Mario Echandi descolló como diputado porque supo ejercer el control político a un gobierno con una enorme influencia sobre el conjunto de la ciudadanía, como el de José Figueres Ferrer entre 1953 y 1958. Mediante su invectiva incisiva y mordaz, galvanizó a casi toda la oposición primero, y luego la unió hasta obtener una victoria en las elecciones de 1958.
Como diputado, se lo recuerda en lo medular por eso. Entre 1966 y 1970, sobresalieron por su ímpetu opositor Rodrigo Carazo, Fernando Volio y Jorge Luis Villanueva. Su destello derivó de su decisión de marcar al gobierno de don José Joaquín cuando este sobrepasaba los límites de una política orientada a contener el gasto público y buscar el equilibrio fiscal, para implantar otra en la que los grupos económicos de poder y la inversión foránea voraz (Alcoa) lograsen ventajas.
Sin embargo, de ninguno de ellos se dijo nunca que hubiesen hecho una oposición destructiva; de ser así, la ciudadanía no habría elegido Presidente a Mario Echandi ni a Rodrigo Carazo; y la Asamblea Legislativa no le hubiera dado el benemeritazgo al primero.
El control político es una función inderogable en una democracia que se precie de tal y debe ejercerse con firmeza o no sirve para nada. Otra cosa es la oposición politiquera, el exceso verborreico o el obstruccionismo.
Leal oposición. El PAC, como primera fuerza de oposición, ha apoyado sin condiciones las acciones del Gobierno que se han encaminado a apuntalar a los grupos sociales más desfavorecidos, como la reforma constitucional para elevar el presupuesto para educación del 6 al 8%; votamos favorablemente el préstamo para educación, no obstante las reservas que teníamos; o la ley para reforzar el presupuesto para erradicar el tugurio. Hemos apoyado iniciativas como la concesión de obra pública pues concebimos que debe ser parte de un esfuerzo dirigido a acelerar la construcción de obra pública, siempre y cuando se le corrijan los roces que tiene con la Constitución.
Este Gobierno carece de un norte cierto y de verdadera orquestación en la ejecución de sus planes. Diríamos que justamente el barco carece de capitán, y en lo ético deja mucho que desear.
¿Será meritocracia? En lo último, ¿qué decir de un Gobierno cuyo Presidente, sin el menor pudor, consintió un aumento salarial para sí del 42% mientras al sector laboral se le decreta uno de apenas el 3,5% (?). Hay más: el Presidente aceptó como regalo un vehículo para uso presidencial, de una persona cuestionada por su morosidad con el extinto Banco Anglo. Aceptó que se hubiese nombrado en el Gabinete, en calidad de viceministro de Seguridad Pública, a un individuo con intereses en empresas privadas de vigilancia, configurándose así un verdadero conflicto de intereses. En Relaciones Exteriores, promovió el nombramiento como cónsul en Nicaragua de una persona allegada a él, que carece de capacidad y experiencia en la carrera diplomática, pasando por encima a una lista de funcionarios capaces, por lo que no se puede hablar de inopia. ¿Será meritocracia?
La política económica y la social carecen de orientación definida. No hay un plan de desarrollo que oriente la formulación del presupuesto. Según la ley de planificación, debió estar listo cuatro meses después del inicio del Gobierno; pero, en vez de ello, fue postergado por decisión del mismo Consejo de Gobierno. Tampoco existe una verdadera agenda complementaria, con la que el Presidente estaba más que comprometido. En suma, el Ejecutivo anda errático y tiene a su fracción parlamentaria confundida entre una agenda social mal concebida y una ética peor hilvanada; al extremo de que, cuando se denuncia a un diputado de su fracción por acoso sexual, lo que se antepuso fue el amiguismo, la complicidad, antes que un espíritu objetivo y sereno, pero firme, de investigación. Pese a todo, el PAC sigue interesado en que este Gobierno corrija los yerros y los gazapos. Justamente ello exige, de la principal fuerza de oposición, un control político fuerte. Tal es el talante de la oposición.