Sin duda, el Sistema Nacional de Educación Musical (Sinem) es una fábrica de sueños. Cada persona que ingresa al Sinem forja ilusiones que, con el paso del tiempo, con esfuerzo y dedicación, se tornan en metas alcanzadas, que a su vez devienen en nuevos proyectos, nuevos desafíos.
Crecer en una orquesta, tocar un instrumento, es algo que cambia la vida de las personas. Esa magia que tiene la música es sentida y disfrutada actualmente por más de 4.000 jóvenes dentro del Sinem, que reciben formación musical en territorio costarricense.
Son 9 escuelas, cada una con su orquesta sinfónica, 12 programas o escuelas pequeñas (también con su orquesta), 3 programas para necesidades especiales, muchos convenios de colaboración con otras escuelas donde se aportan profesores e instrumentos, junto con 130 abnegados profesores que también experimentan la ilusión de ver sus sueños convertidos en notas musicales.
Hablar de 34 orquestas (algunas son sinfónicas, a veces con 100 jóvenes), 42 cameratas, 22 bandas, 28 coros y 41 grupos de cámara es hablar también de un gran equipo administrativo, del apoyo de un Ministerio (Cultura y Juventud) y del compromiso de las comunidades. Es decir, un país entero fomentando el desarrollo artístico en sus jóvenes.
Mejores personas. Hoy, después de varios años de mover este engranaje cultural, es común ver una niña de unos nueve años, en Frailes o en Guácimo, Mata de Plátano o Liberia, San Vito o Limón, León XIII u otras comunidades, ir de su casa al Sinem por un camino polvoriento, cargando con orgullo un violoncelo que parece más grande que ella, con la ilusión de mostrar al mundo el resultado de su esfuerzo. Es que la música produce eso: mejores personas.
Los programas especiales logran que vibre la música en los CEN-Cinái, en Obras del Espíritu Santo y el Hospital de Niños. El programa MAT (Música con Accesibilidad para Todos) también da increíbles resultados en la población que tiene alguna discapacidad.
Hace más de 40 años, la niñez costarricense se benefició con la genial idea de crear una Orquesta Sinfónica Juvenil. Hoy día, algunos de sus primeros estudiantes son el motor de la música costarricense, unos integran la impresionante Sinfónica Nacional, otros ejercen la docencia o pertenecen a centros culturales o se desplazan por el mundo codo a codo con grandes artistas.
No obstante, ese programa que hoy es el Instituto Nacional de Música, al estar centrado en la capital del país, dificulta sin querer el acceso a personas de zonas alejadas. De ahí la importancia de extender la formación musical a todo el territorio por medio del Sinem, llevar a muchas comunidades instrumentos e instrucción, brindarles la oportunidad maravillosa de hacer música, sea para crecimiento intelectual, sano esparcimiento o interés profesional.
Antes del Sinem, muchos lugares concentraban su actividad en agricultura, donde el trabajo abunda durante la cosecha, pero escasea el resto del año, lo que genera emigración, deserción escolar, desempleo y todas sus nefastas consecuencias. Actualmente, estos pueblos han incorporado la instrucción musical como una nueva actividad, que gusta, educa, engrandece el espíritu y moldea personas provechosas para la comunidad, para el país y el mundo. Hoy se habla de oboes, cornos y fagotes, de violas y timbales, instrumentos hasta hace poco desconocidos en el pueblo.
Y ahí están. Ahí está la sede, ahí están quienes dirigen y administran, quienes enseñan, ahí están los instrumentos, partituras, apoyo sicológico, personas especializadas; todo. Ahí está el resultado de un esfuerzo nacional.
Campamentos. Cada año, la Dirección Académica del Sinem organiza dos campamentos musicales para cerca de 150 estudiantes seleccionados de todo el país, quienes durante una semana comparten experiencias, ensayan y dan conciertos bajo la batuta de un director invitado.
Ahí estuvo Gerald Brown, recordado por su gran labor en la Sinfónica Juvenil; ahí estuvo también Enric Parreño, enviado de España por Yamaha Music Latin America.
En el campamento 2016, la orquesta Carmen Lyra tenía 100 jóvenes menores de 16 años y la Julio Fonseca, 68 personas de 15 a 18 años. Tanto los participantes como sus familias y comunidades adquieren un alto nivel de motivación y compromiso en estos inolvidables encuentros.
Solo durante el 2016, el Sinem dio a conocer la obra T. Fugas (pieza didáctica en forma musical de fuga) y se grabaron en video cuatro canciones indígenas con sus cantautores traídos de Talamanca a la sinfónica Sinem de Limón. También se grabó el video Canción por la paz, con estudiantes de Guanacaste y la Sinfónica Sinem de Liberia. Se hizo un anuncio publicitario para la Línea 1147 del PANI que da consulta y ayuda emocional a jóvenes. Se impartieron talleres de composición y dirección musical, más los muchos conciertos en que se muestra al público el avance de esta nueva generación.
Como objetivo motivacional, se editó y publicó un folleto con 30 obras originales para hacer audición de instrumento en los distintos ensambles orquestales del Sinem. Cada obra trae pista de acompañamiento en piano. A este folleto se le dio el título Metas logradas, para impulsar a la juventud costarricense a autosuperarse, con ahínco y técnica bien aplicada, demostrar que cualquier desafío, como tocar bien un instrumento o armonizar en una orquesta, es lograr una meta, es desarrollo personal.
Cada “meta lograda” es parte fundamental del engranaje necesario para que Costa Rica sea más competitiva, que pueda brillar y sonar mucho mejor en el gran concierto de las naciones.
El autor es músico.