Durante cada mes de setiembre una antorcha viaja desde Guatemala y hasta Costa Rica celebrando el camino de la independencia. Es un gesto de unión de un grupo de países que conmemoran la relevante fecha el mismo día y que comparten una historia que va más allá de ese evento.
Este 26 de setiembre, los centroamericanos tendrán una nueva celebración en conjunto.
En una gesta histórica, las salas de Cinépolis de Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Panamá estrenarán el documental Tlacuilos, que cuenta la historia del grafiti en Centroamérica y de cómo las pinturas en aerosol en una pared han pasado de ser criticadas a ayudar a contar la historia de violencia e inseguridad en la región.
Grafiti puede ser un comentario político en una pared o bien, una obra de arte planeada llena de letras o figuras, como las que se pueden ver en el barrio La California de San José o cerca de allí en la Asamblea Legislativa.
“El grafiti es cada vez es más aceptado y creo que este documental culmina ese proceso. El movimiento pasó de esconderse a tener este documental y poder mostrarlo como carta de presentación”, explicó Federico Peixoto, el director tico que trabajó en este documental por dos décadas.
Peixoto es considerado uno de los impulsores de la cultura hip-hop en el país y como parte del movimiento se encargó de viajar por cada país Centroamericano para encontrar a los pioneros del grafiti en cada lugar.
A los grafiteros se los ve pintando en paredes –con permiso y sin permiso– pero más importante aún, se oyen sus voces contando las distintas realidades de cada país.
El documental de Peixoto, de 41 años reúne grabaciones que van desde los años 90 hasta el 2018. Es un viaje por la historia de Centroamérica, contada por las personas que han visto los cambios de cada país desde sus calles.
“El documental no solo son paredes pintadas de grafiti: se ven los volcanes de los países y sitios arqueológicos como Tikal o Guayabo y suena música underground de Centroamérica, porque soy consciente de que como región no nos determinan ni nos conocen o quizá solo nos identifican por temas negativos”, señaló Peixoto.
Gracias a la patineta
Cuando se le pregunta a Peixoto que cómo encontró la escena de grafiteros hay dos respuestas. Sin modestia, afirma que él vio nacer el movimiento en el país, desde que se pintaba con latas de spray en la antigua Bilsa, donde hoy se encuentra el Outlet Mall, en San Pedro.
La segunda respuesta es más sencilla: encontró a amigos para pintar andando en patineta.
“Los videos de los mejores skaters siempre tenían grafitis donde ellos patinaban y la mejor música; no podías comprar música punk o hip-hop underground pero podías conocerlo en los videos de patinetas”, explicó Peixoto.
Gracias a sus salidas en patineta se conocieron un grupo de pioneros locales que también fueron parte de bandas de rock o punk, pero que igualmente se fueron interesando en pintar las paredes.
Peixoto en particular nació en Berlín y durante su infancia pasó varias temporadas en la hoy capital alemana, en donde llegó a pintar -como una travesura juvenil- el muro que separaba la ciudad en sus extremos este y oeste, la “cortina de hierro”, antes de que cayera en noviembre de 1991.
Cuando Peixoto volvió a Costa Rica se encargó de fotografiar a algunos de los primeros patinetos y pronto su interés creció hacia la imagen en movimiento.
“Empecé a estudiar en el INA y así tuve oportunidad de editar videos. Nadie estaba hablando de lo que hacían mis compas, y por eso inicié con Producciones del Gafeto”, contó el productor.
Gafeto es el apodo que le pusieron en la calle y que se volvió un ícono. Bajo ese nombre, Peixoto filmó en 1999 Ticostylo, uno de los primeros videos de patinetos ticos, acompañado por música de grupos nacionales como Doble Sentido, de rap y Teatromocracia, de hardcore punk.
Ticostylo también mostraba a algunos de los primeros grafiteros del país haciendo sus obras de arte al aire libre. Era una forma de decir “aquí está pasando algo”, un mensaje que se extiende por el documental Tlacuilos.
“Yo no soy el movimiento, solo un integrante. El hip-hop –rap, grafiti, dj’s y bailarines– ya existían en Centroamérica, y yo pude documentar todo eso desde adentro”, contó el director del documental.
Unidos
Es imposible hablar del grafiti sin narrar las vivencias de las personas que lo han hecho y así, en distintos viajes financiados por Peixoto, Tlacuilos fue construyendo su historia desde Panamá hasta México, conociendo a distintos grafiteros.
Inicialmente iba a enfocarse solamente en la historia del grafiti en Costa Rica y aprovechar todas las grabaciones que tenía de los primeros artistas que habían dejado su huella en las calles de San Pedro, Curridabat, los barrios del sur y en San José centro.
El protagonista del documental es Chuck, un nicaragüense que migró a Costa Rica y trajo consigo el conocimiento que iniciaría de cero toda una escena artística en el país.
“¿El grafiti es gringo o es de nosotros?”, se pregunta Chuck en algún momento del documental, viendo que todo el fenómeno del grafiti empezó a pulular en los años 70 y 80 en el Bronx, en Nueva York, al mismo tiempo que nació la música rap.
La historia iba más allá de Costa Rica, era claro, pero fue una visita a un festival Hip-Hop Revolución en Guatemala, en el 2012, lo que le dejó claro a Peixoto que había oportunidad de hablar de algo más grande.
“Me topé algo que nunca había visto suceder en ningún movimiento político: jóvenes centroamericanos dándose posada y disfrutando del arte juntos, sin muchos recursos pero viendo qué podían aprender del otro y subiendo la barra; era una hermandad”, comentó Peixoto.
Su investigación lo dejó convencido de que cada país de América Central tenía sus grafiteros pioneros, de que igualmente tenían su propia relación con el hip-hop y que en muchos casos todo había sucedió por accidente.
Así, decidió que haría un documental centroamericano.
“Muchos centroamericanos se fueron a Estados Unidos huyendo del desempleo y de la guerra y luego eran deportados y volvieron grafiteros. Esas deportaciones trajeron las maras a Centroamérica, pero también llegó el grafiti, la cultura hip-hop y cosas buenas”, afirmó Peixoto.
Por Centroamérica
Para Peixoto, hacer un documental de Centroamérica tenía que tratarse más que de paredes pintadas. La posibilidad de mostrar cada país debía ser aprovechada para educar sobre el arte y la cultura de una región generalmente vista por encima el hombro.
“Yo creo que siempre ha habido un complejo de que lo tico es polo y no había referencias modernas de lo nuestro, eso mismo pasaba en Centroamérica. El cine es un reflejo de la cultura y hacer una película en la que no nos veamos como meseros o jardineros, sino como creadores, nos puede dar un empujón a la identidad”, afirmó Peixoto.
Cada país empezó a tener sus exponentes de grafiti en los años 90, pero fue hasta el cambio de milenio cuando se formó un movimiento, la hermandad que describió Peixoto. Él estuvo ahí desde el inicio con su cámara al hombro, primero filmando en cintas de 8 milímetros, luego en casetes miniDV y finalmente en formato 4k.
El avance tecnológico vivido en los últimos 20 años es clave en el documental, puesto que la transformación de la tecnología para grabar va paralela al auge y el conocimiento del grafiti en toda la región.
“Tlacuilos empezó a ser grabado más de 20 años atrás, así es posible ver a grafiteros ticos como Mush pintando con 17 años y luego con treinta y tantos... Eso es algo bueno porque no todos los documentales permiten ver el paso del tiempo”, explicó Peixoto.
Después de grabar durante un par de décadas, Peixoto editó algo del material para hacer un tráiler. Eran casi 20 años de grabaciones en distintos países, por lo que terminar la película requeriría todo un equipo.
Para lograrlo consiguió fondos estatales de Proartes (del Teatro Popular Melico Salazar) y el Fauno (del Centro de Cine) para terminar de armar su película. Con la ayuda de la productora Laura Conejo, Tlacuilos llegó a condensar dos décadas de historia del grafiti en 80 minutos de documental.
En Tlacuilos no solo se verá el talento de los grafiteros, sino también se podrá escuchar música de la región, otro medio para contar historias centroamericanas.
De la banda sonora participan desde nacionales como Nesta, Cantoamérica, Tótem y Whitny, hasta temas de Bacteria Soundsystem (Guatemala), FM Krew (Panamá), Ephinko (Colombia), Kemo the Blaxican (Estados Unidos), Balam Ajpu (Guatemala) y Serko Fu (México).
Para Peixoto, ver el trabajo terminado es un orgullo.
“Hay una idea generalizada de que Costa Rica no se siente tan parte de Centroamérica, que estuvo desligado económicamente y socialmente, y por eso me parece importante reivindicar que se esté haciendo este esfuerzo desde aquí y que se pueda estrenar en toda la región de forma simultánea”, señaló el director.