Celso Gamboa Sánchez podría ser un retrato de la clase media: terminó el colegio, U privada, buen trabajo, usó frenillos, dos matrimonios, tres hijos, dos hipotecas, surf en Jacó, concierto de Metallica, fútbol los domingos. Pero es un político que desfila por oficinas públicas y sonríe pegando los dientes frontales. Que celebra los triunfos de la Sele y sale en Informe Once junto a dos guardaespaldas. Hace unos años, empezó a usar el traje de administrador de la justicia, pero se le ensució recientemente.
Esta pudo haber sido la historia del abogado que llegó a la silla de la Sala Tercera en tiempo récord. O la del fiscal que en el 2010 anunciaba mano dura contra el narco en Limón. La del ministro de Seguridad galardonado como funcionario del año por la empresa privada en el 2015. Pero no. Celso Gamboa Sánchez es personaje del año por otras razones.
Este es el relato de un magistrado que lleva a cuestas cinco procesos disciplinarios en la Corte y seis denuncias penales por los supuestos delitos de abuso de autoridad, tráfico de influencias, incumplimiento de deberes, cohecho y prevaricato. Del juez suspendido de su cargo por tres meses.
"Denuncias inverosímiles con fines inexplicables”, les llama Gamboa, quien se encuentra atrincherado en su casa en Tres Ríos y esta vez no quiso posar frente a la cámara. Para esta historia, declinó ser entrevistado en persona.
Para él, lo que ha pasado en los últimos tres meses se llama el combo de la mala fe. Es algo así como un pantano de males al que cayó de repente; un lodazal turbio, del que intenta salir alzando su voz en defensa propia.
Una tormenta que no vio venir.
La profecía
Dato curioso: Para ser juez en Costa Rica hay que hacer un examen y someterse a un proceso de evaluación. En el 2004, Celso concursó para ser juez penal y obtuvo un 90 en el examen, pero no completó todas las evaluaciones. Doce años después, se postuló para magistrado. En la Asamblea Legislativa dijo que había pasado todas las pruebas para ser juez con nota de 10, pero que nunca había querido ejercer. 43 diputados lo eligieron como magistrado de la Sala Tercera.
Ese detalle, tal vez, era lo de menos. Su currículum incluía una trayectoria en el Poder Judicial que había iniciado en 1996 como conductor de detenidos y en la que había ido ascendiendo, hasta ocupar el cargo de fiscal adjunto.
Ese puesto lo llevó a Alajuela, Cartago, San José y finalmente a Limón, la provincia en la que hizo familia y frecuenta los domingos cuando juega el Limón FC. Allí se convirtió en el fiscal mediático, que salía en la tele a hablar del combate al crimen organizado.
Desde el Caribe, vendría el salto a las aguas políticas de Zapote. En el 2011, fue llamado para desempeñarse como viceministro de Seguridad en la administración de Laura Chinchilla y en el 2013, lo nombraron jefe de la Dirección de Inteligencia y Seguridad (DIS). Con el cambio de gobierno, Luis Guillermo Solís lo designó ministro de Seguridad, pero en el 2015, Gamboa dejó Casa Presidencial para ser la mano derecha del ahora exfiscal general Jorge Chavarría.
Después, vendría la designación como magistrado, con la que Gamboa alcanzaba la cúspide de su carrera profesional, a sus 39 años.
Así, el 22 de febrero de 2016, la Corte Plena inició su sesión semanal con un nuevo miembro en la familia. Durante varios minutos, los magistrados presentes dieron la bienvenida al primer fiscal en ocupar una silla de alto juez, lo llenaron de cumplidos, le recordaron su trayectoria por diferentes puestos del sector público, aludieron a su familia de servidores judiciales y le desearon lo mejor. “Ya lo esperábamos desde tiempo atrás”, le dijo Carlos Chinchilla, quien ahora preside la Corte.
Entre todos los mensajes, destacó uno. Con un aire paternal, de quien ya recorrió camino en la Corte, el magistrado de la Sala Constitucional, Fernando Cruz, predijo, sin saberlo, lo que pasaría casi 20 meses después:
“Le quería decir que disfrute este momento tan agradable, esos apoyos que usted recibió a veces vuelan y se van, esos apoyos en política probablemente valen lo que una marqueta de hielo a medio día y duele decir que en política ni siquiera amistades hay. Así es que disfrute el momento porque le dieron un apoyo muy significativo, pero ese respaldo probablemente por distintas decisiones que usted vaya adoptando, se puede ir socavando”.
Celso escuchó uno a uno los mensajes y dio las gracias.
La primera piedra
A mediados del 2017 el caso del cemento chino había poblado titulares y protagonizado la cobertura noticiosa. En agosto, en la lista de involucrados figuraban el empresario importador de cemento Juan Carlos Bolaños, directivos del Banco de Costa Rica y el gerente general del banco Mario Barrenechea, quien había sido suspendido de su cargo.
También se habían mencionado los nombres de los diputados Víctor Morales Zapata y Otto Guevara. En el Congreso se abrió una comisión especial a fin de investigar los créditos del Banco de Costa Rica (BCR) para importar cemento.
Hasta entonces, el caso había sacudido Casa Presidencial, el BCR, la Asamblea Legislativa y la Fiscalía General. Pero el 31 de agosto, un nuevo nombre salió a colación.
Ese día, durante el programa de radio Hablando Claro, la periodista Vilma Ibarra estaba entrevistando al diputado Ottón Solís sobre el caso:
Vilma Ibarra: -Creo que el Fiscal General tendría que explicar si es cierto o no que un magistrado de la Corte Suprema de Justicia acompañó a don Juan Carlos Bolaños a la Fiscalía General de la República a las indagatorias preliminares que no dieron pie a ninguna investigación…
Ottón Solís: - Pues eso yo no lo sabía.
Vilma Ibarra: -Sí, se lo comento don Ottón, si le parece vamos a una pausa nuevamente.
Ottón Solís: -¿Es Celso Gamboa el que lo acompañó?
Celso Gamboa, estaba oyendo el programa de radio y le escribió un mensaje a Ibarra, quien lo leyó al aire:
“Me permito señalar de parte de don Celso Gamboa, que él no fue quien acompañó a don Juan Carlos Bolaños a ninguna audiencia. Gracias por su audiencia don Celso, ya quedó aclarado. Si un magistrado fue, fue otro, ya sabremos por qué dicen que entre cielo y tierra no hay nada oculto”.
Pero el nombre del magistrado quedó picando en el área. Días más tarde, el Semanario Universidad y CrHoy revelaron que Gamboa había coincidido en un viaje a Panamá con el empresario Bolaños y también en una visita a la Fiscalía.
Esa fue la primera piedra. Y Gamboa se tropezó.
Ottón admitiría luego a este medio, que mencionó a Celso en el programa porque ya se habían despertado dudas en su contra. “Me habían dicho que tenía relación con Juan Carlos Bolaños y una prueba era que lo habían visto haciendo una diligencia. Y siendo magistrado eso es una anormalidad terrible. No era normal y le puse atención al tema”, dijo el diputado en una entrevista que concedió en su oficina.
La batalla
Después de esas revelaciones vendrían otras, que dieron origen a una especie de batalla entre los medios, y celsogamboa.com, sitio que estrenó el magistrado para defenderse de las acusaciones que venían de diversos frentes. Esa ha sido casi la única vitrina pública a la que sale a hablar para defenderse, y en contadas ocasiones ha querido ser entrevistado.
La estrategia, ha sido dejar que el golpe caiga, escribir en el sitio web y pagar publicidad para promocionar sus artículos en redes.
“Resulta que se me endilga sin fundamento el ser miembro de una red de créditos bancarios que está siendo investigada, adjudicaciones de obras públicas, importaciones de cementos, viajes en jet privado, helicopterazos y cementazos ¿Pruebas? Ninguna”, escribió Gamboa en su debut como bloguero.
A lo anterior agregó que se le quería convertir en el enemigo público de la nación por conocer a Juan Carlos Bolaños. “No hago negocios, hago justicia”, escribió.
Y así sobrevivió a varios golpes, hasta que el 18 de octubre, se reveló que los tiquetes del viaje a Panamá de Juan Carlos Bolaños y Celso Gamboa se habían comprado con la misma tarjeta de crédito.
Esa fue la chispa que provocó fuego en Corte Plena. En una jornada maratónica que se extendió al filo de la medianoche, 21 magistrados acordaron, por unanimidad, suspender por tres meses al magistrado penal, mientras se investigaban sus supuestos vínculos con Bolaños. Muchos de esos jueces, habían sido los mismos que meses atrás le habían enumerado sus virtudes y deseado suerte.
Ardió la silla y Celso tuvo que vaciar su oficina.
Después, vendría la comparecencia en la Asamblea Legislativa del 24 de octubre, para que explicara sobre su viaje a Panamá y otros cuestionamientos.
Esa noche Celso llegó con corbata amarilla, acompañado por su abogada y hermana, Natalia Gamboa Sánchez. Levantó la mano derecha y juró que diría la verdad. El magistrado jugó la carta de esposo arrepentido, del mártir de lo que Ottón llamó, pasiones clandestinas.
“Fue un viaje íntimo, privado. Yo estaba bajo mucha presión, estaba en un momento matrimonial no muy apto y también estaba con algunos excesos en algunos temas. Ya hoy son parte del pasado. (...) Estoy en un proceso de sanación de mi matrimonio, muy penoso, muy vergonzoso, un acto del cual me arrepiento, he fallado como hombre, pero no he fallado en mi probidad como funcionario”, dijo el magistrado ese día, negando que hubiera viajado junto a Bolaños.
Los diputados siguieron preguntando. Celso respondió, pero no logró convencerlos.
“Quiero recordarle que usted cuando vino a la Comisión Permanente Especial de Nombramientos, como aspirante a la magistratura, indicó que el Poder Judicial necesitaba credibilidad, requería de personas probas, que eso generaría tranquilidad en la población y que esa tranquilidad era fundamental para nuestro Estado democrático. Quiero manifestarle con toda sinceridad que usted ha contribuido muy poco a eso que declaró en la Comisión Permanente Especial de Nombramientos, don Celso”, le dijo Patricia Mora.
“Le repito, don Celso, usted está bajo juramento y aquí ha desmentido o ha procurado desmentir al exembajador, a los fiscales, a los fiscales adjuntos”, le reclamó Sandra Pizsk.
“Ese es el problema con usted. Don Celso, no he visto una persona que mienta más repetidamente para todos los fines. Por eso no se le puede creer nada”, sentenció Ottón Solís.
La lista de denuncias se fue ampliando con el paso de los días: habría ayudado a Johnny Araya a que borraran su nombre de un expediente judicial; intervenido en diligencias judiciales contra alcaldes del PLN; asumido un recurso de casación sobre el Movimiento Libertario cuando no le correspondía. Muchas de esas están en investigación.
El magistrado se refugia, escribe y envía recursos a la Sala Constitucional. Arremete contra Ottón, los medios, el mismo Poder Judicial. Uno contra todos.
La isla
Celso tiene muchas fotos con políticos. Ha acompañado de fiesta a Laura Chinchilla; ha ido al estadio con el ministro de Seguridad, Gustavo Mata; se le ha visto en el palco al lado de Óscar Arias; es casi un hijo del exfiscal general Jorge Chavarría, su madre es ministra de Justicia. Celebró con Carlos Chinchilla su designación como presidente de la Corte, al lado de diputados del PLN. Fue al cumpleaños de Ronny Monge, junto a Otto Guevara y Franklin Corella. En todas esas fotos sale sonriendo, mimetizándose como uno más.
En Twitter, solía etiquetar a Abelino Esquivel cuando estaba en un partido de Limón FC; a Mario Redondo cuando visitaba el Fello Meza; al embajador de la Unión Europea y al de los Estados Unidos, cuando publicaba sobre actividades oficiales.
Cualquiera le envidiaría esa habilidad de tejer contactos en esferas inalcanzables para muchos. La capacidad de tener aliados VIP y palmadas en la espalda de representantes de tres poderes de la República; de posar al lado de policías, entrenadores de fútbol y expresidentes; de llegar a la cúspide antes de los 40.
Pero, después del cataclismo mediático de setiembre, las manos se convirtieron en espaldas, en silencios prolongados como el suyo. Carlos Chinchilla dijo en una entrevista que nunca fueron amigos, olvidando aquel discurso de bienvenida a la Corte donde le hablaba como colega orgulloso. Su madre, la ministra de Justicia, tampoco quiso hablar de su hijo; Laura Chinchilla, guardó silencio. El actual ministro de Seguridad y gran amigo Gustavo Mata, tampoco atendió el llamado. Nadie quiere hablar de Celso, todos se distancian y evaden cualquier pasado que involucre sonrisas con quien fuera alguna vez el funcionario estrella.
“En política los afectos y los apoyos son como amor de quinceañero”, dijo una vez el magistrado Fernando Cruz. Tenía razón.