Para cualquiera que haya seguido atentamente la línea editorial de La Nación a lo largo de los últimos años, es evidente la coherencia y solidez de su posición en relación con el régimen cubano, con la que se puede o no estar de acuerdo y por mi parte no voy a manifestar mi punto de vista, aunque simplemente subrayaré el hecho de que tanto Costa Rica como España –y, si no me equivoco, prácticamente la totalidad de las naciones del mundo– mantienen relaciones diplomáticas plenas con Cuba, indicio evidente de la normalidad con que se desarrollan los contactos bilaterales de la entera comunidad internacional con dicho país. El grado de cordialidad o de afinidad no está, evidentemente, incluido en el paquete, sino, simplemente, la normalidad.
La Nación , en su editorial del domingo 25 de octubre: “España, la UE y Cuba” , analiza muy severamente el reciente viaje a Cuba del ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación de España, don Miguel Ángel Moratinos, y afirma que dicho viaje no ha servido para impulsar la democracia y los derechos humanos en dicho país, anticipando un resultado que nadie ha esperado jamás, ni espera en la actualidad, ver realizado a corto plazo.
Pero no solo considera irrelevante la visita, sino que, además, acusa directamente al Canciltler español de “apostar a objetivos mínimos, y más ligados a intereses que a ideales”.
También se condena el intento explícito por parte de España de intentar conseguir que la Unión Europea cambie la postura común adoptada sobre Cuba en 2004, afirmando que dicha postura ha obtenido, supuestamente, frutos favorables, habiendo “dado a los sectores no gubernamentales un mayor aire en medio del ahogo a que están sometidos”.
Estas afirmaciones son juicios de valor, difícilmente demostrables pues no se apoyan en dato alguno.
Son una opinión y nada más. Cabía esperar de La Nación un análisis más frío y objetivo en relación con dicho viaje.
Cambio de rumbo. Cuanto acabo de afirmar no es, por el contrario, un juicio de valor, sino el resultado de observar el nulo, repito nulo, resultado que ha tenido dicha posición común de la Unión Europea por lo que se refiere a ese intento, por todos deseado, de coadyuvar al inicio de un proceso de reforma institucional, política y económica que, por medio de una ordenada y pacífica transición, conduzca a la hermana República de Cuba a una completa normalización y reinserción en su espacio natural, geográfico, político, histórico y cultural. Y lo mismo puede decirse de la política de puño de hierro seguida por sucesivas administraciones estadounidenses, sin el más mínimo resultado, salvo que La Nación maneje una información al respecto, desconocida para todos los demás.
Por cuanto antecede y a la vista del callejón sin salida a que han conducido dichas políticas de la UE y de los EE. UU., había que preguntarse si valía la pena persistir en ellas y tanto la actual Administración estadounidense como España se han planteado si no había llegado el momento de establecer una auténtica interlocución con el régimen cubano para intentar que el ya mencionado proceso de reforma, pacífico, ordenado y negociado entre todos los cubanos, pueda iniciarse, contando con la ayuda y el apoyo de la comunidad internacional y, en particular, con los EE. UU., la OEA y la UE, y dentro de esta última, con el país que todos los europeos reconocen como el que tiene el mejor conocimiento de la situación en Cuba; es decir, España.
Juicio prematuro. Finalmente, La Nación parece ignorar o al menos no tomar en consideración, la importancia de los métodos diplomáticos cuando estos se ejercitan no en el escenario público, sino en un discreto segundo plano, buscando no los titulares ni los focos, sino los resultados y, en tal sentido, me permito recordar a La Nación, que el canciller Moratinos y el presidente Raúl Castro mantuvieron una entrevista de tres horas, ellos dos solos, a puerta cerrada, y los resultados que pueda haber tenido esa reunión solamente podremos conocerlos en el curso de las próximas semanas o meses, por lo que resulta un tanto prematuro considerar que para nada ha servido el viaje del Canciller español y mucho menos afirmar que ha tenido lugar para atender intereses en lugar de ideales.
El canciller Moratinos, después de haber sido durante siete años el enviado especial de la UE para el proceso de paz en Oriente Medio y durante más de cinco Ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación de España, tiene ya poco que demostrar en cuanto a su compromiso personal y político para intentar que nuestro mundo se encamine por sendas de cooperación solidaria y desarrollo sostenible, en un marco de relaciones internacionales firmemente apoyado en un multilateralismo eficaz.
Lamento, pero nada puedo hacer al respecto, que La Nación no comparta esta opinión de este su fiel y constante lector y buen amigo de muchos de quienes la hacen, intentando aportar cada día un granito de arena a la inmensa tarea de mejorar el mundo en que vivimos y la Costa Rica que tanto amamos.