“Seúl no fue el triunfo más importante. Mi carrera no se puede resumir solo en dos minutos. La lucha contra el reloj la libré por 14 años y cada uno fue clave para subir escalones”.
Las palabras son de la nadadora Sylvia Poll Ahrens. Las dijo después de ingresar en la Galería del Deporte, el 6 de noviembre del 2000. A ella se le reconoció, entre otros méritos deportivos, el haber logrado la primera medalla olímpica para el deporte costarricense, durante su participación en los Juegos Olímpicos Seúl 88.
No deja de tener razón la medallista. Ese cronómetro en 1:58.67, que puso a Costa Rica en el podio por primera vez para hacerse con una medalla de plata, empezó a correr cuando Sylvia apenas tenía nueve años y se integró al equipo de natación del Club Cariari.
El click final ocurrió en las Olimpiadas de Barcelona 92, cuando se despidió de las competencias de élite. Dos años más tarde, dijo adiós oficialmente al deporte competitivo.
Llegar a la gloria
Resulta emocionante hasta las lágrimas volver a repasar la grabación de la competencia por los 200 metros estilo libre, de aquel 20 de setiembre de 1988, en Seúl.
Poll fue asignada en el carril cinco, flanqueada por dos alemanas; Heike Friedrich y Manuela Stellmach. Las mismas que, minutos después, compartirían con ella el podio, asombradas por la conquista de un pequeño país centroamericano.
Según relató la ondina dos décadas después de aquella gloria deportiva, dos años antes de Seúl ella y su entrenador, Francisco Rivas, tenían la mirada puesta en el medallón olímpico.
“Éramos conservadores, aunque desde el Mundial de España, dos años antes, veíamos la medalla olímpica como un objetivo realista”, comentó en una entrevista, en agosto de 2008.
“Todo lo veo desde dos perspectivas. Era una ‘niña’ de 17 años en mis primeras Olimpiadas. Me había preparado muy bien.
”Era impresionante tener ese enorme honor y la bendición de ser la primera medallista de la historia de Costa Rica. Ahora soy una persona que pronto cumplirá 42 años, con experiencias de tipo laboral y personal”, revivió Poll en una entrevista para la Revista Dominical, en julio del 2012.
Por eso, no deja de tener razón cuando dice que toda su carrera no se puede resumir en los dos minutos de Seúl. Corea fue solo la culminación y el impulso para lo que seguía.
Durante los 11 años previos, las madrugadas para entrenar en las frías aguas de la piscina del Cariari le valieron el honor de ser considerada la mejor atleta de Latinoamérica en dos ocasiones, y la mejor también a nivel panamericano.
El cierre de su carrera deportiva fue brillante. Se marchó con un quinto lugar en su especialidad, 200 metros libre, durante las Olimpiadas de Barcelona, en España.
Hija de padres alemanes y nacida en Nicaragua, se nacionalizó costarricense en 1986.
Junto a su única hermana, Claudia, ha escrito páginas gloriosas en el deporte nacional, llevando la bandera de Costa Rica adonde quiera que vaya.
En los últimos años, ha formado parte del cuerpo diplomático nacional (fue embajadora alterna de Costa Rica en Suiza) y se ha desempeñado como periodista y administradora, con formación en el Incae.
Habla español, alemán, inglés y francés, y un muy buen tico que la acerca a la gente con facilidad. Es admirada y no pasa inadvertida fácilmente, no solo por sus casi dos metros de estatura, sino por su afabilidad y sencillez en el trato con la gente.
Según manifestó alguna vez públicamente, uno de sus deseos es formar parte de la dirigencia del deporte nacional que, sin duda, recuperaría prestigio con su aporte.