COLORADO SPRINGS – Cada día, funcionarios de todo el mundo se enfrentan a una diversidad apabullante de opciones. Cuanto más dinero dediquen, por ejemplo, a la educación, menos tendrán para mantener hospitales, combatir la contaminación o mejorar la productividad agrícola. Mientras grupos de presión, activistas y medios de prensa favorecen ciertas causas (los paneles solares, la lucha contra el virus del Zika, la solución inmediata de vacíos legales tributarios), otros asuntos no tan candentes (como la nutrición o las enfermedades no transmisibles) pueden quedar desatendidos. Y en la mayoría de los países hay “vacas sagradas”: políticas o programas (por ejemplo, las pensiones estatales) intocables para cualquier político que no quiera arriesgarse al fin de su carrera pública.
Parte del problema es que cuando los gobiernos invierten en hacer análisis económicos, suelen estudiar la rentabilidad de una sola política, con independencia de cualquier otra, para decidir si conviene implementarla o no. Pero ¿qué ocurriría si examinaran varias opciones a la vez (por ejemplo, comparar la construcción de puentes con la compra de manuales escolares) para decidir a dónde dirigir nuevos fondos disponibles?
El mes pasado, el gobierno de Bangladesh se convirtió en el primero en probar esta idea a escala nacional, cuando el Centro de Consenso de Copenhague, que dirijo, colaboró con el Bangladesh Rehabilitation Assistance Committee (BRAC), la mayor organización de desarrollo del mundo, en un proyecto denominado Prioridades para Bangladesh. La idea era dar al gobierno del país y a los donantes información útil para determinar el modo más provechoso de usar recursos adicionales.
Bangladesh viene haciendo enormes avances. El país lleva una década con una media de casi un 6% de crecimiento económico, y la tasa de pobreza viene en picada desde los noventa. La expectativa de vida media mejoró notablemente, desde unos 48 años en 1980 a más de 70 años en el 2014.
El país tiene ante sí muchas políticas alternativas interesantes, lo que hace aún más oportuna nuestra iniciativa. A principios del 2015, el proyecto Prioridades para Bangladesh encargó a numerosos equipos de economistas especializados, de Bangladesh y el resto del mundo, que estudiaran 76 soluciones concretas para mejorar el futuro del país. Por ejemplo, los especialistas en economía de la educación analizaron las mejores soluciones educativas para Bangladesh y estimaron los costos y beneficios de cada una.
El mes pasado, un panel destacado formado por cuatro importantes economistas (tres prestigiosos estudiosos bangladesíes y un premio Nobel de economía) se reunió en Daca para examinar los resultados.
Tras leer todas las investigaciones, el panel dedicó tres días a discutir y cuestionar los hallazgos con los especialistas. Por ejemplo, dado un análisis de una política de distribuir a los niños en distintos cursos según sus capacidades, el panel cuestionaba los supuestos y ponía a prueba la firmeza de los resultados.
De ese modo se identificaron algunas inversiones destacables. A la cabeza de la lista de prioridades quedó el tratamiento de la tuberculosis, que mata a unos 80.000 bangladesíes cada año (una de cada once muertes en el país). Lo más costoso es hacer pruebas de detección a casi 60 millones de personas más; pero quitando eso, es una enfermedad de muy barato tratamiento: bastarían unos cien dólares de inversión en fármacos comunes y seguimiento en clínicas comunitarias para evitar su transmisión.
El beneficio total sería al menos 21 veces el costo total, y puede ser mayor, si se piensa también en lo que supone para las familias no perder a su sostén económico y para las comunidades no perder a sus trabajadores experimentados.
Como segunda prioridad quedó la contratación electrónica, una solución digital que mejoraría la supervisión de los más de 720.000 millones de takas (9.100 millones de dólares) anuales que gasta el gobierno en diversas partidas, desde la construcción de puentes hasta la compra de lápices. La creación de un sistema de licitación en línea puede mejorar la competencia y limitar la corrupción, lo que supondría un 12% de ahorro para el Estado bangladesí. Y como implementar estos sistemas es relativamente barato, el riesgo es bajo. Cada taka invertido puede redundar en un beneficio de más de 600 takas.
En tercer lugar quedaron las intervenciones tempranas en nutrición, vitales para el futuro de los niños. Casi uno de cada cuatro niños bangladesíes de menos de cinco años padece desnutrición grave, que obstaculiza su desarrollo mental y producirá menor desempeño escolar y baja productividad, mala salud y mayor prevalencia de enfermedades cuando crezca. Se calcula que los beneficios de mejorar la nutrición infantil sería unas 19 veces superiores a los costos (que son reducidos).
Pero al decir lo que va primero, también hay que decir lo que no va. Puede parecer una muestra de insensibilidad, pero no fijar prioridades explícitamente lleva a derrochar recursos o permitir que las fijen oscuros procesos burocráticos y los caprichos de los medios y los grupos de presión.
Por ejemplo, el panel señaló que el cáncer de cuello de útero no debería ser prioritario para Bangladesh. No es fácil decirlo, ya que esta enfermedad mata a unas 10.000 bangladesíes cada año; pero su tratamiento es muy costoso. La tuberculosis mata a más de dos veces esa cantidad de mujeres, además de muchos hombres y niños.
Obviamente, la meta es que Bangladesh pueda responder con eficacia a ambos problemas. Pero por algún lugar hay que empezar, y el análisis muestra que la misma cantidad de dinero que puede salvar a una persona de morir de cáncer de cuello de útero salvaría a casi 50 de morir de tuberculosis.
Lo que vale para Bangladesh no valdrá necesariamente para (por decir algo) Colombia, Finlandia, Haití o Canadá, pero la misma metodología analítica puede usarse en otros casos, aplicada a ciudades y regiones.
La economía no debe ser el único criterio de decisión; pero la falta de datos firmes sobre costos y beneficios implica tomar decisiones a ciegas. Explicitar el costo de las intervenciones ayuda a mantener un diálogo más fundado sobre las prioridades. Dada la escasez de recursos para el desarrollo, los bangladesíes (y las personas de todo el mundo) merecen que se los asigne del modo más eficiente posible.
Bjørn Lomborg es director del Centro de Consenso de Copenhague y profesor visitante en la Escuela de Administración de Empresas de Copenhague. © Project Syndicate 1995–2016