Para nadie es un secreto que las necesidades sociales han evolucionado y exigen la adopción de ciertos cambios en el comportamiento humano. Son cada vez más las personas que posponen el unir sus vidas con otras bajo la figura del matrimonio o la unión libre pues deciden enfocar sus prioridades en otros campos de su esfera personal. Me refiero a las personas conocidas como neosolteras.
Los datos sobre este complejo fenómeno son taxativos y no permiten lugar a dudas. Desde hace tres décadas, crece sin cesar el número de personas que optan por no vivir en pareja, a la fuerza o por gusto, sobre todo en los países del norte, y en particular en los centros selectos de las ciudades más sofisticadas.
Las estadísticas europeas más conocidas y globales, las del anuario Eurostat 2007 , presentan una primera idea aproximada del asunto. En promedio y salvo escasos países de excepción, los europeos se casan cada vez menos y más tarde. La tasa de casamientos en la zona UE-15 había bajado de 5,2 matrimonios por mil habitantes, en 1994; a 4,7, en el 2004. Al mismo tiempo, los europeos se divorcian cada vez más frecuentemente (0,5 divorcios por cada mil habitantes en la UE-15, en 1960; frente a 2,1, en el 2004).
El término neosoltero no es tan reciente. La primera en usarlo fuela escritora española Carmen Alborch, quien en su libro Solas: gozos y sombras de una manera de vivir (1999), distinguió a esas personas de los quesimplementecargan con la etiqueta de “no casados”.
Rasgos. A modo descriptivo-subjetivo, se puede indicar que las personas neosolteras, generalmente, presentan rasgos muy coincidentes y diferenciadores del común de la gente: tienen entre 30 y 45 años de edad, no tienen pareja sentimental, no tienen hijos, son profesionales con trabajos estables, viven en forma independiente, les gusta disfrutar de su salud y belleza y, por último, son adictas a la tecnología.
Esas personas no tienen, generalmente, una relación sentimental como prioridad. Prefieren invertir todo su tiempo en ellas, en sus amistades y en las actividades que más les gustan. Se puede decir, en tesis de principio, que son seres humanos con un alto sentido de autosuficiencia que les permite, al menos, no depender de otra persona para la realización de sus vidas.
Para los neosolteros, los hijos tampoco son una prioridad. Normalmente, los ven como una obligación, como un obstáculo que impide la prosecución de sus objetivos personales, de tal forma que postergan la decisión a uno de los últimos lugares en su lista de prelaciones.
Para esas personas, el viajar, salir a cenar con amigos y usar compulsivamente la última tecnología es, por mucho, mejor que planificar una familia. Presentan un alto grado de individualismo y son sumamente exigentes con las cualidades que debe presentar una potencial pareja sentimental.
En el plano sexual, el neosoltero prefiere encuentros ocasionales que tener una pareja sexual definida. A la hora de la intimidad, se preocupa por cuidarse en extremo, con miras a prevenir el contagio de enfermedades de transmisión sexual y los propios embarazos no deseados.
Un grupo de opinión detractor arguye que las personas neosolteras carecen, en principio, de falta de compromiso y son profundamente egoístas. En lo propio estimo que es una cuestión de enfoque: traer hijos a este mundo en una relación endeble, o forzar una relación porque ya se concibieron no deja de ser un calvario para los niños por nacer.
Definir lo que una persona deba hacer en su vida es un tema espinoso, complicado, para el que no existe una fórmula exacta para todos, precisamente, porque cada quien tiene su propio concepto de un proyecto de vida, sus propias expectativas, sueños y metas.
Lo que sí me parece revelador es el hecho de que, muchos neosolteros se refugian en dicho modo de vida con tal de no verse vulnerados en una eventual relación sentimental. Podría decirse que lo utilizan como un real mecanismo de defensa, como un escudo, para no evidenciar esos vacíos que tienen en su interior.
Soledad. Y es que si partimos de la premisa que los neosolteros son, en su mayoría, personas con un alto sentido de autosuficiencia, no sería extraño concluir que, ante las debilidades que enfrentan en no poder mantener una relación sentimental, refuercen en su subconsciente la idea de que la soltería es lo suyo y de que no hay nada mejor que eso.
No obstante, he de admitir que cada cabeza es un mundo y ello permite a toda persona escoger el rumbo que mejor le parezca para su vida. Por supuesto, cada decisión trae aparejada sus consecuencias, de manera que si alguien decide matricularse en la soltería de por vida, tendrá que ser conciente de que, al final de ese camino, muy probablemente la soledad será su fiel compañera.
Tengo el firme convencimiento de que el modelo social actual, a pesar de sus vaivenes, está hecho para que el ser humano planifique su destino con la participación de sus semejantes. Si bien la supervivencia humana no es necesariamente una cuestión de dos personas, lo cierto es que las metas y propósitos individuales adquieren un mayor sentido con la presencia de la pareja y los hijos.
El hecho de asumir una serie de objetivos personales para forjar un futuro, en beneficio de una familia, permite un mayor nivel de realización en el ser humano, no solo por lo logrado para sí, sino, con especial relevancia, para constituir lo alcanzado en el soporte esencial para esos hijos e hijas que van a ser parte integral de la sociedad del mañana.
¿Neosoltería por convicción o necesidad? Cada quien tiene su propia respuesta.