Cada semana se confirma el avance de las energías renovables. Desde medios internacionales que celebran la electricidad limpia de Costa Rica hasta anuncios de corporaciones, como Apple, que asumen compromisos para operar con electricidad 100% renovable y de empresarios costarricenses que ganan subastas de energía solar en México. En Chile y Uruguay, el 70% de las nueva inversión transfronteriza que llegó al país fue para renovables.
La innovación y las economías de escala reducen los costos, al punto que, por ejemplo, un panel solar cuesta en promedio un 80% menos desde el 2009. Un giro vital ha ocurrido en las dos economías más grandes, China y EE. UU. (generadoras del 40% de las emisiones de gases de invernadero) que hoy son los mayores productores de energía renovable. Tienen inversiones anuales de $103.000 millones y $44.000 millones, respectivamente, y un acuerdo de cooperación en la materia.
Las energías renovables (solar, eólica, hidroeléctrica, geotérmica o de biomasa) son una alternativa a las energías fósiles (el petróleo, carbón y gas natural) las cuales son producto de explotaciones destructivas, por más que se cumplan estándares ambientales de altura, y controversiales por los impactos en comunidades y ecosistemas.
Además, dos siglos de combustión de energía fósil ya pasan una factura climática: si se explotaran todos los combustibles fósiles disponibles no será posible limitar el calentamiento promedio global a más de 2 grados centígrados a finales de siglo con respecto a la temperatura preindustrial.
De ahí el escrutinio a nuevas explotaciones, como el controvertido proyecto petrolero de Shell en el Ártico, del cual desistió luego de 9 infructuosos años y $7.000 millones menos para los inversionistas.
El porqué del acuerdo. Fue difícil que casi 200 países se autoimpusieran metas de reducción de emisiones como parte del Acuerdo de París, pero se logró. ¿Por qué? En parte, por el avance de las renovables, la exitosa presión de los países vulnerables al cambio climático y nuevos liderazgos, por ejemplo en gobiernos locales.
La entrada en vigor del Acuerdo en noviembre del 2016 será una de las más rápidas de la historia del multilateralismo. Qué orgullo para el país que una costarricense, Christiana Figueres, mediara para que este acuerdo fuera viable.
Las metas climáticas nacionales ayudan, pero la suma de acciones aún es insuficiente para contener el calentamiento a 2 grados, y más aún 1,5 grados. Se necesitan inversiones mayores y más rápidas en tecnologías limpias que permitan a la economía crecer sin que aumenten las emisiones.
Hay avances: aunque el PIB global creció más de un 3% en el 2015 y el 2014, las emisiones se mantuvieron alrededor de 32.000 millones de toneladas de carbono. La Agencia Internacional de la Energía (IEA) dice que ayudó el que una mayoría de la generación nueva de electricidad sea renovable, un 90% en el 2015.
Las energías fósiles aún representan el 46% de los $1,8 trillones invertidos en el 2015 en el sector energético. Llevan 200 años de ventaja en infraestructura; es normal que predominen y resistan la competencia. Sin embargo, las inversiones en petróleo, carbón y gas natural cayeron un 25% en el 2015 y el informe de Inversión Energética Mundial de la IEA predice una caída del 24% este año e incluso el siguiente.
En contraste, las inversiones en renovables crecieron $313.000 millones en adición a $221.000 millones invertidos en eficiencia energética.
Avance. Es notable que las renovables anoten goles en un juego tan disparejo: en el 2014 se estimó que los gobiernos subsidiaban a los combustibles fósiles con $490.000 millones al año (versus $135.000 millones para renovables).
Es paradójico subsidiar industrias cuyas externalidades, como la contaminación, deban ser asumidas por la sociedad. Además, sus emisiones afectan a personas inocentes.
El análisis de la Agencia Internacional de Energía Renovable (Irena, por sus siglas en inglés), con sede en los Emiratos Árabes Unidos, estima que los costos externos generados por los combustibles fósiles, como aire contaminado y cambio climático, son entre $2,2 trillones y $5,9 trillones al año. Cumplir con París requiere eliminar estos irrazonables subsidios.
A pesar de competir con precios artificialmente bajos, las renovables avanzan más rápido de lo previsto. Una subasta de electricidad en Chile se hizo viral cuando alcanzó $0,0292 por kilovatio hora en agosto, el precio más bajo de todas fuentes, incluidas las fósiles.
Semanas después, Abu Dabi logró electricidad solar a un precio de $0,0224: el precio más bajo de la historia, con cualquier fuente. Batir un récord renovable en un país petrolero está cargado de simbolismo y debe sacudir el relato de la industria fósil que presenta la transición a renovables como cara y lejana para así insistir mantener el statu quo.
Costa Rica debe apostar por electricidad 100% renovable, fuentes diversificadas y precios competitivos. Nueva generación de electricidad con combustibles fósiles, sea cual fuere, sería un retroceso.
Desde el punto de vista energético, la meta de París (2015-2030) requiere invertir en la infraestructura necesaria para la electricidad renovable para electrificar el transporte y bajar la importación de petróleo. Nuevas cadenas de valor serán vitales para generar biomasa con residuos agrícolas para la industria.
Liderazgos colaborativos, públicos, empresariales, financieros, técnicos y científicos serán vitales para jugar el gran partido energético del siglo –fósiles versus renovables– y que Costa Rica sea del equipo ganador.
La autora es economista.