Este año se nos fué el papá de los zombis, George Romero. Y mientras podría hablar de la biografía de él prefiero concentrarme en el impacto de su obra.
Su huella es imposible dejarla pasar así nomás: George puede ser sin habérselo planteado, uno de los autores de cine más influyentes del siglo pasado; impulsado por un deseo intenso de contar una historia que hablara sobre el contexto social y político utilizando a los personajes que en ese momento sólo se llamaban espantos, esos espantos que luego se llamarían zombis.
Y es que todo lo que vemos hoy sobre zombis en películas como World War Z con Brad Pitt, 28 Days Later de Danny Boyle o incluso en cómics y en la televisión con The Walking Dead, es producto de las reglas con las que George Romero buscó la forma de hacer una declaración con su película Night of the Living Dead y también transformando y replanteando para siempre el significado de la palabra zombi, que en aquella época se refería mas que todo a los esclavos mentales que producía el voodoo del folclor haitiano y que en ese momento sólo ponía a las víctimas en trance.
Hoy por hoy, el zombi tal cual lo expuso George, es el muerto viviente, el que se levanta con hambre de cerebros, carne o sangre humana y que sólo puede ser detenido removiendo la cabeza o destruyendo el cerebro.
“Mis historias son sobre los humanos y cómo reaccionan, o no reaccionan, o reaccionan estúpidamente. Estoy apuntando con el dedo hacia nosotros, no hacia los zombis”.
Yo recuerdo la primera vez que vi Night of the Living Dead: tenía 12 años y me gustó, no me dio miedo, no me asustó y por eso pude disfrutarla; la consumí de una forma superficial, mientras me comía mi almuerzo ese día cuando volví de la escuela. La alquilé del Video Láser en Rohrmoser con mi papá y luego seguí molestando hasta ver todo lo que hubiera de zombis.
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Me parecía una forma amistosa de acercarme al horror. Sin embargo hasta ahí llegaba mi inversión emocional con los zombis. Para mí eran parte del paisaje general del horror y hasta ahí.
Años mas tarde, cuando estudiaba cine, aprendí varías cosas sobre aquella película, que me hicieron respetar mucho más a George y su obra.
Si nos regresamos en el tiempo y analizamos lo que sucedía en aquel clima político, podemos dar valor a esa declaración que hacía George al poner como personaje principal a un afroamericano llamado Ben (Duane Jones), interpretando a un hombre atrapado en una granja de Pittsburg mientras se desarrolla un apocalipsis zombi.
Desgraciadamente, los hechos actuales mantienen ese abordaje relevante, con la policía matando a civiles por considerarlos una amenaza, justo como en el traumático final de Night of the living dead, en que las autoridades matan a nuestro héroe Ben, de manera irónica al confundirlo y percibir en él una amenaza. Su cuerpo luego termina tirado con otros, en una fosa común.
Para poner en contexto histórico, en 1968 fue el año en que mataron a Martin Luther King, y por eso el valor de la película de George trasciende y adquiere un tinte político. Él no decía cosas por decirlas, sus monstruos eran el instrumento con el que el comunicaba la percepción de algunas conductas que que quería señalar y combatir en la sociedad.
Parte de el buen timing con el que se estrenó Night of the Living Dead, es que en esa época no existía todavía la Oficina de Censura, por lo que la película fue estrenada para todo público, aterrorizando a los niños de esa época. Además, para ayudar a terminar de trascender en el universo pop, la cinta no contaba con un disclaimer de derechos reservados adecuado a la hora de exhibirse, por lo que el filme es de dominio público.
Diez años mas tarde con Dawn of the Dead, su crítica en ese momento era hacia el consumismo y por eso situó esa película en un mall, ese era el tipo de declaración que hacía George con su obra, con sus zombis, que han encontrado un lugar en el corazón de la cultura popular.
Night of the Living Dead, se exhibió recientemente, en pantalla grande, en el festival Internacional de Cine de Costa Rica, dentro de la muestra Cine de Culto. Si aún no la visto, búsquela y se pega un susto y de paso se lleva una sorpresa, como lo hice yo hace unos 23 años.
George, como sus zombis, no muere: su obra evoluciona y nos va a seguir asustando para siempre.