Quería llorar, pero no podía hacerlo. Necesitaba que mi mamá y mi esposa me vieran fuerte, aunque ellas sabían lo que estaba viviendo por dentro. Después, me escondía para llorar solo. Llegué a perder todo lo que tenía de la noche a la mañana.
Fue un año y medio muy difícil, desde el momento en que salió la noticia de mi supuesto dopaje me sentí incrédulo. Sabía que no había hecho absolutamente nada y menos con mi consentimiento. Estaba muy sorprendido y, a partir de ahí, empecé a vivir las consecuencias.
De la noticia me di cuenta por la prensa y no lo creía. Esa misma noche tenía que disputar un partido. En el club (Antigua de Guatemala) me preguntaron si quería jugar o no. No sabía ni qué decir ni qué hacer, pero pensé en que si iba a jugar mi último partido, debía hacerlo con la certeza de que no había hecho nada malo.
No lo disfruté. En todo el juego pasé pensando en el dopaje.
(A Robinson y tres jugadores más se les detectó la presencia del esteroide anabólico Sarm S-22 a finales de 2015. Este tipo de esteroides anabólicos se relacionan a las hormonas sexuales masculinas, como la testosterona, que promueven el crecimiento del músculo esquelético. Las sustancias se encuentran en múltiples suplementos nutricionales, principalmente los que tienen proteínas y aminoácidos. La defensa de Robinson logró demostrar que hubo diversas violaciones en el proceso antidopaje y que se violó el derecho de defensa de los acusados.)
Al día siguiente mi vida dio el primer cambio radical. No podía ser futbolista, ni entrenador de ligas menores, ni asistente, no podía ni entrenar. Nada. Me sancionaron por cuatro años.
Tuve que conseguir abogados y de inmediato ellos me empezaron a decir qué podía y qué no podía hacer. Yo me mantuve en Guatemala, sin recibir salario y viviendo de mis ahorros.
En el club me dijeron que me iban a ayudar con el pago de los abogados. Lo primera que hice fue pedir la prueba B de orina. Aunque era muy poco probable que esto me diera una solución, ya que era igual a la primera prueba. Sin embargo, había que descartar todas las opciones.
Hasta nos hicieron pruebas con detector de mentiras. Fue algo que se manejó a lo interno para descartar muchas cosas. También me hice pruebas en un laboratorio aparte y salía nada.
Me hice pruebas por todo lado mientras vivía de mis ahorros, que al tiempo se me empezaron a gastar.
En este momento solo me faltaban tres materias para terminar la universidad y necesitaba buscar un proyecto para llevar el sustento a mi casa.
Mi hermano Berthony y yo tenemos una empresa, pero él se dedicó a trabajar en ella mientras mi vida se centró en el fútbol. Me apoyé un poco en este proyecto. Necesitaba algo nuevo, y de aquí surgió la idea de traer a Ronaldinho.
(La empresa de los hermanos Robinson forma parte de la organización encargada de realizar los fogueos del brasileño Ronaldinho en Guatemala y Costa Rica.)
Todos los días sentía angustia. Me preguntaba a menudo, ¿qué pasó? ¿por qué me quieren hacer daño? Quería llorar, pero no podía, mi familia me necesitaba fuerte. Siempre fui cercano a Dios, pero en ese año y medio empecé a ir a la iglesia todos los domingos.
Yo soy de las personas que piensan en su familia antes que en sí mismo. En ese momento lo que quería era que estuvieran tranquilos, pero verlos mal, me ponía mal a mí.
A veces lloraba sin que ellos se dieran cuenta.
Cuando uno está jugando tiene mucho apoyo y lo llegué a perder de un día para otro. Por ejemplo, el fútbol te paga la universidad mediante convenios y ya no tenía ese apoyo. También perdí mis patrocinios al no tener exposición de marca.
Mii carrera estaba manchada, mi nombre se vio manchado.
Cada vez que me metía en Google y ponía Alexánder Robinson, lo primero que veía era "doping positivo".
Ya había proyectos avanzados para ir a la MLS y opciones de contratos, pero todo se había acabado. Tengo los ojos rojos del dolor que siento.
A diferencia de las leyes, en el dopaje usted es culpable hasta que se demuestre lo contrario, por eso pasé año y medio sin jugar fútbol.
Lo primero que pensé cuando me dieron la noticia es que tenía que mantenerme lo más en forma posible. Iba al gimnasio y corría. Me comuniqué con preparadores físicos para que me hicieran planes específicos que me permitieran seguir en forma.
Hubo muchas mejengas que aproveché. Me invitaban a una mejenga todos los lunes en la noche y yo me iba al gimnasio y a la mejenga, entonces complementaba una cosa con la otra. Me llamaban equipos de veteranos y a mí me servía, necesitaba tocar el balón.
Es difícil. De ser uno protagonista en una cancha de fútbol, a venir de una mejenga a poner el televisor para ver los partidos. Yo sabía que podía estar ahí y eso se siente demasiado mal.
Yo decía, "juepucha, qué injusto, podría estar jugando". Era difícil ver a mis compañeros y excompañeros disfrutando y saber que yo podía estar ahí. Era un dolor personal, impotencia.
Salía de mi casa y muchas veces me decían, "ya te retiraste".
La verdad nunca pensé en dejar las canchas. Había una seguridad tan fuerte en mi familia en mí de que volvería al fútbol. Muchos piensan que tengo un poco más de edad, pero solo tengo 28 años. Siempre quise y aún quiero seguir jugando hasta que ya no pueda dar más.
Sabía que si Dios quería que regresara al fútbol, me ayudaría a que el fallo saliera a mi favor.
Conocí a varios jugadores en Guatemala que habían tirado la toalla por lo mismo que yo. Casi todos se rindieron, no pelearon. Todos los días me preguntaba, ¿por qué voy a decaer si no he hecho nada?
Un día me desperté a las 6 a.m. por un asunto relacionado al evento de Ronaldinho. Tenía la computadora a la par porque debía enviar unos correos. En eso me entró una llamada de mi abogado Jaime Lanboy. Me extrañó mucho y pensé, se viene una mala o una buena noticia.
De inmediato me dijo, "no me importa si estás dormido o no, nada más quería decirte que la resolución salió positiva y ya podés jugar fútbol".
No sabía si llorar, gritar o reír. Fui la primera persona en saber. Al cortar la llamada, se acercó mi mamá (Marielos) y me preguntó sí había noticias.
Le conté y ella empezó a gritar de la felicidad. Gritaba y le daba gracias a Dios. Me decía, "yo sabía". Son cosas que a uno lo matan. Empezamos a llorar juntos.
Luego llamé a mi esposa Lincy, a mi hermano Bertony y a mi hermana Sandy, que estaban súper involucrados con mi situación.
Este año y medio fue como si me quitaran 10. Si en el fútbol una semana es mucho, ahora imagínese año y medio. Si por mi fuera, al día siguiente me ponía a entrenar con algún equipo. Siento esas ganas y ese deseo, como cuando iba a debutar con Saprissa, es esa emoción.
No me he vuelto a meter en Google.
Por más que uno diga que no ha hecho algo, no es lo mismo que cuando se muestran las pruebas. Ahora lo que quiero es limpiar mi nombre que fue manchado por año y medio.
El momento de regresar a las canchas será el día sábado y con Ronaldinho. Sé que es un partido de exhibición, pero voy a estar en la cancha con él.