Hace 2.400 años, nacía en la antigua Grecia uno de los filósofos más prominentes de la antigüedad, cuyas ideas aún resuenan e influyen en el pensamiento del mundo occidental: Aristóteles. Su obra se convertiría en una de las más grandes, pero no fue el primero en llegar, vivía bajo la sombra e influjo de sus predecesores, Sócrates y Platón, quienes eran los filósofos y pensadores más importantes y respetados de su época.
A Aristóteles solamente se le consideraba un pequeño discípulo. Pese a ello, le correspondería culminar los esfuerzos de sus maestros y ejercer la influencia más perdurable, no solo en el terreno de la filosofía y la teología, sino prácticamente en todas las disciplinas científicas y humanísticas.
Este cambio llegó cuando entendió algo que posteriormente esbozaría, y que hoy comparto con los estudiantes que realizan los exámenes de bachillerato, con la firme convicción de que, como para mí, se convierta en la senda que dirija sus pasos: “Somos lo que hacemos día a día, de modo de que la excelencia no es un acto, sino un hábito”.
Aristóteles intentaba enseñarnos que el éxito no depende de un gran esfuerzo, sino de pequeñas acciones que hacemos a diario, pequeños cambios que forjamos con mesura y amor.
No se requiere de la radicalización de nuestro estilo de vida, sino de un pequeño viraje de timón que redirija el camino de nuestra barca hacia un mejor puerto, un ajuste al engranaje, una pincelada diaria como lo haría Sandro Botticelli y Pietro Perugino cuando pintaron la Capilla Sixtina, o Leonardo da Vinci pintando a la Gioconda.
Cuestionarlo todo. Son estos pequeños cambios los que logran enormes diferencias, y son estos detalles los que encaminarán nuestro destino y futuro. Recuerden esto por favor: un examen no mide su capacidad, un examen no dice quiénes son, un examen jamás dirá lo lejos que pueden llegar. Sé que el esfuerzo realizado y los pequeños cambios que han realizado este año darán sus frutos.
No permitan que nadie les diga en qué o quién creer, cuestionen todo lo que les enseñan, analicen cada detalle, no dejen que sus futuros profesores les enseñen verdades absolutas. Por el contrario, pongan en tela de juicio y discusión cuando alguien afirme que solo existe una única verdad.
Las verdades absolutas solo existieron en las mentes de asesinos como Nerón, Hitler, Mao y Stalin. Por ello, deben liberar su mente, buscar por sus propios medios la verdad, las mentes más prominentes de la modernidad lo hicieron así: Marie Curie fue la primer persona en ganar dos premios nobel y la primera mujer en ocupar el puesto de profesora en la Universidad de París; Albert Einstein, pese al rechazo que vivió en Alemania por ser judío, buscó exilio en Estados Unidos y cambió al mundo con su formula E=mc2; Viktor Frankl salió del campo de exterminio de Auschwitz y reformó la teoría del psicoanálisis de Sigmund Freud; o como Simone de Beauvoir, que, pese a vivir en una de las épocas de mayor machismo y discriminación contra la mujer, fue una de las escritoras más influyentes de su época.
Esfuerzo personal. A partir de este momento, son los responsables de su crecimiento. Nadie más tiene el deber con ustedes. Dependiendo de su esfuerzo, empeño, dedicación e hidalguía, verán el resultado anhelado.
Los obstáculos que se nos presentan en el camino, como dijo santa Teresa de Calcuta, “tan solo son leves caricias de Dios”, su motivo es recordarnos de lo que somos capaces de realizar. Encomienden su camino a Él, para que en Él encuentren resguardo y sabiduría.
Y, por último, queridos estudiantes, recuerden siempre estas palabras de Mahatma Gandhi, que peleó hasta el final para unificar su país: “Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa”.
El autor es profesor.