Para iniciar este artículo, tenemos que entrar a visualizar quiénes son realmente ambientalistas. Hoy en día, parece ser un modismo el llamar “ambientalista” a toda aquella persona que piensa que con poner un like a una foto de un paisaje en Facebook es hacer una gran labor. Pero también están los que ponen el cuerpo y se enfrentan a los oscuros intereses de las grandes compañías, o de mafias organizadas que persiguen explotar salvajemente nuestros recursos.
Me voy a referir en este espacio a los últimos, es decir, a esos que tienen que vivir en carne propia situaciones de la irracionalidad economicista estatal. Son casos como los de Jairo Mora, asesinado recientemente por proteger las tortugas, o la situación de Óscar Fallas, María del Mar Cordero y Jaime Bustamante, muertos por defender nuestros bosques en 1994. Claro que existen muchos más, que no deben ser alejados de nuestra memoria.
Los frentes de peligro para nuestro sector vienen de dos direcciones: uno, desde el sector estatal, donde el Gobierno se ha aliado de manera complaciente a favor de megaproyectos como en el caso de Crucitas, donde los jueces que valoraron los permisos llegaron a señalar que existía una orquestación de voluntades para aprobar todo, fuera como fuera. También, dentro de ello tenemos situaciones como las declaraciones de la actual presidenta, que instó a empresarios del país a tratar de sumarse a la lucha para enfrentar a supuestos grupos ambientalistas que querían, decía ella, convertir a Costa Rica en un “museo de historia natural”.
Por otro lado, tenemos, en el otro frente, a las mafias que pretenden explotar bienes ambientales sin ningún permiso, sea oreros, cazadores de tortugas, depredadores de bosques, etc., que llevan los asuntos hasta los niveles más bajos; llegan a asesinar a personas para lograr que sus negocios sigan, y mientras ello ocurre, muchas autoridades se hacen de lado, ya sea por miedo o negligencia.
Asimismo, existen las situaciones de riesgo en el sector ambientalista, cuando empresas depredadoras de la biodiversidad tratan de criminalizar las luchas ambientales para callar a los defensores de esta con demandas por sumas cuantiosas.
Tal es el caso de la empresa minera de Crucitas, que denunció a ambientalistas porque ellos se atrevieron a emitir comentarios contrarios a los ilegales permisos obtenidos.
Es claro que el sistema judicial no siempre responde a favor de la verdad, dado lo cual la impunidad muchas veces es la constante. Por esto, las muertes de luchadores ambientales pasan a ser asesinatos inexplicables, que nunca se resuelven, como ha ocurrido con los ambientalistas antes mencionados, que fueron silenciados en 1994.
En el plano internacional, en el 2009 la Corte Interamericana de Derechos Humanos dictó sentencia condenatoria contra Honduras por la muerte de una compañera ambientalista (caso Kawas Fernández contra Honduras). Ella era presidenta de una organización creada con el fin de mejorar la calidad de vida de los pobladores de las cuencas hidrográficas. Se atrevió a denunciar problemas de contaminación de lagunas y talas ilegales por parte de grandes compañías, y la mataron. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos, al investigar el caso señaló, que había: “'graves omisiones que demuestran que las autoridades estatales no adoptaron con la debida diligencia todas las medidas que eran necesarias para impulsar una investigación que pudiera llegar a un resultado concreto...”. Todo lo anterior generó encontrar al país vecino responsable por incumplimiento de la Convención Americana de Derechos Humanos. Este es el primer juicio, conocido por esta Corte, donde se condena a un país por omisión en perjuicio de una colega y su causa.
No obstante lo anterior, no nos amedrentamos y sabemos que estamos en lo correcto. Ya sea que el Gobierno de turno nos quiera hacer desaparecer, o sea que por omisión en la Administración no cumplan con sus deberes, siempre van a existir ambientalistas dando la lucha. Conocemos los riesgos y los asumimos, dado que sabemos que la confrontación es por objetivos vitales.
Mataron salvajemente al compañero Jairo, pero, en honor a su lucha, brotarán diez Jairos más, cuales tortuguitas que se abren paso desde su nido a la luz.