Redacción
Saprissa estaba en quiebra y no tenía cómo sostener a sus futuros valores. Era la temporada 2002-2003 y Keylor Navas recién se integraba a la entidad morada. Ante la crisis económica del club, la única medida posible fue enviar al cancerbero oriundo de Pérez Zeledón a la casa club, una construcción grande pero abandonada, ubicada justo detrás de la sombra oeste de la Cueva.
No había comida, ni cobijas, ni sábanas, menos quién le lavara la ropa a él y a tres promesas más de zonas rurales reclutadas por los entrenadores de liga menor.
Como recién llegaba de Pérez Zeledón, no se había traído nada.
A las pocas horas, los otros tres jóvenes futbolistas se devolvieron a sus hogares. Keylor se sostuvo, solo, con 14 años, en aquella inmensa pero solitaria construcción abandonada.
Iba a entrenar y luego se dirigía a la que era su casa.
A los pocos días, la administración del mexicano Jorge Vergara asumió las riendas del club y un nuevo proyecto de ligas menores.
Quien fuera el coordinador de las divisiones inferiores en ese entonces, Juan Carlos Agüero, recuerda habérselo encontrado luego de una práctica, a eso de las 4 p. m., camino a la casa club.
Le preguntó hacia donde se dirigía. No tenía idea de que el joven arquero viviera ahí.
Cuando el club se acomodó financieramente, optó por ubicar a los futbolistas de zonas rurales en las casas de algunas familias de la capital, que a bajo costo les daban alimentación y vivienda a las promesas.
Los entrenadores de la época reconocen que Keylor era bueno, pero no necesariamente el mejor.
De hecho, el arquero con más proyección en esas primeras etapas era Daniel Cambronero, quien unos años después de la llegada de Navas a Saprissa, defendió los tres palos de la Sele en el Mundial Sub-17 de Finlandia. Navas fue como suplente a la cita, un rol que también cumplía en el club.
El hoy portero del Real Madrid, sí tenía algo muy distinto: el temperamento.
"Fue el único que aguantó de todos los muchachos que estuvieron en esa casa club, en esas difíciles condiciones, sin su familia, solo. Su carácter se imponía", admite Enrique Rivers, director de ligas menores en esa época.
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Crecimiento. El tímido joven de 14 años, pequeño, delgado, al que los uniformes le quedaban grandes, viajó desde Pérez Zeledón con la promesa de enfilarse al Saprissa.
El entrenador Alejandro Pacheco lo había visto en un partido de liga menor entre los morados y la escuela de fútbol de Pedregoso, el primer club del arquero. Lo golearon, pero Keylor evitó que la catástrofe fuera peor.
Al llegar a Saprissa fue enviado a la casa club, hasta que lo reinstalaron en una vivienda en Hatillo que pertenecía a la madre de Edson Soto, quien era entrenador de los tibaseños.
Durante la mayoría del tiempo fue el suplente de Cambronero, hasta que el arquero fue subido al primer equipo de Saprissa, y Keylor... a Linafa.
No había nada oficial que así lo dijera, pero en los pasillos del club se comentaba que los futbolistas que caían al equipo del fútbol aficionado eran los excluídos por el club.
Los mejores prospectos era subidos prematuramente al primer equipo de Saprissa y si no iban al alto rendimiento. Pero Linafa era la pesadilla.
Soto recuerda que Keylor estaba ceñido en devolverse a Pérez Zeledón. Estaba indispuesto y no quería jugar en este torneo. Lo que no sabía es que la dirigencia había decidido que el equipo de Linafa tenía que reforzarse para subir a la Liga de Ascenso, en donde querían tener una representación para pulir a los talentos del futuro.
Para sostenerlo en el plantel, Soto le ofreció ¢30.000 por cada victoria que obtuviera. Una "millonada" para el juvenil, que aceptó el desafío.
Entonces, con 17 años, un poco más fornido y alto que en sus inicios, Navas se enfrentaba a futbolistas de edades maduras en la quinta categoría de Linafa.
Saprissa llegó hasta las semifinales, en las que quedó eliminado contra un equipo de la León XIII, debido a que las banderillas de los tiros de esquina se perdieron. Esto causó que los árbitros suspendieran el partido.
Después, lo conocido. De Linafa lo pasaron a una franquicia en la Segunda División comprada por los morados, luego lo subieron al primer equipo, banqueó a Francisco Porras y se consolidó en Saprissa.
Empezó a crecer como la espuma hasta que superó a Cambronero y llegó a la Selección Mayor.
"Él siempre creyó en que podía ganarse su lugar. Tenía unas condiciones extraordinarias y mentalmente era muy fuerte", contó Soto.
Más tarde, saltó al Albacete, luego pasó al Levante, jugó el Mundial de su vida, y hoy está a las puertas de disputar la final de la Liga de Campeones de Europa con el Real Madrid.
Quién sabe que habría pasado si Saprissa hubiera cerrado esa casa club.