No obstante el desgaste que significa gobernar en medio de una cris de gran envergadura, con una tasa de desempleo que no retrocede, un deuda pública que se dispara, una economía que no crece en los niveles indispensables y una larga lista de promesas sin cumplir, Barack Obama ganó las elecciones del seis de noviembre pasado, tanto en voto popular como en votos para el Colegio Electoral. ¿Por qué? Algunos méritos de su campaña pueden explicar parte del resultado.
En su mensaje, Obama siempre ubicó a las personas, sus intereses y preocupaciones específicas por encima de los grandes temas de la macroeconomía y la macropolítica. Cuando tuvo que referirse a éstos últimos, siempre lo hizo vinculándolos al mundo cotidiano de las personas. Sumado a ello, visualizó siempre a la Unión Americana como una sociedad solidaria donde los retos se asumen mejor si se asumen juntos. Esto le dio una dimensión humanista a su mensaje, a su campaña y a su pedido de reelección.
Hizo, además, un uso extraordinariamente eficiente de los medios electrónicos emergentes –proceso iniciado y nunca abandonado desde 2007–, segmentó al electorado y los mensajes, desarrolló un modelo de comunicación interactiva con los electores y, desde luego, con la salvedad del primer debate, desplegó su extraordinaria capacidad de comunicador.
Pero esas virtudes estratégicas de la campaña de Obama solo pueden explicar parte de los resultados de estas elecciones. La otra parte de la victoria de Obama la aportó, generosamente, el Partido Republicano con sus errores estratégicos. En palabras de Antonio Caño, periodista del diario El País de España, destacado en Washington: “Los republicanos han desatado el pánico de los latinos con un mensaje racista, han creado preocupación entre las mujeres con su posición tan radical sobre el aborto y los anticonceptivos, han alejado a los jóvenes con su indiferencia sobre asuntos medioambientales y de igualdad de sexos y han perdido también votos de clase media con su hostilidad a la red social pública y a los impuestos para los ricos”.
A esos errores, tan clara y sucintamente identificados por el periodista español, yo agregaría la intransigencia republicana en la Cámara de Representantes, en donde se han convertido en una mayoría saboteadora de cuanta iniciativa presenta el Ejecutivo, y el mensaje del candidato Romney de que los problemas de cada persona son asunto de cada uno y no de la sociedad. Esta es la otra mitad de las razones de la victoria de Obama.
A partir de ahora, los republicanos de la Unión Americana y sus homólogos en el resto del mundo tendrán que reconocer que una oferta de crecimiento económico que termine por “rebasar la copa”, para que las gotas excedentes caigan sobre el resto de los mortales y el individualista “sálvese quien pueda” no son suficientes para lograr la simpatía mayoritaria de los pueblos.
También cuenta la solidaridad, la inclusión, la cotidianeidad humana, los pequeños asuntos de cada ser humano. En un país como Costa Rica, en donde el crecimiento económico está dando lugar a un inaceptable proceso de agravamiento de la concentración del ingreso y de incremento de las diferencias entre ricos y pobres, esa reflexión y rectificación son urgentes.