Corrían los últimos días de abril de 1977. Carlos Luis Villalta Villegas tenía 6 años y cuatro meses y, como era su costumbre, andaba de la mano de su papá, un inspector del Ministerio de Obras Públicas y Transportes (MOPT), viendo un proyecto nuevo: el puente sobre el río Virilla en la ruta 147. Lo que hoy conocemos como la radial Lindora.
La visita se interrumpió abruptamente cuando le avisaron a su padre, Osvaldo Villalta, que era urgente regresar a casa. Lucía, la mamá del pequeño Carlos, acababa de morir víctima de un cáncer de seno. Tenía 46 años.
Cuatro décadas después, como si la vida fuera cíclica, Carlos Villalta volvió a Lindora el 5 de mayo del 2017, pero esta vez como el máximo jerarca del MOPT, a dar la orden de inicio para un puente gemelo en el Virilla.
Fue una de las últimas obras que puso en marcha. Aunque no lo sabía, le quedaban apenas 38 días como ministro, en su cúspide profesional, cuando un escándalo por violencia doméstica lo obligó a renunciar, a sus 46 años.
Las bases de su matrimonio se habían socavado meses antes y él, para entonces, batallaba con un proceso de divorcio y las críticas públicas por las pifias en la carretera de enlace al nuevo puerto de Moín, el alza disparada en los costos de la punta norte (que enlazará a La Abundancia con Ciudad Quesada) y el epítome de la ineficiencia estatal: la platina.
Este fin de año, cuando se seleccionan los personajes noticiosos, Carlos Villalta habría calificado para entrar en la lista pues bajo su mando se acabaron ocho años de remiendos fallidos en la General Cañas, reforzó el paso elevado, construyó dos carriles adicionales y hasta le dio tiempo de inaugurarlo con nombre nuevo, Alfredo González Flores.
Pero su salida estrepitosa, envuelto en una denuncia por agresión, terminó de catapultarlo.
Entrevistado para este artículo, Villalta habló con cuidado, especialmente para proteger a sus tres hijos y no entorpecer su proceso legal. Reconoce que la noche previa a la denuncia, las cosas se salieron de control en su antigua casa, dijo palabras groseras y discutió con vehemencia con su esposa, pero sostiene que nunca le pegó. “Eso no es cierto”.
Esta es su versión de los hechos, un resumen de su gestión antes de “ese día” y lo que ha pasado en su vida en los últimos cinco meses. Se declara en reconstrucción y aún en proceso, apelando a sus conocimientos en ingeniería civil para trazar sus nuevos caminos y volcando la mirada a principios menos técnicos y sí más espirituales.
Tortillas de ingeniero.
El 25 de octubre pasado nos recibió en su apartamento, en Escazú. La cita se atrasó 40 minutos gracias a las desatendidas (e interminables) presas de la ruta 27. Tiempo suficiente para que Carlos Villalta aprovechara para sacar a relucir sus habilidades en la cocina: café y unas tortillas caseras perfectamente redondas, gracias a la tapa de la leche de fórmula de la menor de sus hijas, de 8 años.
En casi tres horas resumió sus 16 meses en el Ministerio de Obras Públicas y Transportes, el tiempo promedio que aguanta un ministro en esa cartera. La más resistente de los últimos tiempos fue Karla González, que se mantuvo en el cargo de mayo del 2006 a noviembre del 2009.
Villalta asumió una braza tras la salida de Carlos Segnini Villalobos, que resistió los primeros 20 meses, de la primera administración del PAC.
El abogado Segnini se fue tras el constante roce con diputados y sectores relacionados a la construcción de infraestructura pública, los que le reclamaron, constantemente, falta de agilidad a la hora de ejecutar proyectos.
El presidente de la República pidió que el sucesor viniera de algún sector dedicado a la construcción de infraestructura y así fue. Villalta llegó recomendado por una voz permanente en el Colegio Federado de Ingenieros y Arquitectos. Le precedían dos décadas de carrera, muchos de ellos vinculados indirectamente con el MOPT.
En tres lustros brindó asesorías al Ministerio y al Consejo Nacional de Vialidad, gracias a convenios de cooperación con el Laboratorio Nacional de Materiales y Modelos Estructurales de la UCR, y luego en la Unidad Ejecutora de un préstamo d el Banco Interamericano de Desarrollo para ampliar un tramo de la Interamericana Norte: Cañas -Liberia.
Sin embargo, su primer salario como funcionario público se lo ganó como ministro.
En todo este tiempo, destacó la compra de maquinaria para reactivar el brazo operativo del MOPT, que le permitió asfaltar viejas rutas de lastre en Sámara, Nosara o Los Santos, su proyecto inconcluso de reforzamiento y construcción de puentes y el arreglo definitivo de la platina.
El 12 de noviembre del 2016, cuando el presidente Luis Guillermo Solís advirtió que el ministro de Transportes tenía que renunciar, si la platina no estaba terminada en febrero del 2017, el primer sorprendido fue Villalta.
Más relajado y sin la espada de Damocles encima, el ahora exministro asegura que hubo un problema de comunicación cuando le indicaron al mandatario que la obra tenía que estar lista en un año (la orden de inicio se giró en febrero del 2016). Según su explicación, el plazo de un año se refería a días efectivos laborados y no a días calendario.
Esta situación los obligó, según reconoció, a reforzar las cuadrillas, sustituir al jefe de proyecto y ajustar tuercas donde se pudiera. A la postre, con un huracán de por medio y errores de diseño que se corrigieron sobre la marcha, el puente se estrenó el 24 de mayo.
Y hoy, en una sociedad que reclama más obra vial, este parece un hito insuperable… de apenas 161 metros.
La tarde en que los pilares cayeron.
Dos semanas después, Villalta organizó una carne asada en una propiedad que tiene en San José de la Montaña. Ese día invitó al presidente y a la primera dama, Mercedes Peñas, estaba su suegro, el hermano de su esposa, sus tres hijos y algunos amigos cercanos.
“Estuvimos compartiendo una tarde muy bonita. El presidente jugó basquetbol, departiendo con nosotros, yo tuve una tarde bastante ajetreada haciendo café para la gente, la pasamos muy bien”.
Horas más tarde, Villalta recibió una llamada de su esposa para que le llevara a los hijos a la casa de sus abuelitos maternos. Sin embargo, ellos no estaban, por lo que el ministro desvió su rumbo hasta su antigua casa.
“Yo entré y tuve una discusión con ella relacionada con nuestras diferencias, y sí fue una discusión que me llevó a mí a decirle palabras soeces. Entonces la reacción inicial de ella fue tomarme del cuello. Yo, en defensa propia la empujé y después hubo unos golpes de parte de ella hacia mí y yo, en un momento, la aparté tomándola del cuello. Ella subió inmediatamente al cuarto y se encerró en el baño, yo me despedí de mis hijos y me vine para la casa”.
Según su versión, llegó, lavó la hielera y se acostó.
“La sorpresa mía fue que en la madrugada, por lo general me levanto una o dos veces, tenía unos WhatsApp de mi hermano, me posteó algunas publicaciones que estaban circulando y ahí fue cuando me di cuenta que ella había ido a interponer una denuncia de violencia doméstica a los tribunales”.
Lo que sigue es conocido. El ministro aceptó una reunión de urgencia a primera hora de la mañana en la que participarían Mariano Figueres, director de la Dirección de Inteligencia y Seguridad; Sergio Alfaro, ministro de la Presidencia y el propio presidente Solís.
“(...) Yo les expliqué lo que había ocurrido. Y el presidente lo que me contó es que él estaba recibiendo mucha presión de parte de grupos feministas por la situación y que no veía otra alternativa más que yo presentara la renuncia. Igualmente yo le dije que consideraba que era lo más prudente para poderme dedicar a resolver mi situación familiar”.
A las 10 de la mañana del 12 de junio, Carlos Villalta Villegas había redactado su carta de renuncia, había ordenado su despacho y convocó a una conferencia de prensa.
“Lo que sí quiero manifestar es que yo nunca le pegué a ella, ni tampoco la traté de estrangular, como se mencionó. Eso no es cierto”, reiteró en octubre, sin vehemencia y sin levantar el tono de voz.
En retrospectiva, no le reprocha al mandatario que hablara “de la presión de los grupos feministas”, para él su salida era inevitable.
“Comprendí totalmente la posición del señor presidente, y era lo que correspondía hacer. (...) Lo que yo nunca pensé es que esta ley de violencia doméstica sea tan leonina. (...) Ahora tengo que decirlo públicamente, esa ley tiene muchas cosas malas que hay que ajustar. Porque usted es culpable, juzgado y condenado sin tener una prueba”.
Cinco meses después, su recuento incluye 23 kilos menos y más tiempo con sus hijos, lavar y secar la ropa y cocinar para su hija mayor, quien decidió vivir con él.
Trabaja dando consultorías para una empresa constructora “que nunca ha tenido contratos con la administración pública” y viaja a El Salvador, Nicaragua y Panamá para colaborar con una firma de ingeniería española que quiere hacer negocios en Centroamérica.
El resto del tiempo lee textos de autoayuda, reza el rosario todos los días, y cultiva ajíes y chiles rocotos que convierte en salsas picantes.
Acepta que el cargo de ministro se cruzó por su camino sin buscarlo. Hoy, volver es una pregunta sin respuesta.
“Tendría que analizarlo muy bien, dejé cosas inconclusas que me habría gustado completar”.