El orteguismo ha construido un mundo artificial y paralelo a los acontecimientos reales del país para desacreditar la lucha cívica del pueblo nicaragüense. Ese mundo artificial se llama “golpe blando”, que vamos a decodificar en este momento.
El golpe blando no fue algo que el orteguismo utilizó de inmediato, se vino construyendo y asimilando a medida que la protesta civil y pacífica aumentaba. Ese discurso fue asumido después que el orteguismo tomó un respiro para reforzar sus ideas. Tal proceso acaeció cuando las primeras protestas sobrepasaron la capacidad de contención de los antimotines.
Al principio, el golpe blando era tratado de manera parcializada por algunos “intelectuales orgánicos” del orteguismo. Recordemos que Rosario Murillo, refiriéndose a las personas que protestaban, sostuvo que eran grupos minúsculos.
Esa afirmación merece nuestra atención. En efecto, las protestas estudiantiles se iniciaron con pocas personas. Los orteguistas, en sus medios, señalaron a los estudiantes de no poseer liderazgo. De hecho, no tenían representantes reconocidos porque desde sus inicios las protestas han sido espontáneas. De ahí que los estudiantes pasaron por un acelerado proceso para conformar una directiva estudiantil que los representara en el diálogo nacional.
Para el filósofo Gene Sharp, el golpe blando requiere de muchos años de preparación y de una estrategia bien creada y dirigida. Eso supone un liderazgo consolidado en el tiempo. Sin embargo, el orteguismo descalificaba a los estudiantes por la falta de representatividad.
En ese sentido, la argumentación de golpe blando se basa en un razonamiento inconsistente y contradictorio. La mayoría de los ciudadanos nicaragüenses mostraron aceleradamente su rechazo en contra del orteguismo. Ese sentimiento socialmente compartido aumentó exponencialmente a causa de las masacres perpetradas por la Policía y los paramilitares en pocos días.
El régimen, viendo que una avalancha de acciones colectivas se le venía encima, pasó a consolidar por unanimidad en su discurso político que el Movimiento Renovador Sandinista (MRS) estaba siendo financiado para promover “un golpe blando” manipulando a las personas nicaragüenses. Así adoptaron la imagen de un único enemigo y reactivaron un conjunto de odios y prejuicios de vieja data en Nicaragua.
Poder concentrado. El orteguismo tiene concentrados todos los aparatos ideológicos del Estado para manipular la realidad e imponer un pensamiento único y ficticio de los hechos sociales del país. Por otro lado, no necesito profundizar en que el MRS ha sido un partido muy pequeño sin capacidad de generar grandes movilizaciones sociales.
En el punto más álgido de las protestas, los crímenes atroces, los encarcelamientos, los raptos, las torturas y las desapariciones de los estudiantes, generó el aborrecimiento nacional al gobierno. En ese punto, el orteguismo agrupó diversos actores sociales como adversarios en una sola categoría y estructuró un discurso más elaborado que consiste en descalificar las protestas pacíficas del pueblo nicaragüense acusándolas de ser una conspiración de la derecha golpista financiada internacionalmente para producir un golpe blando en Nicaragua.
El golpe blando es el mundo artificial que el gobierno refuerza, afina y alimenta cada día mediante una comunicación política goebbeliana que aplica como recetario en todos los medios. El gobierno opera con una política conspirativa en su máxima expresión. En esa lógica, inventa asaltos de buses, manda a saquear negocios, victimiza a la Policía, efectúa autoquemas y luego hace una transposición, es decir, culpa a las personas que están en contra del régimen. Todo ese mundo artificial es transmitido y reproducido en los medios de comunicación oficialista.
Mentiras en imágenes. El politólogo Geovanni Sartori arguye que “el telespectador es más un animal vidente y las imágenes cuentan y pesan más que las palabras”. La imagen es explícita y no requiere ningún tipo de esfuerzo reflexivo. Por lo tanto, quien dirige la comunicación política del gobierno apuesta a que sus mentiras veladas con la imagen sean aceptadas como verdades por los receptores. Así se refuerza el mundo artificial llamado golpe blando.
El mundo ficticio se construye hablando de paz en los medios de comunicación mientras se mantiene una operación fascista en el país. Los seguidores del orteguismo tienen la orden de reproducirlo cínicamente en todos los medios posibles para que sus adeptos de abajo lo validen y repitan. De tal manera que se trabaja con el principio de vulgarización en el sentido goebbeliano.
Las protestas en las calles no son causadas con la intención de un golpe blando, no son más que un repertorio de acciones que la población nicaragüense históricamente ha utilizado como formas de luchas sociales. Las protestas, las marchas, los morteros, las barricadas y los tranques han sido socializados, interiorizados y transmitidos de generación en generación en Nicaragua.
Como cierre, es honesto señalar que la espontaneidad de las movilizaciones en Nicaragua encierra una paradoja. La espontaneidad hace posible que una muchedumbre se movilice en las calles sin ser coaccionada, pero intrínsecamente hablando, esa espontaneidad posee una debilidad organizativa. Desde el principio, las movilizaciones de los nicaragüenses han corrido el riesgo de que su bandera de lucha sea arrebatada de forma arbitraria por grupos oportunistas y se arroguen el derecho de representar legítimamente al pueblo. A pesar de eso, no se puede concluir que una explosión social espontánea sea un golpe blando.
El autor es sociólogo nicaragüense.