Eugenia Cartín, de 72 años, creció en un ambiente tranquilo y verde en Los Yoses, junto a dos hermanos, un papá médico y una mamá ama de casa. “En aquel tiempo, no era bien visto que las mujeres trabajaran”, recuerda Cartín, quien aún vive en el mismo barrio, pero en una casa distinta que alquila desde hace 30 años.
Desde joven, comenzó a trabajar como secretaria bilingüe en una compañía farmacéutica de EE. UU.. Así logró viajar a California, donde vivió dos años. En sus ratos libres hacía traducciones; ahora es el oficio al que se dedica 24/7.
Para abril del 2017, doña Eugenia era una persona común y corriente, vivía feliz en su anonimato, hasta que de mano en mano, de teléfono en teléfono, y de WhatsApp en WhatsApp, empezó a circular un audio de una llamada que hizo a la línea de servicio al cliente de la empresa Tigo.
En la grabación, Cartín se escucha molesta, frustrada y desesperada porque llevaba más de tres días lidiando con el joven operador por lo que calificó como un pésimo servicio de Internet en su hogar, del cual depende para cumplir con las entregas que le exige su oficio.
En la conversación, ella habla, grita, insulta y se disculpa con el agente por su tono y vocabulario pasado de tono; pero explica que ella funciona así porque está “tra-ba-jan-do... tra-ba-jan-do”, una palabra que la hizo célebre.
Desde el incidente, miles de personas decidieron que estaba bien hacer mofa de Cartín, sin pensar por un segundo en las consecuencias que le traería esto a la vida de una persona ordinaria; como usted y como yo.
Por meses, la furia que expresó la señora contra Tigo se convirtió en el gancho perfecto de medios y humoristas para atrapar likes, y seguidores. Hasta el comediante nacional Yiyo Alfaro se apropió de la situación para crear un video en el que imita la llamada.
Mientras doña Eugenia era carne de cañón de memes y chistes, casi nadie reparaba en que un audio entre una empresa de telecomunicaciones y una clienta, una conversación privada, se había filtrado indebidamente al público y lo que es peor, con señas de dónde reside, qué hace y hasta un dato riesgoso: que vive sola. “Estuve casada en dos ocasiones con la misma persona, pero no funcionó. No, no tengo hijos; quería, pero Dios no quiso que los tuviera”. Según el artículo 24 de la Constitución Política, son inviolables los documentos privados y las comunicaciones escritas y orales de los habitantes de la República. En el audio también se reveló su número telefónico particular.
“La gente me sigue llamando para molestar. Hay un número que no falla, y cuando hablan, alguien hace voz de chiquita. Hasta me han llamado a las dos de la madrugada para ponerme el audio de abril”, cuenta doña Eugenia, quien en la oficina de su armonioso hogar encontró un refugio.
Cuando se le pregunta cómo ha seguido su clientela, traga grueso y llora. “Ha bajado mucho, se han ido a la competencia. Cuando decidí independizarme, hace muchos años, tenía apenas dos clientes. Y con el tiempo me comenzó a ir muy bien. Pero ahora, hay semanas que con costos saco ¢10.000. Ha sido un año que no se lo deseo ni a mi peor enemigo”, asegura. Para defender su honor, Cartín demandó a Tigo Costa Rica por $500.000, por “el daño moral y perjuicios ocasionados a su imagen”. Ahora, la firma –que no admitió alguna responsabilidad en la filtración del audio– deberá enfrentar en un juzgado civil la acusación.
“Es que me pintaron como una loca. Y yo no soy esa persona. No soy la bondad personificada, pero nadie lo es”.
Doña Eugenia tampoco es un ser frágil. A sus 72 años mantiene una mente lúcida y brillante en la que archiva más de 50 años de textos traducidos Cuando no trabaja, sale a caminar por su querido barrio, o a tomar café con las amigas del colegio.
Su casa mantiene la serenidad de un templo, la luz entra amarilla por algunos rincones, y las paredes ya están decoradas por santas y trineos. Doña Eugenia trabaja en una oficina espaciosa, rodeada por libros y diccionarios. Tiene mesas en donde ordena con obsesión las hojas y archivos de sus clientes. La disciplina y el respeto por el material ajeno son los dos fuertes de Cartín como traductora.
Cada tanto, se acerca al Organismo de Investigación Judicial (OIJ) para poner una denuncia sobre un nuevo ‘meme’ que encuentra a través de amistades que la alertan. Cartín no nació en la era digital, y todo esto es tan nuevo para ella como desconcertante. “Se han burlado hasta más no poder; hasta con la Selección Nacional y yo de fútbol sé absolutamente nada”.
Realmente, nadie sabe de dónde provenía la ira de doña Eugenia aquel abril; nadie conoce a la señora enojada de 72 años que se enfrentó a gritos con el operador telefónico de Tigo y le dijo de todo para obtener el servicio de Internet que le permite conectarse con sus clientes...
Doña Eugenia habla fuerte cuando se molesta, y no teme levantar la voz cuando tiene que ser escuchada. Acepta que nunca quiso llegar a tal grado de ira, pero así se sentía.
Cartín se mantiene positiva y no teme salir a la calle. “Tengo mi conciencia tranquila”, dice. Pero además, mantiene en su tarjeta de presentación, el valor más preciado con el que trabaja y conduce su vida. Lo tiene escrito en letras cursivas: “Confidencialidad garantizada”.