Los seres humanos estamos cambiando la forma en que establecemos nuestras relaciones interpersonales. Con la ayuda de la tecnología, muchos preferimos sentarnos frente a una computadora o a la pantalla de una tableta o celular, para comunicarnos con nuestros semejantes. En nuestro país, a partir del año 2000, el uso de las redes sociales se ha convertido en un fenómeno en expansión, casi incontrolable, tanto en el seno de los hogares como en el propio ámbito laboral.
En el campo comercial, las redes sociales han servido de plataforma para impulsar los negocios de las personas, con resultados muy positivos, dada la inmediatez y la facilidad para transmitir datos e imágenes sobre los productos o servicios ofrecidos a los consumidores.
En el ámbito laboral, hay quienes sostienen que el uso de las redes sociales afecta la productividad de la empresa, pues los empleados dedican parte de su jornada laboral a la actualización de sus perfiles sociales y esto no beneficia el fin comercial perseguido por la compañía y que mientras las personas están distraídas en su navegación por la red, realmente no están trabajando, aunque estén, presencialmente, en su puesto laboral.
Según la firma Learnstuff.com, se dice que uno de cada diez trabajadores se concentra por más tiempo navegando en Internet que en las labores para las que fue contratado. Indica que los trabajadores interrumpen su actividad laboral cada 10,5 minutos para actualizar sus perfiles sociales, bien sea tuiteando, actualizando su estado en Facebook, o enviando mensajes a sus amigos y amigas.
Red productiva. A pesar de la estadística y la razonabilidad en las argumentaciones antes expuestas, soy del firme convencimiento de que las redes sociales se han convertido en una potente herramienta de comunicación que, al menos, no es factible echar de menos en el entorno laboral.
En efecto, bien canalizado el uso de dicho medio de comunicación por parte de las jefaturas o gerencias, se estimula a la fuerza laboral en la consecución de las metas empresariales propuestas. Los trabajadores y las trabajadores sometidos a altas cargas de estrés deben tener consigo momentos de liberación y de relajación, para mantener niveles óptimos de productividad.
Igualmente, en cuanto al tema del presunto abandono laboral virtual, si bien es cierto que la Sala Segunda de la Corte Suprema de Justicia ya ha definido que no se necesita estar ausente (presencialmente) para desatender las obligaciones laborales, lo cierto es que dicha premisa debe precisarse por cuanto para catalogar el abandono laboral debe establecerse, con certeza, una afectación tangible para la empresa, que normalmente se traduce en una disminución del rendimiento del empleado en su gestión.
Dicho de otro modo, si un trabajador está al día en sus labores o cumple con las cargas de trabajo asignadas, no hay forma de atribuirle abandono de trabajo virtual -por el simple hecho- de que navega en la red social durante las horas laborales.
Por otra parte, es de conocimiento general que muchas empresas han autorizado lapsos exclusivos para que sus empleados puedan acceder a las redes sociales. Son espacios cortos, pero definidos y supervisados en ambas jornadas de trabajo, de tal manera que no se limita por completo el uso de dichas plataformas de comunicación, pero sí se dosifica a lo largo de la jornada laboral.
Las redes sociales, también, son una valiosa herramienta de trabajo. Estudios realizados tanto en Europa como en América Latina han reflejado que cerca de la mitad de los empleados estiman que si se utilizaran las redes sociales en el trabajo sería más productivo, mientras que el 37% de los empleados afirma que realizaría mejor su trabajo si le permitieran utilizar dichas plataformas tecnológicas.
Punto de equilibrio. Para muchos, el problema del uso de las redes sociales en el trabajo se circunscribe, únicamente, al abandono virtual que hace el trabajador de sus labores. Sin embargo, el empleado mediocre y poco productivo, tiene por convicción propia trabajar lo menos posible con tal de ganarse su salario, sea a través del uso de las redes sociales o de cualquier otra excusa, de tal manera que ante la identificación de este perfil de colaboradores lo que procede, de inmediato, es su sustitución por otra persona más eficiente.
Los gerentes y jefes de las empresas no pueden obviar el hecho que un trabajador satisfecho, en su lugar de trabajo, puede convertirse en el mejor. Si este considera que la empresa se preocupa por su bienestar, y le permite ciertas licencias, se sentirá más identificado con la organización, con las metas perseguidas y procurará mantener dichos beneficios.
Con todo, las redes sociales no se constituyen en una amenaza para la productividad de la empresa, sino que deben implementarse como una herramienta que ayuda a flexibilizar y agilizar la comunicación, tanto a nivel interno, como para la masa de consumidores a quienes se dirige la oferta de sus servicios y productos.
Las redes sociales llegaron para quedarse por mucho tiempo, quizá, indefinidamente, de manera que deben tomarse las medidas necesarias para implementarlas en todos los sectores sociales, incluyendo el laboral.