Las enfermedades cardiovasculares son las más frecuentes y las más letales en todos los países del mundo.
Reconocidas como un problema de salud pública, los Estados deberían asignarles una buena cuota de recursos humanos y logísticos para prevenirlas.
También deberían promover la prevención “secundaria”, la cual consiste en evitar que un enfermo del corazón tenga una recaída. Para ello, es vital el buen manejo de la diabetes y de la hipertensión arterial, así como el fomento de hábitos saludables en la población, como el ejercicio físico, una alimentación balanceada y dejar de fumar.
El infarto agudo del miocardio se presenta con dolor intenso y prolongado en el pecho, generado por una obstrucción coronaria súbita; es decir, la obstrucción de una tubería que nutre con sangre a una porción del corazón y que, de no restablecerse el flujo de sangre, esa porción de tejido muere en el curso de las siguientes seis horas.
Algunos pacientes fallecen y la mayoría sobrevive con el resto del músculo cardiaco no comprometido, pero tarde o temprano presentarán dilatación miocárdica e insuficiencia cardíaca, cuyos costos en incapacidades laborales, gastos hospitalarios y muertes prematuras son astronómicos.
La situación se revierte, idealmente, con una angioplastia coronaria percutánea, conocida como “cateterismo cardiaco”, mediante la cual se destapa la arteria obstruida siempre que se haga dentro de las seis primeras horas.
También existen fármacos, que sin llegar a tener la misma eficacia permiten “salvar” tejido, siempre que se utilicen en esa ventana de tiempo, hasta que el paciente tenga acceso a la angioplastia.
Desventaja geográfica. No existen datos confiables que muestren la mortalidad debida a infarto de miocardio según la región geográfica, pero no cuesta mucho imaginar que quienes residen en las zonas más alejadas, o mejor dicho, las menos conectadas, como por ejemplo Las Juntas de Abangares, Sixaola, Buenos Aires de Osa o incluso las no tan alejadas como Siquirres, San Roque de Grecia o Esparza, tienen mucho menor acceso a una angioplastia de emergencia.
Es de suponer, entonces, que en estas localidades suceden más muertes por infarto y más personas quedan con dilatación miocárdica, en vista de que dicho tratamiento solo se provee las 24 horas en algunos hospitales del área metropolitana.
El país necesita un sistema de atención del infarto, focalizado en esta condición letal, que comienza con una línea telefónica exclusiva, sistemas de transporte rápido y dedicado para tal fin, entrenamiento adecuado y específico del personal de salud en todos los niveles y una organización intrahospitalaria dedicada a su atención y resolución inmediata, sea con fármacos o con angioplastia.
Burocracia. Actualmente, el paciente es atendido por los servicios paramédicos y dentro de los hospitales como uno más, a la par de todas las personas que llaman al 911, de todas las que ameritan traslado desde zonas alejadas y de todas las que congestionan los servicios de urgencias.
Incluso a la par de todos los demás pacientes hospitalizados por las más diversas condiciones, tanto urgentes como electivas, debiendo, por lo tanto, superar también la burocracia intrahospitalaria.
Muchas, demasiadas personas, actualmente no logran estos tratamientos dentro del plazo recomendado y terminan seriamente discapacitadas.
Es importante aclarar que existen otras situaciones distintas del infarto que también se tratan con angioplastia coronaria; sin embargo, en estas, la realización del procedimiento es electiva; y en otras es discutible, en vista de la evidencia científica existente.
Todas las personas a las que se les hará un “cateterismo” son incluidas en una lista de espera. Cuando son internadas ingresan a otra lista de espera intrahospitalaria, que habitualmente se prolonga por varios días y hasta semanas.
Quienes ingresan al hospital con el diagnóstico de infarto agudo del miocardio entran en la misma lista, sin ninguna certidumbre con respecto al tiempo en que se hará el procedimiento.
Respuesta inadecuada. En vista de la presión pública, periodística y judicial, las autoridades de la Caja Costarricense de Seguro Social han asignado recursos para resolver las listas de espera de “cateterismos”, sin contemplar estos aspectos.
Difícilmente se resolverán esta y las demás listas en ausencia de suficientes recursos logísticos y humanos, de decisiones y procedimientos protocolizados, de herramientas digitales, análisis de las necesidades reales, de los resultados y estudios epidemiológico-financieros acerca del impacto de estas intervenciones sobre la salud de la población.
Un sistema nacional de tratamiento del infarto del miocardio no requiere ninguna inversión financiera, más allá de la necesaria para atenuar la sempiterna escasez de recursos hospitalarios; solo es preciso un reordenamiento de los recursos existentes para que se atienda a esta población de manera rápida y eficiente, en igualdad de oportunidades para todo habitante del país.
El impacto sobre la salud de los pacientes y la reducción de los costos subsecuentes sobre el sistema serían indiscutibles.
Oswaldo Gutiérrez Sotelo es profesor de Medicina.