Con respecto al artículo de opinión publicado por Alberto Yglesias Vicente en La Nación del 2 de junio, titulado “El aborto y los hombres”, me he sentido en la obligación de, respetuosamente, plantear un criterio totalmente contrario.
Para empezar, el autor asienta su defensa del aborto basándose en su conclusión de que “el Estado debe proporcionarles a sus ciudadanos la posibilidad legal de ejercer el aborto, simplemente porque la prohibición no va a detenerlo”.
En este sentido, si la manera de definir que un acto humano es legal o no radica en que su prohibición detenga la manifestación repetitiva de este, hemos de decir que como sociedad de derechos, fracasamos. Debimos, pues, nunca calificar de delito la pederastia, el terrorismo, el robo, el homicidio y todo delito que se pueda pensar.
Otro punto que considero digno de destacar es la conciencia del autor sobre la vida que yace en el vientre materno desde la concepción, aunque, contradictoriamente, termine recomendando algo paradójicamente contrario: al referirse a “la vida en gestación”, hace referencia a que aquella vida, que es por tanto de naturaleza humana e inminentemente sujeta de derechos, es mantenida o terminada por sus progenitores. Pregunto: ¿Con qué autoridad moral una persona puede quitarle a otra la vida? ¿No es eso homicidio?
Dictadura. Debo reafirmar que algunos sectores sociales están, como se dice en las grandes cátedras universitarias, en una dictadura del relativismo. Una dictadura en donde, como se reflejaba en el artículo de Yglesias, cuando solicita que las parejas puedan acudir a abortar “cuando lo deseen”, el ser humano ha buscado maneras desastrosas de evitar cargar con el peso de sus acciones, y termina condenando a inocentes por las culpas propias. Véase al aborto indiscriminado o a la Venezuela creada por Maduro como ejemplo de esto.
Ahora bien, el argumento del exterminio del mercado negro es de común utilización por parte de los prochoice; pero, la legitimación del aborto no “blanquea” el mercado negro ni funge como una solución.
De hecho, siempre va a existir quien acceda a mecanismos ilegales para abortar, como sucede con todo aquello que requiera un coste económico para adquirirlo, como sucede en el mundo con cirugías plásticas, trasplantes de órganos y hasta medicamentos o licor.
Contrastes. Para culminar, es plausible su defensa de la opinión del género masculino en este tipo de debates, y a la vez es triste su respaldo en “muchos políticos” que apoyan el aborto “en caso de violaciones o malformaciones que pongan en peligro la vida de la mujer”.
En primer lugar, el embrión –un ser humano en potencia que la ciencia no ha definido aún como no vivo y nunca lo hará– no tiene la culpa del delito, y desaparecerlo no cura psicológicamente a la víctima progenitora; o sea, es un acto en vano.
En segundo lugar, no me queda claro cómo un feto con “malformaciones” pone en peligro la vida de la madre.
No sé si el lector conoce a personas con habilidades especiales, pero este servidor conoce a muchas, todas ellas grandes seres humanos, profesionales unos; otros, tal vez inmóviles, pero son felices. Cada uno de ellos tiene una madre valiente que decidió tenerlo y respetó su vida.
El autor es estudiante universitario.