El poco mundo que aún nos queda con alguna dosis de sentido común y mínima capacidad de asombro, constata estupefacto el deplorable sainete que ciertos dirigentes de América escenificaron en la ciudad argentina de Córdoba. Como dijo el articulista del Herald miamiense, Alejandro Gómez, "Llegaron los invitados y se fue la democracia".
Es insólito que, violando la carta constitutiva del Mercosur, los participantes - Lula , Kitchner, Chávez y Vásquez- invitaron al representante de Cuba, la más larga y cruel dictadura de América, antítesis de la democracia a participar en nombre de esa democracia.
A través de la barahúnda de los siglos, Nicolás Maquiavelo sonreía: "Buenos discípulos tengo en América. Yo dije: para el arte de gobernar como para el arte de navegar, no es imprescindible la moral, y ellos siguen mi dicho al pie de la letra". Más tarde podrán decir que son honestos, transparentes y morales, con el mismo aplomo con que el dictador de Cuba dice que en su régimen no ha habido ni un solo desaparecido ni un solo torturado. Una carcajada estentórea trepidó entre Cuba y su profuso exilio, en tanto miles de expatriados tocaban sus cicatrices por los bayonetazos, las palizas y pateaduras de los esbirros del régimen, y familias enteras lloraban a sus deudos asesinados, o desaparecidos en el mar tratando de encontrar la libertad.
¡Qué sarcasmo! Lula , líder de los trabajadores libres de Brasil, abrazado al explotador de los obreros cubanos, esclavos del gobierno y los capitales foráneos. Kitchner, arrobado ante el Comandante, socio del dictador argentino Videla, mientras juraba que detesta a los dictadores castrenses. Chávez, emocionado ante el golpista supremo, el que fracasó en su golpecito, aquella intentona fallida que movió a su adorado Castro a felicitar al presidente venezolano Carlos Andrés Pérez por su triunfo. Triste espectáculo en verdad. Cuando el periodista cubano Juan Manuel Cao, ante cámaras y micrófonos, increpó al dictador por su prepotencia al encarcelar y retener en Cuba a periodistas, artistas y científicos a su antojo, el senil dictador, lleno de ira, vomitó sus insultos. Ahí quedo plasmada para la Historia la farsa del Mercosur: un engendro politiquero prostituidor de la democracia, llevado a cabo por presidentes que dicen ser ardientes demócratas.
¿Qué dicen los verdaderos demócratas? Nada, silencio. El pueblo cubano, que siga esclavizado mientras se aplaude a su cancerbero y, en tanto, "el mundo gira en el piélago inmenso del vacío".