COPENHAGUE – La corrupción es un problema gigantesco en todo el mundo. En África, se estima que una cuarta parte del PIB del continente “se pierde en manos de la corrupción cada año”. En América latina, el Banco Interamericano de Desarrollo cree que la corrupción puede costar el 10% del PIB anualmente. En la única revisión integral basada en encuestas de empresas y hogares, el Banco Mundial calcula que el costo directo total de la corrupción es 1 billón de dólares anuales.
Una y otra vez, la comunidad internacional reafirmó su intención de combatir la corrupción, más recientemente el año pasado, cuando las Naciones Unidas adoptaron los Objetivos de Desarrollo Sustentable (ODS). Sin embargo, como ha documentado el Consenso de Copenhague, el grupo de expertos que presido, a pesar de todas las políticas bien intencionadas, los logros han sido escasos.
Un estudio examinó los 145 países que implementaron reformas institucionales con el respaldo del Banco Mundial u otras agencias donantes de 1998 al 2008. Resulta reconfortante saber que la efectividad gubernamental mejoró en la mitad de los países. Desafortunadamente, la efectividad en verdad empeoró en la otra mitad, lo que sugiere que no hubo un efecto generalizado.
Pero ahora tal vez tengamos algunas noticias inequívocamente positivas en lo que concierne a la lucha contra la corrupción: una intervención que puede tener un gran impacto con un costo sorprendentemente bajo.
En Bangladesh, el octavo país más poblado del mundo, el Consenso de Copenhague trabajó junto con la mayor ONG del mundo, la prestigiosa BRAC, y decenas de economistas expertos nacionales e internacionales con la intención de evaluar las soluciones más eficaces para los muchos desafíos del país.
Estas incluyen mejores hornos de ladrillos para solucionar la contaminación ambiental en Dhaka, micronutrientes para combatir el retraso generalizado del crecimiento, la plantación de manglares como protección contra las inundaciones, un tratamiento más eficaz contra la tuberculosis y mejores servicios para el medio millón de personas que migran al exterior cada año.
Nuestros economistas calculan los costos de cada política, junto con sus beneficios sociales, ambientales y económicos, de manera tal que se pueda demostrar qué inversiones ofrecen el retorno más alto.
Las organizaciones internacionales para el desarrollo invierten 3.000 millones de dólares cada año en Bangladesh, de modo que saber cuáles son los resultados positivos de cada inversión es esencial para priorizar los proyectos.
Es más, si bien Bangladesh ha hecho un progreso espectacular en los últimos años –la economía creció alrededor del 6% anual, en promedio, y la pobreza se redujo a la mitad desde el 2000–, su objetivo de alcanzar un estatus de clase media baja para el 2021 es sumamente ambicioso. Para lograrlo, Bangladesh tendrá que solucionar los problemas que siguen frustrando el desarrollo y eso exige concentrar la atención en las soluciones más eficaces.
Cada año, Bangladesh invierte 9.000 millones de dólares (6% del PIB) en contrataciones por parte del Gobierno –de todo, desde autopistas y puentes hasta escritorios y lápices–, lo que representa aproximadamente un tercio de todo el presupuesto público. Y estas contrataciones son notoriamente vulnerables a la corrupción.
Los procedimientos engorrosos dejan fuera a la mayoría de los competidores. Como señaló un contratista, Ashraful Alam, “Comprar resmas de documentos de licitaciones y presentarlos físicamente ante las entidades de contrataciones del Gobierno me resultó difícil, para no hablar de ganar algún contrato. Perdí interés en licitar después de un ejercicio tan tedioso”. Y a veces las conexiones políticas de los contratistas les permiten ganar licitaciones o bloquear otras. El resultado son costos más elevados para los contribuyentes y los donantes.
Sin embargo, una nueva investigación de Wahid Abdallah, investigador del Instituto BRAC de Gobernanza y Desarrollo en Dhaka, revela que las contrataciones electrónicas por parte del Gobierno tienen un enorme potencial.
Un proyecto en curso que nació en el 2008 por iniciativa del Gobierno nacional y del Banco Mundial documenta la promesa.
En el 2011, cuatro agencias de Bangladesh a cargo de aproximadamente el 10% de todas las contrataciones públicas habían implementado la contratación electrónica. Las presentaciones en línea hicieron crecer la cantidad de licitaciones –y, en consecuencia, redujeron los precios–.
Con el nuevo proceso, Alam ahora volvió a licitar: “Ahora puedo presentar licitaciones en línea, incluso desde casa sin ninguna dificultad y sin ninguna influencia u obstrucción indebida”. Quién ganó, y a qué precio, también se publica en la web, lo que reduce el favoritismo.
Un análisis de los datos de una de las cuatro agencias que han implementado la contratación electrónica revela que los precios en verdad bajaron, en general un 11,9%. Los efectos de expandir la contratación electrónica al resto del Gobierno serían enormes.
Los costos incluirían una inversión única de unos 13 millones de dólares para comprar computadoras y software, $4 millones para la capacitación de otros 114.000 empleados en toda Bangladesh y los gastos destinados a operaciones y mantenimiento. Se calcula que los costos totales en los próximos años serán de unos $18 millones.
Los beneficios, sin embargo, harían que esa inversión pareciera pequeña. La contratación electrónica en todos los sectores del Gobierno produciría beneficios anuales –bienes y servicios más económicos– por un valor de $700-$900 millones.
Considerando que los costos se pagan una vez, pero los beneficios son anuales, el costo total de $18 millones debería compararse con un valor total presente de todos los beneficios futuros de por lo menos $12 millones. Cada dólar produciría $663 de beneficios sociales.
La contratación electrónica resulta ser una manera extraordinaria de enfrentar la corrupción. Harán falta muchas otras soluciones inteligentes para erradicar el problema, y son necesarias muchas otras soluciones para la infinidad de desafíos que sigue enfrentando Bangladesh.
Pero cuando la investigación económica puede ayudar a poner de relieve las soluciones más inteligentes, puede ayudar a todos a invertir mejor.
Bjørn Lomborg es director del Copenhagen Consensus Center y profesor visitante de la Escuela de Negocios de Copenhague. © Project Syndicate 1995–2016