos casos se necesita al menos un basurero. Invirtamos.
Se sabe que esta enseñanza requiere control constante y corrección de los menores. Nada garantiza su cumplimiento cuando no hay supervisión adecuada. No toleremos.
Como ciudadano y contribuyente, considero que tengo el derecho de llamar la atención a toda persona que vea tirando basura al suelo descaradamente. En más de una ocasión lo he hecho, señalando al piso y diciendo “hey, se le cayó eso”. Protestemos.
La reacción que esto produce demuestra casi siempre que la “gracia” no es bien recibida y el interpelado ignora la acusación o a veces responde con rebeldía o osadía. En ocasiones hasta con insultos.
Me ha tocado vivirlo con niños, adultos, empleados públicos (uniformados), y profesionales del sector privado, sin distingo de condición social. ¿Y todo lo que hemos invertido en educación o gastado en mantenimiento de alcantarillas?
La experiencia ha sido divertida y temeraria a la vez, pero no sé qué tan educativa y productiva; aun así, ofrezco libremente mi “sano” juicio y buena voluntad por el bienestar de mis conciudadanos. Arriesguemos.
Vemos y criticamos a quienes ofrecen y no cumplen, pero seamos de los que brillamos porque sí cumplimos. Mejoremos.
Proactividad. Son indispensables la responsabilidad, la comunicación y el respeto mutuo entre los gobiernos y los contribuyentes o ciudadanos. Hagamos campañas informativas-participativas novedosas, programas de voluntariado y, por supuesto, lo elemental: coloquemos rótulos, basureros y colectores de clasificación para reciclaje en sitios públicos.
Pero ciudadanos, vayan a buscar en sus comunidades, ¿cuántos basureros hay en cada parada de buses? ¿Cuántos en cada parque?, ¿Cuántos colectores para reciclaje están funcionando en escuelas o en vías de alto tránsito peatonal, como la avenida central, la avenida cuarta y el paseo de los Estudiantes en San José? Y si los encuentran, ¿Cuántas personas hacen buen uso de ellos? Reclamemos.
¿Recuerdan un programa de televisión alemán llamado Telematch en la década de los 70, donde ciudadanos de dos comunidades diferentes competían en juegos divertidos y amistosos? ¿Por qué no idear algo mejor para despertar la conciencia cívica de nuestra gente?