El sistema educativo público costarricense está muy lejos de ofrecer un producto de calidad a todos nuestros estudiantes.
Una conclusión que se desprende del capítulo especial del V Informe sobre el Estado de la Educación es que no podemos esperar rendimientos iguales de los estudiantes en condiciones desiguales. Además, una serie de aspectos organizativos internos del sistema, lejos de ayudar, más bien contribuyen a reproducir dichas desigualdades en detrimento de los estudiantes, especialmente de los más pobres y desfavorecidos. Veamos algunos hallazgos relevantes en esta línea.
A la pregunta de si el sistema brinda igualdad de oportunidades para que niños y adolescentes con similar nivel de talento y esfuerzo obtengan los mismos resultados, la respuesta es negativa. Una serie de situaciones lo impiden.
Un primer hallazgo es que buena parte de las desigualdades se deben a aspectos externos, tales como el origen y las características individuales de cada uno de los estudiantes.
Quienes provienen de hogares con mayores recursos o son hijos de padres altamente educados, que además cursaron el nivel preescolar y no han repetido, son alumnos que, en general, logran mejores resultados.
Un segundo hallazgo es que un grupo importante de estudiantes de secundaria asisten a centros educativos en desventaja, no solo por su origen social sino también debido a la dotación inadecuada de recursos de las instituciones.
Ello es particularmente preocupante, por cuanto significa que estamos frente a un sistema educativo público que contribuye a ampliar los efectos negativos de la desigualdad social.
Disparidades. Sobre esto último, varios descubrimientos son relevantes. Por un lado, el informe documenta significativas diferencias de rendimiento entre centros educativos. Les va mejor por ejemplo, a los estudiantes de colegios técnicos y científicos que a los que asisten a los nocturnos.
Por otro lado, el contexto socio-demográfico de las instituciones también influye, barrios urbanos y marginales con viviendas hacinadas y alta densidad poblacional tampoco favorece los buenos resultados. Especialmente si los centros educativos en estas zonas carecen de infraestructura, acceso a recursos como tecnologías de información y comunicación y buenos profesores.
La misma situación se repite en zonas rurales y pobres que presentan las mismas carencias y en las que el sistema no consigue una asignación de recursos suficiente para compensar las desigualdades de origen de los estudiantes.
La escasez de recursos que predomina en estos centros termina generando una oferta segmentada en materia de calidad educativa que, al final, produce lo que algunos autores denominan “segregación educativa”.
Asuntos claves. Otro conjunto de factores también explican los bajos resultados, pero uno en particular llama la atención: las características de los docentes, el recurso más valioso y el que puede marcar la diferencia.
Sobre esto, el informe encuentra que profesores con mayor experiencia y nivel académico disminuyen la repitencia y la deserción. También, que los profesores interinos y graduados de universidades públicas generan mejores resultados.
Lamentablemente, los sistemas de contratación y asignación de personal que el sistema tiene no parecen ser los mejores para aprovechar el recurso humano disponible. Por el contrario, las investigaciones demuestran que los profesores con mayor experiencia, calificación y mejores condiciones laborales no están trabajando en los centros que más lo necesitan: los más pobres y alejados, ubicados en zonas rurales o costeras, en poblaciones urbano-marginales o altamente pobladas, o bien escuelas y colegios a los que asiste la población más vulnerable, como es el caso de los nocturnos.
Soluciones. Frente a estas desigualdades y los factores asociados a ellas, la pregunta que surge es si es posible hacer algo al respecto. La respuesta es positiva. Para ello, el fortalecimiento de los programas de equidad en la educación son claves porque permiten incidir en las desigualdades de origen que afectan a nuestros estudiantes, especialmente, en aquellos que provienen de contextos sociales y familiares más adversos.
Asimismo, el sistema necesita revisar sus prioridades y asegurar una mejor y mayor dotación de recursos para aquellos centros educativos donde imperan las más pronunciadas carencias en materia de ambientes de aprendizaje.
Finalmente, asegurar la calidad del recurso humano contratado y generar nuevos mecanismos para asignar mejor al personal más cualificado en favor de los estudiantes con mayor necesidad es, sin duda, uno de los cambios necesarios a corto plazo, que permitiría reducir las desigualdades en materia de rendimiento y logro que hoy muestra nuestro sistema educativo.
La autora es coordinadora de Investigación del Informe Estado de la Educación.