Tras un año de pandemia, es fundamental comprender cómo funciona la industria turística, porque las crisis son oportunidades para quienes no temen innovar y el escenario no es poscovid. El momento de actuar es ahora. Urge ejecutar tres fases de manera paralela para la recuperación de la industria.
1. Salvamento. Las empresas están descapitalizadas y sin ellas no hay oferta para los turistas ni empleo para los costarricenses ni reactivación económica.
2. Apertura. Medidas que encarezcan, confundan, desmotiven y generen complicaciones para viajar causarán que el destino sea menos atractivo.
3. Competitividad. La realidad es muy distinta y los clientes también. No se puede vender ni presentar al país de la misma manera. Los esquemas tradicionales de mercadeo y promoción quedaron atrás. Urgen nuevas leyes que favorezcan la inversión y la creación de producto turístico.
Retos impostergables. Durante décadas, el turismo generó frutos en abundancia. Millones de dólares en divisas, miles de empleos, nuevas empresas, encadenamientos y bienestar social.
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Aunque los cambios generacionales y las nuevas tendencias exhortaban a la reinvención, el aferro a las zonas de confort prevaleció.
La salida para sobrevivir se enfoca en asumir el reto de cambiar para innovar, efectuar los ajustes en los planes, las estrategias y la estructura gubernamental, en el producto que se comercializa y en la promoción nacional e internacional.
Es urgente comprender la transformación de las negociaciones con diversos actores, como aerolíneas, mayoristas y demás de la industria; adaptar los productos a las nuevas tecnologías, a los gustos y preferencias de los clientes, de las generaciones más jóvenes que ahora viajan más y relegan a los baby boomers, quienes por años fueron los viajeros frecuentes.
Los nuevos clientes tienen mayor conciencia social y priorizan la salud y el impacto positivo de sus viajes en las comunidades.
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Cambio de juego. Tras el desastre acaecido por la covid-19, quedó demostrado que la industria turística llega donde ninguna otra lo hace, dinamiza las economías locales, es una palanca para la inversión e impulsa incluso otras industrias. Por otra parte, genera empleo, principalmente en zonas deprimidas, y promueve el progreso social.
La covid-19 no cambió las reglas del juego: cambió el juego. Está dejando un cementerio de empresas que no logran sobrevivir y, por ello, la industria no debe darse el lujo de esperar. Es tiempo de pensar fuera de la caja para innovar, reinventarse y mover la aguja.
El autor es presidente de Sinergia y exministro de Turismo.