Con el título “Una tara para la industria”, La Nación editorializa sobre el dilema de las altas tarifas eléctricas en el país y el efecto nocivo que tienen para las industrias. Dado que me menciona en varias oportunidades, me veo motivado a aportar algunas explicaciones relacionadas con el tema. En algunas otorgo razón al editorialista y en otras discrepo de su estimable argumentación.
Creo importante mencionar de primero que hemos realizado nuestro mejor esfuerzo para paliar y remediar el costo asociado a la atención del crecimiento de la demanda eléctrica en el periodo en que nos ha correspondido tomar decisiones. Es claro que, en este campo, estamos cosechando las tempestades que otros crearon años atrás, y que, dada la índole de la industria eléctrica, no será fácil resolverla en meses sino en años.
Para no afirmar algo incorrecto, he repasado las fuentes de información más recientes y encontrado vasta bibliografía en el sentido que los precios de la elec-tricidad han crecido desmedidamente en la mayoría de los países, tengan, o no, mercados en competencia. Algunos Gobiernos han decidido subsidiar abiertamente a los sectores residenciales de menor consumo, como es el caso de Costa Rica, a través de una estructura tarifaria que lo permite. Muy pocos países han logrado estabilizar o bajar sus precios, y el caso específico es el de Estados Unidos y de Canadá. Esto se debe a avances tecnológicos en el área de los hidrocarburos, en especial en el gas natural.
Sé que mal de muchos no consuela, pero sí explica que estamos frente a un problema mayúsculo que debe ser visto con la mayor seriedad que se merece, y creo que eso lo hemos estado haciendo, dentro de nuestras facultades administrativas.
El sistema eléctrico de Costa Rica está diseñado con base en las tecnologías más modernas de la economía energética y busca en forma continua mantener minimizados los costos de la generación de electricidad, proyectados a periodos de medio y largo plazo. Para lograr esta optimización, se modela una combinación de futuras plantas eléctricas de diversos tipos, tanto renovables como térmicas. El resultado de tal planeamiento es una matriz altamente diversificada, compuesta mayoritariamente de hidráulicas, eólicas, geotérmicas y térmicas. Estas últimas proveen los faltantes de energía que las otras tienen a lo largo de cada año, y en especial en la época seca. La variabilidad hidrológica del país hace que los riesgos de racionamientos sean altos, como ocurrieron en 1973, 1979 y en el 2007. Esto se resuelve con una sobreinstalación de capacidad, pero encarece la tarifa.
La capacidad térmica es una reserva instalada para no usarse mucho, solo en los casos de faltantes de verano, o para la ocurrencia de años secos como han sido lamentablemente los años 2011 y 2012. Ahí sube mucho el uso de combustibles, pero luego en otros años dicho costo será muy bajo. Debo reafirmar que una sobreinstalación de plantas de generación es muy costosa. Por ejemplo, este año tuvimos que usar el parque térmico en la cantidad de 400 MW desde enero hasta setiembre, y gastar $200 millones en combustibles. Si hubiéramos decidido, hace seis años, instalar 400 MW de renovables privados, tendríamos que pagarles por año alrededor de $193 millones, y, aun así, tendríamos que generar térmico en el verano, pues dichas plantas renovables no tienen energía en tal época, salvo que contaran con embalses como Arenal. Y dicho pago de $193 millones siempre tendría que mantenerse, año tras año, hubiera, o no, necesidad de usar tal energía. Claro, se pueden hacer ajustes a los planes de expansión para volver a mermar las reservas en exceso de energía o exportarla, si se detecta el mercado regional apropiado.
Esta explicación nos muestra que no es posible ser simplista y decir, por ejemplo, que quitemos térmico de 30 centavos y pongamos una eólica de 10 centavos. No son comparables y llevan a un engaño. Queda claro que debe haber una debida proporción de cada fuente de producción, que minimice costo y riesgo en forma sostenible.
Tal vez lo más relevante sea cuáles son las acciones que nos alejen de los dilemas de precios que tenemos hoy día a nivel nacional. Creo que las podemos clasificar en las de corto, medio y largo plazo, y estamos actuando sobre cada una de ellas.
Las de corto plazo corren por un sostenido esfuerzo de austeridad institucional emprendido hace más de dos años; un proceso de renegociación de las deudas, alargando sus plazos y bajando sus intereses; minimización del uso del térmico, incluso importando energías más baratas cuando existan, en especial ahora que ya se puso a operar el mercado centroamericano desde julio pasado; y diferenciar las estructuras tarifarias entre los sectores productivos y de consumo, en función de los costos económicos de servir a uno y al otro, lo que mejorará la competitividad del país.
Las de medio plazo son la instalación de nuevas plantas eólicas e hidráulicas, tanto de las actuales empresas distribuidoras (cooperativas y municipales) como del sector privado, usando la legislación vigente, en donde ya tenemos 390 MW adjudicados y en diferentes etapas de ejecución; asegurar que los proyectos que desarrolla directamente el ICE entren en las fechas dispuestas, incluyendo Balsa Inferior (CNFL), Río Macho, Cachí, Reventazón y Geotermia (Pailas 2 y Borinquen); y aumentar los topes de la ley 7200, lo cual también permite el ingreso futuro de energía solar y biomasa de diferentes tipos.
Finalmente, las acciones de largo plazo, correspondiente a la década del 2020 al 2030, incluyen explorar y eventualmente explotar gas natural, deseablemente en asocio con Recope, y autorizado por el Minae, con lo que dicha opción hará una diferencia sustancial en los costos de la electricidad; llevar a cabo la hidroeléctrica El Diquís (planta con embalse de similar función al de Arenal) o, alternativamente, instalar una planta térmica de ciclo combinado, utilizando gas natural licuado importado o local; la energía restante que se requiera en dicha década será renovable, proveniente de decenas de plantas generadoras de todos los actores ya habilitados de previo.
Como se podrá comprender, realizar dicho conjunto de acciones va a marcar una rebaja progresiva y sostenible de los precios de la electricidad, expresados en términos reales. La gran mayoría de dichas acciones están ya en marcha y sus frutos se verán, uno a uno.