República Dominicana acaba de ir a las urnas. El pasado 15 de mayo tuvieron lugar las elecciones más complejas y amplias desde 1994. En esta oportunidad se eligieron no solo presidente y vicepresidente, sino también la totalidad de los diputados y senadores y las autoridades municipales.
No hubo sorpresa. Danilo Medina, del oficialista Partido de la Liberación Dominicana (PLD), resultó reelecto por amplio margen y todo pareciera indicar que también logró conservar la mayoría en ambas Cámaras del Congreso. Sin embargo, los comicios estuvieron aquejados de graves irregularidades (documentadas por la OEA), que han gatillado una crisis poselectoral aún no resuelta por completo.
La reelección de Medina confirma la infalibilidad de la regla (en vigor en América Latina desde 1978): todo presidente que reforma la Constitución para mantenerse en el poder logra su objetivo. La única excepción fue Hipólito Mejía, expresidente de República Dominicana, quien la reformó en el 2002 para buscar un segundo periodo, pero fracasó.
Esta derrota abrió la puerta para el retorno de Leonel Fernández (también del PLD), que ya había gobernado entre 1996 y el 2000 y ganó la elección del 2004. Luego, beneficiándose de la reforma de Mejía, se reeligió en el 2008.
Fernández, desde la presidencia, reformó la Constitución en el 2010 (para pasar de la reelección consecutiva a la alterna sin límite); Constitución que el presidente Medina reformó nuevamente en el 2015 de manera expedita (en quince días) para reimplantar la reelección consecutiva y volver a presentarse en las elecciones del pasado 15 de mayo.
No hay país en América Latina que haya reformado mayor número de veces la Constitución en materia de reelección en un periodo tan corto: cuatro veces en 21 años. Cada uno de los últimos tres presidentes (desde el 2002 a la fecha) reformó la Constitución en beneficio propio.
PLD por cuarta vez. Con este triunfo contundente de Medina (obtuvo el 61% de los votos, sacándole más de 25 puntos de diferencia al principal candidato opositor, Luis Abinader, del recientemente formado Partido Revolucionario Moderno (PRM), un desprendimiento del PRD), el PLD acumula cuatro triunfos consecutivos, para un total (al final de este nuevo periodo) de 16 años ininterrumpidos en el poder. Nunca antes en democracia, en la República Dominicana, un mismo partido había logrado cuatro victorias seguidas.
Si excluimos los casos especiales del PRI en México (antes del 2000) y del Partido Colorado (en Paraguay), desde 1978 a la fecha solo cuatro partidos o coaliciones han logrado cuatro triunfos presidenciales seguidos en la región: el chavismo en Venezuela, que acumula17 años en el poder; el PT en Brasil, que lleva hasta ahora (veremos como concluye el juicio político actualmente en marcha en contra de Rousseff) 13 años en el poder; Arena en El Salvador (que gobernó ininterrumpidamente desde 1989 hasta el 2009 con los presidentes Cristiani, Sol, Flores y Saca); y la Concertación en Chile (desde 1990 hasta el 2010 con los presidentes Alwyn, Frey, Lagos y la primera presidencia de Bachelet).
Razones del triunfo. ¿Cuáles son las razones que explican un triunfo tan contundente de Medina después de tres gobiernos seguidos del PLD?
En mi opinión, existe una combinación de razones personales, políticas y económico-sociales que explican este resultado. Con respecto al factor personal cabe destacar la alta popularidad del presidente Medina, evaluado como el mandatario con los niveles más elevados de respaldo popular en la región, superior al 70%.
Desde lo político cabe apuntar: 1. La ventaja que tiene todo mandatario latinoamericano a la hora de buscar su reelección consecutiva. 2. La enorme concentración de poder del PLD en todos los ámbitos del Estado. 3. El acentuado clientelismo político. 4. Y sobre todo una oposición que no acierta en su estrategia para desplazar al PLD del poder. También hay que mencionar la marcada falta de equidad de la competencia electoral y el uso abusivo de los recursos del Estado (ventajismo) en favor del oficialismo.
El tercer factor importante que explica la cómoda reelección de Medina radica en la economía. Con una tasa de crecimiento del 7% y una inflación del 2,5%, la República Dominicana encabeza, junto con Panamá, los dos primeros lugares en la región. Esta tasa de crecimiento contrasta fuertemente con una América Latina que (según proyecciones del Banco Mundial) este año tendrá un crecimiento negativo del 0,6%.
Desafíos. Pero el nuevo mandato de Medina, pese al fuerte respaldo recibido en las urnas, no está exento de problemas. Por el contrario, viene acompañado de importantes desafíos, entre ellos lograr que los resultados de estas elecciones sean aceptados por la oposición de modo que su legitimidad de origen y, sobre todo, de la de su bancada parlamentaria y los alcaldes del PLD no se vea cuestionada.
Mejorar la calidad de la democracia es otro de los grandes retos. La República Dominica forma parte del grupo de países (según The Economist ), que cuentan con una democracia imperfecta ( flowed democracy ) y, según Freedom House, es un país parcialmente libre en materia de derechos civiles y políticos. Por otra parte, la inseguridad ciudadana y la corrupción (de acuerdo con el índice de transparencia internacional) son también muy elevadas.
En el terreno de la economía, y pese al actual panorama macroeconómico positivo, la situación dista de ser ideal: 40% de su población vive en la pobreza, consecuencia de la seria dificultad que tiene la economía (por su modelo de crecimiento) de generar empleo de calidad. A ello debemos sumar la necesidad de resolver la principal limitación que enfrenta la economía desde hace mucho tiempo: la escasez de energía y su elevado precio.
Mi opinión: Esta cuarta victoria consecutiva consolida al PLD como el partido predominante del sistema político dominicano (con el riesgo de convertirse en un partido hegemónico). El otrora poderoso PRD del fallecido Peña Gómez (debilitado por sus constantes conflictos internos y divisiones), que terminó aliándose al PLD en este proceso, obtuvo apenas un poco más del 5% de los votos.
El otro gran partido, el PRSC del también fallecido expresidente Joaquín Balaguer (aliado con el PRM en este proceso), obtuvo, asimismo, un bajo caudal de votos, similar al del PRD.
La gran interrogante es que sucederá en los próximos años con el recientemente constituido PRM y con el liderazgo de Abinader, en particular si ambos lograran consolidarse o no como la principal fuerza de oposición.
Habrá que ver, también, si Medina y el PLD tienen la capacidad de evitar el desgaste y la crisis que suele caracterizar a los “gobiernos largos” de un mismo partido o coalición, sobre todo, durante la maldición del “segundo mandato”.
De los cuatro casos arriba mencionados, dos “gobiernos largos”–el PT en Brasil y el chavismo en Venezuela– están atravesando actualmente una grave crisis que podría llevar a una finalización anticipada de los mandatos de los presidentes Rousseff y Maduro.
En resumen, Medina tiene por delante el desafío de implementar una ambiciosa agenda de reformas. En lo político, debe poner foco en la modernización de las instituciones democráticas, la adopción de una ley de partidos políticos (en deuda desde hace más de una década), el fortalecimiento del poder judicial, la transformación de la Policía y el combate frontal a la corrupción y la inseguridad.
En lo económico-social la prioridad pasa por mantener las altas tasas de crecimiento, pero corrigiendo las graves inequidades y distorsiones actuales, con el objetivo de crear empleos de calidad y lograr reducir los elevados niveles de pobreza.
El autor es director regional para América Latina y el Caribe de IDEA Internacional.