El periódico La Nación informó del allanamiento efectuado por la Fiscalía de dos albergues de niños y ancianos y un convento por sospechas de que, en esos lugares, en lugar de velar por la salud y el bienestar de los pacientes, estos eran, más bien, agredidos física y psicológicamente.
Los ancianos eran supuestamente cuidados en la Casa Hogar San Gabriel, en La Unión de Cartago, y los niños eran atendidos en el Hogar de la Divina Misericordia, en Alajuelita. La administración de estos albergues estaba a cargo del convento de las hermanas Magdalenas.
No es la primera vez que un hecho tan condenable se produce en Costa Rica. Recuerdo el caso de un sacerdote de apellido Delgado, director de los programas El rostro de Jesús y El rostro de María, quien pagó ¢12 millones a unos extorsionistas para evitar que divulgaran varios abusos a menores que había cometido.
También hubo otro sacerdote, abusador de menores, que estuvo huyendo de la justicia por varios países centroamericanos y México. Luego se supo que un obispo, que había negado al OIJ que conociera su paradero, había pagado todos sus gastos en México.
En estos días, se está exhibiendo una película muy valiosa En primera plana, candidata a un óscar este año, en la cual se cuenta cómo la unidad de investigación del periódico Boston Globe desenmascaró la protección que la Iglesia católica de Massachusetts dio a una cantidad muy alta de abusos sexuales de varios sacerdotes a muchos niños de ese estado.
Para probar la verdad, los periodistas rastrearon archivos, entrevistaron a las víctimas y lucharon contra el muro silencioso de la Iglesia. Por ese trabajo, los investigadores recibieron el premio Pulitzer al servicio público del año 2003.
Conducta impune. He mencionado en artículos anteriores varios casos de pederastia de religiosos de otros países, sobre todo, de Irlanda y Estados Unidos. Tal vez el más grave, por tratarse de niños con una grave incapacidad, pues eran sordos, lo llevó a cabo el sacerdote Lawrence Murphy, director de la escuela para niños sordos de St. Francis de Wisconsin.
Ahí abusó de más de 200 menores durante muchos años. Este hecho lo conoció el papa Benedicto XVI, quien, aunque inició un proceso, lo detuvo cuando recibió una carta del culpable en la cual le indicaba que estaba arrepentido y, además, enfermo.
Al final murió sin ser sancionado y fue enterrado con sus hábitos sacerdotales y con todos los honores del caso.
Por esta conducta permisiva, el Comité contra la Tortura de la ONU ha hecho, en dos ocasiones, fuertes advertencias al Vaticano para que lleve a cabo una firme política de condena de estos hechos criminales.
Espero que sus advertencias sirvan para terminar de una vez y para siempre con este flagelo que han sufrido los seres más débiles, como lo son los niños, a los que todos tenemos la obligación de cuidar y defender, pues son la semilla que, con el tiempo, se convertirá en el árbol frondoso que es la humanidad.
El autor es periodista