Uno de los grabados más famosos de Francisco de Goya lleva la leyenda “El sueño de la razón produce monstruos”. Muestra a un hombre que se quedó dormido sobre su escritorio, acosado por un revuelo de lechuzas y murciélagos, al que un gato observa perplejo desde el suelo.
El mensaje del grabado es muy sencillo: cuando la razón se duerme se desatan los monstruos. Forma parte de la serie Caprichos, publicada en 1799, en un momento en que Goya y sus amigos, artistas e intelectuales, miraban con envidia a la Francia revolucionaria, portadora de los ideales de la Ilustración, desde una España sumida aún en su secular oscurantismo.
La discordia entre liberales y conservadores españoles produjo un clima de turbulencia y conflicto, que se zanjó al final con la invasión napoleónica y el posterior e infame despotismo de Fernando VII.
En los últimos meses, Costa Rica ha vivido también, a su manera, en un clima de turbulencia y conflicto. Han concurrido para ello factores muy diversos e inesperados. Un escándalo financiero sacudió, a los ojos del público, a una clase política ya de por sí debilitada.
Ello se dio al inicio de un proceso electoral y fortaleció la candidatura presidencial de un demagogo populista, de inclinaciones violentas. Paralelamente, en el ámbito cultural se ha venido gestando una discordia cada vez más fuerte entre liberales y conservadores.
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Estos últimos sienten amenazada su visión del mundo por el reconocimiento a los derechos de las minorías sexuales, fenómeno que está ocurriendo en todos los países avanzados de Occidente.
Educación sexual. En Costa Rica, el conflicto ha girado en torno a los programas de educación para la afectividad y la sexualidad del Ministerio de Educación Pública, que, entre muchas otras cosas, cultivan el respeto por la diversidad de género y los derechos correspondientes. Como en tiempos de Goya, la Iglesia católica no ha tardado en levantar la bandera conservadora.
Las redes sociales, el ágora de nuestro tiempo, hierven en encendidas discusiones. Se disparan las tesis más delirantes en uno y otro sentido. En ese ámbito llano, la razón encuentra poco oxígeno; prevalecen los prejuicios y las emociones.
Al sentirse atacadas, las personas tienden a atrincherarse, aún más, en sus posiciones. Ante la lamentable ausencia de líderes preclaros y creíbles, se imponen los razonamientos más simplistas, o incluso la ausencia total de razonamientos. La razón se está durmiendo.
Nada de esto va a cambiar porque, en efecto, refleja realidades muy profundas de nuestra sociedad, que se han gestado a lo largo de varias décadas: la creciente inequidad, el rezago educativo, la burocratización de los servicios públicos, la vulgarización de la prensa, la invasión de la gradería de sol a la política, todo ello ha contribuido a armar la Costa Rica que tenemos hoy, nos guste o no.
Si nos llegara a tocar nuestro propio Fernando VII, o incluso si no, como mínimo tendríamos que hacer un examen de conciencia, reconocer nuestro egoísmo, nuestra indiferencia, nuestros errores, y pedirle a Dios, o a la historia, la oportunidad de poder comenzar de nuevo.
El autor fue ministro de Cultura.