Durante estos últimos siete días, dos decisiones de las autoridades -aunque ninguna en firme- apuntan en la dirección contraria. La Directiva de la CCSS, en contra del criterio de la Procuraduría, sucumbió ante la presión del sindicato y les restauró el privilegio de 12 años de cesantía en lugar de los 8 que tenemos el resto de los mortales. En el Congreso, las fracciones del PUSC y el PLN procuran congraciarse con otro sindicato, el de los maestros, para restablecerles la ganga de pensionarse a temprana edad, con menos cuotas y con el mejor salario.
Ambas decisiones atentan contra la solución a uno de los principales problemas nacionales: el déficit fiscal. Este déficit se origina cuando el Gobierno gasta más de lo que recibe en impuestos e impide a la economía crecer lo suficiente. Para subsanar el déficit, el Estado emite bonos que presionan los intereses al alza y generan inflación. Para disminuir estos efectos, los partidos tradicionales recurren siempre, como ahora, a la cómoda alternativa de aumentar los impuestos en vez de atacar el otro extremo de la diferencia: el gasto público. Los políticos prefieren meter la mano en el bolsillo de la mayoría silenciosa a enfrentar a los bulliciosos grupos de presión. Estos últimos, aunque electoralmente son insignificantes, con su organización ejercen una desmedida influencia sobre los políticos. "El Magisterio significan 100.000 para las elecciones", amenazaron los maestros en una pancarta el pasado 6 de abril en el Congreso.
Los salarios y las pensiones con cargo al presupuesto constituyen dos de los tres disparadores del gasto público (intereses es el tercero). Es imposible pretender reducir la planilla del Estado a la fuerza. La burocracia suple el faltante de puestos de trabajo como empleador de último recurso. Aunque, como sociedad, aceptemos mantener esta innecesaria burocracia, no debe fomentarse su crecimiento. Al contrario, deben establecerse estímulos para que los burócratas se trasladen al sector privado. Al aumentar de 8 a 12 los años de cesantía, como hizo la Caja, el estímulo es perverso.
Igual de equivocado es el mensaje que enviarán los diputados si aprueban las pensiones del Magisterio. En lugar de fomentar la jubilación temprana, los regímenes deben premiar a los que pospongan su pensión.
Ambos pasos hacia atrás aún pueden reversarse. Sin embargo, las perspectivas apuntan a que tendremos que costearlas los contribuyentes.