“La escuela donde estuve era una escuela marginal. Era una escuela en donde había unos chiquitos con muchas menos condiciones económicas que otros. Nunca se me olvida que estaba en cuarto grado (1981) y una profesora de Educación para el Hogar nos dijo: ‘Traigan frutas de su casa’.
"Y algunos chiquitos llevamos, pero otros no pudieron del todo. La profesora hizo dos ensaladas de frutas diferenciadas: una tenía papaya, sandía y piña; la otra, solo naranja y papaya. Nada más.
”Me pareció un acto tan deshumanizante. Y, palabras más, palabras menos, le dije que eso no se hacía, que lo que hizo no fue un acto de amor. Y me levanté y me senté con los compañeros que no habían llevado nada de frutas”.
Adriana Orocú, quien tenía unos 9 años, jamás imaginó en aquel momento que esa situación marcaría tanto su personalidad: “Recuerdo que me indignó mucho el trato diferenciado hacia mis compañeros. Y, desde ese momento, eso se ha mantenido en mí. No hay nada que me hierva más la sangre que otra persona trate con discriminación a cualquier otro”.
Aunque no tenía definido el cómo, Orocú sabía que lo que sería de grande tendría que ver con alzar la voz por sus convicciones y por los indefensos. Y aquella vocación la fue descubriendo en parte, también, por la serie televisiva, Alma Máter (1982), que trataba sobre leyes.
“Pasaba viendo ese programa y me encantaba. No decía necesariamente que quería ser abogada, pero algo me llamaba la atención. Y, aunado a eso, siempre fui activa en la escuela y colegio: participé en las elecciones de cada aula y en las del colegio”.
Así se fue formando hasta convertirse en jueza jurisdiccional, presidenta de la Asociación Costarricense de la Judicatura (Acojud) –la cual agrupa a un millar de jueces activos del país– y vocera de la huelga histórica en el Poder Judicial, que se realizó del 19 al 31 de julio pasado y que la dio a conocer por una frase que Costa Rica aún no olvida.
Como parte de ese movimiento, el servicio de Medicatura Forense paralizó sus funciones y, para defender la decisión, Orocú señaló: “No es un servicio esencial el que se está prestando, ni ellos están dejando de ejercer todas las acciones necesarias para la preservación digna de los cuerpos ni para la preservación de evidencia”.
De Turrialba a Los Chiles, Sarapiquí...
Orocú es turrialbeña de cepa y, pese a que sus papás no tuvieron educación formal, ellos mismos se encargaron de dejarle en claro la importancia de los estudios.
Siendo una destacada alumna, salió del colegio a sus 16 años. Por su edad, sus padres no le permitieron viajar a San José y tuvo que empezar sus estudios en Turrialba. Pero lejos de las leyes, se matriculó en Ingeniería Informática.
“Me di cuenta que esa carrera nada que ver conmigo, yo necesito la interacción con la gente y no con una máquina”, aseveró Orocú con una sonrisa.
Un año después, se mudó a San José para estudiar Derecho en la Universidad de Costa Rica (UCR); se encontró con otro mundo. “Viví con dos amigas que también venían de Turrialba. Estábamos en un apartamento chiquititico. El primer año fue difícil por varias situaciones que nos pasaron (una de sus compañeras fue víctima de un delito) y que nos asustaron, pero seguimos adelante y entendimos que la tranquilidad de Turrialba no existe en San José”.
Los años pasaban y Orocú consiguió su primer trabajo como asistente en un bufete de abogados. Su salario, en aquel momento, era de ¢5.000.
“Con el primer salario invité a mi novio, que ahora es mi esposo. Le dije que fuéramos a comer a Spoon y se me gastó la quincena en un almuerzo. Me dieron ¢462; no se me olvida porque era el vuelto de los ¢5.000. No me acuerdo que él haya aceptado otra invitación”, recordó.
Luego, trabajó como abogada en otro bufete; en el Ministerio de Seguridad Pública, y fue en 1998 que comenzó su carrera judicial como fiscal y, luego, como jueza.
Esos puestos le permitieron vivir en Limón, en Los Chiles y en Sarapiquí, entre otros sitios. A todos esos lugares se iba sola, pese a que ya tenía su familia. “Gracias a Dios, mi esposo siempre me ha apoyado en todo lo que hago y mis hijos (tiene dos) también”.
En el 2011 y sin proponérselo, se convirtió en la presidenta de la Asociación Costarricense de la Judicatura (Acojud), lo cual le ha permitido levantar la voz por la importancia de la independencia judicial.
“Los compañeros me buscaron para meterme en la papeleta y, desde ese momento, esto se ha convertido en mi vida y, sin temor a ninguna duda, le puedo decir que abarca la mayoría de mi tiempo. Me tengo que dividir entre mi trabajo de jueza y mi labor como presidenta. Es algo apasionante”.
Impacto, amenaza, enseñanza
En el gremio, esta turrialbeña se dio a conocer por defender sus convicciones a capa y espada, pero no fue hasta julio pasado que Costa Rica entera la conoció.
Sin buscarlo, ella se convirtió en la vocera de la huelga histórica del Poder Judicial, en la cual 13.000 funcionarios protestaron porque una comisión especial de la Asamblea Legislativa tomó como texto base para reformar el régimen de pensiones de los empleados judiciales una propuesta de la Superintendencia de Pensiones (Supen) y dejó por fuera el planteamiento gremial.
La manifestación comenzó pacífica, pero conforme pasaron los días, los trabajadores judiciales suspendieron servicios importantes, como el de la entrega de cuerpos.
Pese a la agonía que esto significaba para los dolientes y el rechazo de la ciudadanía, los funcionarios seguían en firme y Orocú, en un intento de explicar sus razones, aseveró la frase que causó controversia: “No es un servicio esencial el que se está prestando...”.
No había pasado ni cinco minutos de la emisión de ese comunicado, cuando la cara de Orocú circulaba en diferentes memes por las redes sociales.
Ella insistió en que sus palabras fueron descontextualizadas, porque, según defendió, ella hablaba de todos los servicios en general y no del de la Morgue Judicial específicamente. Aseguró que eso ayudó a desviar la atención de lo “realmente importante”: las pensiones judiciales.
“Fue un momento bastante doloroso, me parece que hubo manipulación mediática para quitar la mirada del objetivo de la huelga”.
Más allá de las críticas, lo que más le preocupó fueron ciertas amenazas que le hicieron a su carrera judicial. “Me hacían llamadas para pedirme que suavizara mi posición, que eso me podría obstaculizar un ascenso”.
Pero tampoco le sorprendió esa actitud, porque, según dijo: “Cuando uno alza la voz por sus convicciones siempre habrá gente que quiere callarlo”.
La jueza agregó: “A Adriana Orocú no habrá nadie que pueda silenciarla. Primero están sus convicciones antes que cualquier otra cosa”.