Opinión

La hora de la democracia en Cuba

Está demostrado que no se pueden perseguir fines nobles con medios innobles

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En su tercer discurso inaugural, Roosevelt nos decía que “la aspiración democrática no es una simple fase reciente de la historia humana. Es la historia humana”. Sin democracia, la libertad –y con ella la posibilidad de desarrollar su destino único y trascendente– no es más que un espejismo. Y no solo la libertad individual, también la estabilidad política, el bienestar económico, la justicia social y todas aquellas cosas que definen a una comunidad en la que vale la pena vivir. A estas alturas de la historia está demostrado que no se pueden perseguir fines nobles con medios innobles, que de la opresión no germina nunca la libertad y que una dictadura puede satisfacer las necesidades más básicas de las personas, pero no las más importantes, como el respeto a su dignidad. Eso solo lo hace una democracia.








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