El desarrollo de la aviación civil en el mundo está estrechamente ligado a la capacidad de la infraestructura aeroportuaria, que debe dar cabida a la creciente demanda de aeronaves de gran envergadura que transportan mayor número de pasajeros y al aumento constante de las operaciones aéreas.
La Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), agencia especializada de las Naciones Unidas, según proyecciones del “Estado del transporte aéreo 2013”, ha confirmado que la industria del turismo y el transporte aéreo en el mundo continúa creciendo, aportando a la población mundial invaluables beneficios sociales y económicos. En el 2013 se movilizaron 3,1 billones de pasajeros, un crecimiento comparado con el año 2011 de 5%, lo que nos permite pronosticar que, con una tasa de crecimiento anual de 4,4%, para el año 2030 se estarían transportando 6,4 billones de pasajeros en el mundo, duplicándose así la cantidad de personas movilizadas vía aérea en solo 17 años.
Para el interés de nuestro país en la toma de decisiones, es importante subrayar también que en América Latina y el Caribe se está dando el 5% del tránsito aéreo mundial, con un crecimiento de 6,7%, convirtiéndose en la segunda región del mundo en crecimiento, solo detrás de Asia-Pacífico.
Esta información que nos suministra la OACI nos debe llevar como país a plantearnos con absoluta urgencia la construcción del nuevo aeropuerto metropolitano. Se debe aceptar, con cabeza fría y visión de futuro, lo que nos han reiterado los estudios sobre las posibilidades a corto plazo del aeropuerto Juan Santamaría, que fue diseñado y construido en los años 50 para aeronaves que ya no son, ni por tamaño ni rendimiento, las que actualmente surcan los cielos del mundo. Aunque es cierto que las ampliaciones y remodelaciones lo han modernizado y le han extendido su vida útil, igualmente es cierto que seguir apostándole podría costarnos muy caro en la relación de competitividad regional de nuestro país con los aeropuertos de Panamá (Omar Torrijos) y El Salvador (Comalapa).
Desde finales de la década del 70, en la elaboración del “Plan maestro de desarrollo del Juan Santamaría”, se recomendaba la construcción de un nuevo aeropuerto internacional. Posteriormente, en todas las actualizaciones que se han dado de este, realizadas en las últimas décadas por consultores de Japón, Canadá, Estados Unidos y, por último, España, se ha recomendando la construcción del nuevo aeropuerto metropolitano, en la zona que la geografía, las condiciones meteorológicas, vientos, terrenos y cercanía a la Gran Área Metropolitana (GAM) lo permitan, siendo el cantón alajuelense de Orotina el sitio ideal, según lo reitera el último estudio de la empresa española Ineco.
Aeródromo doméstico. Mucha gente se pregunta ahora que se habla de la construcción de un nuevo aeropuerto internacional, qué pasará con el Juan Santamaría. Al respecto, deseo aportar mi opinión con relación a lo que se venía planificando, por lo menos hasta que dejé mi posición como viceministro y presidente del Consejo Técnico de Aviación Civil. Inicio diciendo que el actual aeropuerto internacional seguirá operando como aeródromo doméstico e internacional, con el traslado de las operaciones del Tobías Bolaños –aeropuerto que debería clausurarse–, y se mantendrían además las operaciones de algunos vuelos charters, cargueros, aeronaves que vienen a mantenimiento al taller de Coopesa, lo mismo que la flota de aviones y helicópteros del Servicio de Vigilancia Aérea del Ministerio de Seguridad Publica.
Sobre la clausura del aeropuerto Tobías Bolaños, es importante advertir que este se construyó en la década del setenta, cuando en esa zona lo que existían eran plantaciones de café que no limitaban las operaciones y mucho menos se presentaban posibilidades de inseguridad para los ciudadanos, como ocurre hoy día, y que por esas cosas muy comunes en nuestro país no se tomaron las medidas necesarias para limitar la construcción de viviendas. Hoy el aeropuerto está rodeado de casas, escuelas, comercios, albergues, etc., que hacen más riesgosas las operaciones aéreas para las aeronaves, los pilotos y sus pasajeros y, por supuesto, para las miles de personas que habitan en las cercanías.
Sobre Coopesa, muy pronto esta empresa pionera en Latinoamérica y prestigiosa cooperativa, dedicada al mantenimiento y reparación de aeronaves, contará con nuevas y modernas instalaciones que le permitirán volver a convertirse en uno de los talleres más cotizados del continente, lo cual significará una mayor afluencia de aviones al aeropuerto Santamaría.
Como comentario final, dejo planteadas dos sugerencias adicionales y respetuosas para las autoridades gubernamentales, aeronáuticas y municipales. La primera es que en los terrenos que actualmente ocupa el aeropuerto Tobías Bolaños en Pavas, podrían, por su tamaño, convertirse en un área cívica, donde se construyan diversos ministerios y oficinas públicas que ayuden a descongestionar el corazón de San José, además de albergar en forma definitiva el Centro de Operaciones de la Comisión Nacional de Emergencias.
La segunda sugerencia es que, una vez construido el nuevo aeropuerto, se pase la Administración del Aeropuerto Internacional Juan Santamaría a la Municipalidad de Alajuela, convir-tiéndose en el primer aeropuerto municipal de Costa Rica, como ocurre con otros aeródromos internacionales del mundo, que son administrados eficientemente por ayuntamientos. Para ello será fundamental la supervisión de la autoridad aeronáutica y los organismos internacionales que regulan la aviación civil. Solo a manera de ejemplo, cito el Aeropuerto Internacional de Miami, el cual es administrado por el Condado de Dade de forma eficiente y con una excelente seguridad operacional.