La agricultura sufre mucho los problemas de competitividad que padece el país y que se manifiestan de manera general, recurrente y creciente desde hace un par de décadas.
El sistema educativo tiene dificultades para satisfacer la demanda de mano especializada de las empresas. El transporte terrestre es el cuello de botella para toda la sociedad. La burocracia es el principal obstáculo del que se quejan los empresarios. Nos hemos vuelto muy caros, lo cual dificulta exportar y competir con las importaciones.
Al productor local se le disparó en un 40% el costo del componente doméstico de sus insumos, energía y planilla en relación con quienes compite aquí y en el extranjero.
El déficit fiscal incrementará inevitablemente las tasas de interés y la situación podría acabar en algo más grave. Hay escasa competencia en muchos sectores importantes, lo que se traduce en rentas excesivas para algunos pocos.
Cambio climático. Pero también la agricultura enfrenta retos específicos. Este es uno de los sectores más vulnerables al cambio climático. Por un lado, sufre el embate directo del calentamiento global y la recurrencia de los desastres naturales y, por otro, deberá reducir y mitigar sus emisiones de acuerdo con los compromisos que Costa Rica suscribió en la COP21 de París.
¿Cuál será el aporte de la agricultora en la reducción de emisiones, cuáles actividades deberán hacerlo y cuánto costará? No se sabe.
Proteccionismo. Los problemas de algunas actividades agrícolas destinadas al consumo doméstico, y que compiten directamente con las importaciones, han querido resolverse únicamente por medio de la protección que brinda el arancel. Sin embargo, esto ha sido un rotundo fracaso económico, social y ambiental.
La productividad relativa se ha estancado, las rentas del arancel son capturadas por unos pocos, los productores más pequeños no mejoran su bienestar y los consumidores más pobres, que dedican una mayor proporción de sus ingresos a la compra de alimentos, han visto desmejorar su condición.
La protección, además, ha exacerbado la presión sobre los recursos naturales en zonas particularmente frágiles.
Innovación paralizada. En general se ha dejado de innovar y hacer cosas “diferentes”. Una innovación o “descubrimiento” puede ser desde un agroquímico más poderoso, la automatización de procesos, un mercado alternativo, una certificación ambiental, un empaque nuevo o hasta, ¿por qué no?, otro cultivo.
Sin embargo, el agricultor enfrenta varios dilemas. Sus actividades son percibidas más riesgosas y por lo tanto se vuelve más caro el financiamiento. Algunos servicios de apoyo son escasos o no existen al no haber escala o demanda suficiente. Además, muchos de estos descubrimientos son fácilmente copiados.
Así, el retorno de la inversión en innovación es incierto y, por lo tanto, su oferta tiende a ser escasa.
Alianzas público-privadas. Una forma de enfrentar este dilema es que, mediante un esfuerzo cooperativo, el Estado y el sector privado concentren sus esfuerzos en promover la innovación como un bien público.
Precisamente eso fue lo que Costa Rica hizo hace 25 años bajo el liderazgo de la Coalición Costarricense de Iniciativas de Desarrollo (Cinde) y las instituciones del sector agropecuario.
Se desarrollaron programas para la expansión y diversificación en diversas ramas del sector agroalimentario. Esto incluyó la prueba de más de 40 nuevas actividades, la investigación de mercados y el mejoramiento de la infraestructura comercial.
Los esfuerzos del programa agrícola de Cinde llevaron al país a convertirse en líder mundial en la exportación de frutas, vegetales y plantas ornamentales. Productos tradicionales como café y banano no se quedaron atrás, y pudieron reinventarse y seguir “descubriendo” nuevas formas, presentaciones, productos y mercados.
Estas actividades comparten haber enfrentado el rigor de la competencia internacional, la formación de alianzas público-privadas, el uso intensivo de tecnologías de punta y la apertura a la inversión extranjera.
Así que, en vez de promover el proteccionismo e instrumentos regresivos que le quitan a muchos para darles a pocos, Costa Rica debe concentrarse en programas para aumentar la productividad de la agricultura y ser coherente con el desarrollo sostenible.
El país cuenta con talento humano e instituciones académicas y científicas de clase mundial. Tiene la información necesaria para priorizar acciones a nivel local en zonas de mayor necesidad. Existen recursos financieros ociosos empantanados por trabas burocráticas y dispone de la experiencia exitosa de Cinde y de muchas empresas pioneras.
Visionarios 20/20 es un proyecto de La Nación que reúne a un grupo de líderes empresariales y gubernamentales que compartirán sus perspectivas en temas de actualidad e interés nacional para contribuir con el desarrollo del país.
El autor es director del Centro Latinoamericano para la Competitividad y el Desarrollo Sostenible del Incae.