Los cerros de Matama, en la zona sur de nuestro país, son un gran baúl que ocultan muchos secretos. Uno de los más enigmáticos es la fortaleza que construyeron ahí los conquistadores españoles en el siglo XVII.
Esa edificación fue levantada luego de que una rebelión indígena destruyera en el año 1610 la ciudad de Santiago de Talamanca, fundada solo cinco años antes.
Santiago era un gran asentamiento de la época, incluso más grande que Cartago, pero sucumbió en medio de las disputas con los pobladores autóctonos. Entonces, los colonizadores decidieron hacer el nuevo edificio en la zona conocida como San Mateo de Chirripó, cuya inaccesibilidad otorgaba un fuero de protección adicional.
La fortaleza era utilizada como presidio, según explicó a Revista Dominical Juan Carlos Solórzano, doctor en historia y profesor retirado de la Universidad de Costa Rica, quien confirmó la existencia de esa misteriosa construcción.
No está claro el momento exacto en que dejó de utilizarse el presidio, aunque debió haber sido en el transcurso del siglo XVII. “Desde la última década de 1690, se habla del pueblo de San José de Chirripó y ya no más de San Mateo de Chirripó, quizás destruido durante la huida de indígenas urinamas y otros cuando eran llevados a plantaciones de cacao en Matina, hacia 1678”, explicó el historiador Solórzano.
La historia de la fortaleza perdida se entrelazó con el avión argentino extraviado en 1965 gracias a Ricardo José Becerra, familiar de una de las víctimas, y el capitán costarricense Marco Antonio Jiménez.
Ambos recorrieron la zona montañosa poco después del accidente, en busca de evidencias de la colisión. No encontraron la aeronave, pero descubrieron y fotografiaron el misterioso presidio que la montaña absorbió en silencio.
Madera pura
Como la prioridad de Becerra era ubicar el avión, y no tenía claro qué eran aquellas ruinas, no precisó con exactitud la ubicación de la fortaleza. Sin embargo, conservó las fotografías, que luego mostró al geólogo costarricense Wilfredo Rojas.
Las imágenes, que acompañan este reportaje –y que obviamente fueron captadas con instrumentos de baja calidad de hace casi 50 años– muestran ventanas de la construcción. Don Wilfredo comprendió que se trataba de la fortaleza perdida de Chirripó y añadió este objetivo a la búsqueda que realiza todos los años por la zona.
Es muy probable que la edificación haya sido de madera, como el castillo de San Fernando de Matina, levantado para protegerse de ingleses y zambos mosquitos. De acuerdo con el historiador Juan Carlos Solórzano, viajeros del siglo XIX mencionan restos de una estructura en San José Cabécar, que corresponde al mismo sector.
Sin embargo, no hay mayor evidencia arqueológica sobre la ubicación de la fortaleza. La mejor guía es el testimonio del argentino Becerra y la intuición de los aventureros que quieren desenterrar este vestigio histórico.
En la próxima Semana Santa, un grupo de diez expedicionarios se internará en la montaña con la esperanza de arrancarle algunos de sus más íntimos secretos. Entre ellos, dónde está esa fortaleza que el tiempo se encargó de borrar.