Heiner Mora se vistió de héroe en la noche mágica de Saprissa, esa que le permitió a los morados mantener el sueño de la Concacaf vivo y al fútbol costarricense el júbilo de un año en el que sencillamente le está saliendo todo.
Fue él, el entregado lateral derecho del Monstruo, quien capitalizó todo el dominio tibaseño de la primera parte con aquel tanto al 21’ y el que más tarde, al 46’, serviría el centro raso con el que Ariel Rodríguez se eleva hoy como uno de los goleadores de esta inmejorable Concachampions .
“Mora aprovechó una bola, entonces yo salí al pique al primer palo, pues sabía que él la iba a colocar ahí y así anoté”, recordó Rodríguez sobre la asistencia.
Su anotación liberó a la S de toda la ansiedad y presión de un primer tiempo en el que era imperante marcar, no solo para dar ese golpe anímico, sino también para reducir esa brecha que la marginaba de los cuartos de final.
Y su asistencia, apenas reiniciado el partido, fue el punto final de un boleto que Saprissa mereció por todo: porque fue el que lo buscó, el que lo quiso y el que sí supo cómo defenderlo.
Mora llegó ayer a tres anotaciones en la temporada, pues le había marcado al Santos y a la Universidad de Costa Rica por el campeonato nacional, además, su primer gol en Concacaf.
De vuelta. Acosado por un pasado de lesiones y malas decisiones, su caminar por el campeonato nacional y ahora por la Liga de Campeones deja claro que los morados ya tienen de vuelta al Heiner Mora de siempre, ese lateral que ya se había ganado en tiempo récord el derecho a decirse mundialista y que ahora también se cotiza como invaluable en el once de Saprissa.
Anoche no solo fue determinante en las anotaciones, sino que se convirtió en una muralla por el carril izquierdo, ahí donde los locales filtraron el avance estadounidense primero y luego golpearon sus deficiencias atrás.
Fue su noche y la de Saprissa, dos alegrías que se hicieron una en la noche grande del inspirado Monstruo, ese que ahora fija su mirada y hambre hacia México.