Hasta principios de octubre, Oveth Gerardo Cruz Barquero era hijo, padre, novio, panadero y un perfecto desconocido para la mayoría de los costarricenses.
En su infancia había jugado bolinchas, puesto a bailar un trompo, montado bici, mejengueado y hasta planeado una que otra travesura, como la vez que le escondió un reloj a su tío Johanny Barquero en un palo de limón.
Su vida estudiantil fue corta. Llegó hasta sexto grado. “Cometí no sé si fue el error de llevarlo a trabajar conmigo cuando salió de sexto. Donde yo trabajaba le dieron la oportunidad de repartir volantes. Le gustó la plata y siguió trabajando”, recordó Ana Patricia Barquero, su madre.
Sin embargo, el primer trabajo oficial de Oveth —como le dice su progenitora— o de Gerardo —como le decimos los ticos, desde que denunció un caso de acoso callejero en Facebook — fue repartiendo tortillas.
Después vinieron un restaurante de comidas rápidas, una empresa que distribuía cámaras de congelación para las fiestas en Zapote, una fábrica y más recientemente, una panadería.
Si algo caracterizaba a este muchacho, amante de la mecánica, es que nunca le arrugaba la cara al trabajo. “Él era muy inteligente, a pesar de que no tuvo la oportunidad de seguir estudiando, le gustaban mucho las cosas nuevas, aprendía aunque fuera traveseando, era muy hiperactivo”, contó Karol Zúñiga, su viuda, quien el 3 de diciembre dio a luz a Khendaly Esperanza, la hija de los dos.
Papá valiente. Gerardo siempre contó con su madre, pues la presencia de su padre en su vida fue fugaz. A los nueve meses de edad, su progenitor ya no estaba. Alguna vez, cuando le echó de menos, se lo reprochó a su mamá. “Yo no viví con el papá biológico de él. Él me reclamaba por haberle puesto a otro hombre como papá”, recordó Ana Patricia Barquero.
Con paciencia, Barquero le explicó a su hijo que aquella relación había dejado cicatrices en su vida y que su decisión tenía toda la intención de protegerlo. El joven no volvió a cuestionarle el tema nunca más.A Gerardo la vida se encargó de enseñarle pronto el oficio de la paternidad, pues su primera hija, Génesis vino al mundo en 2011. Desde entonces, se encargó con más ganas de cuidar de los suyos... y también de los ajenos.
El video. Quizá por eso en los primeros días de octubre, mientras caminaba por la avenida Central, no dudó en encender la cámara de su teléfono y seguir por varios metros a un hombre que, sospechó, intentaba grabar debajo de la falda a una joven que transitaba desprevenida por la capital.
“Él era una persona muy sobreprotectora, yo me imagino que cuando vio lo que estaba haciendo el señor, a él le entró cólera”, supuso su pareja Karol Zúñiga, de 21 años.
Gerardo llevó el video a la casa de su suegra y mientras tomaban café y veían televisión, les dijo a los presentes que no sabía qué hacer, si subirlo o no.
“No era él quien lo iba a subir, sino mi hermana. Sin embargo, nunca se pasaron el video y él lo terminó de publicar en Facebook. Él estaba como indeciso, no sabía lo que iba pasar”, recordó su viuda.
La decisión lo convirtió en ardoroso tema de conversación en redes sociales. De hecho, lo transformó en el héroe del momento por denunciar lo que muchos e incluso muchas, no se atreven.
Cientos de invitaciones comenzaron a llegar a su perfil de Facebook y “él estaba contento en ese sentido, que estaba siendo popular. Hasta cierto punto eso es bonito, que la gente te conozca por ciertos actos de solidaridad con las otras personas”, reconoció Karol Zúñiga.
Gerardo no solo documentó lo sucedido, también se dedicó a seguir al supuesto acosador para contarle que daría a conocer lo que había pasado.
No tardaron en llegar también las críticas por la forma en que procedió el muchacho y hasta él mismo, lamentó el seis de octubre en su perfil de Facebook, que se le señalara a él y no al supuesto agresor: “No entiendo de verdad este país y lo que pasa con él. En segundos pasé de ser una buena persona, al villano de la película. ¿ Cómo es posible que (...) yo como ciudadano que denunció una mala acción y actitud sí puedo ser tramitado y procesado. Pueblo de Costa Rica alcen su voz por una nueva reforma de la ley hacia la mujer y el acoso”.El miércoles 7 de octubre, a las 7:25 p.m., mientras Gerardo iba camino a una entrevista con un medio de comunicación fue apuñalado 200 metros oeste del supermercado Walmart, en San Sebastián.
El hecho sucedió dos días después de que el joven decidiera compartir en redes sociales el video grabado en la capital.
La sospecha no tardó en asomarse en la opinión pública. Fue entonces cuando el llamado de Cruz en redes sociales se volvió casi profético. El pueblo de Costa Rica alzó la voz y se tiró a la calle, no solo para pedir un alto al acoso callejero, sino también para decirle “Gracias, Gerardo”.
Los últimos momentos de su vida, transcurrieron entre las paredes del Hospital Calderón Guardia, donde sus familiares lo cuidaron día y noche. Incluido su padre biológico, que sin falta lo visitaba cada sábado a las 8 p.m.
Tras el ataque Gerardo tardó 21 días en abrir los ojos y los cerró para siempre el 19 de noviembre.
El Organismo de Investigación Judicial aseguró que el móvil del hecho fue un robo. El responsable aún no aparece.
Las lágrimas por la muerte de Gerardo aún siguen frescas en los rostros de sus familiares, pero su madre se consuela pensando que la hazaña de su hijo deja un mensaje: “Uno nunca debe callar, aunque sea cruel la verdad. Siempre hay que decirla, no quedarse callado”.
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