Melina de los Ángeles Montero Navarro tenía 26 años de edad y 5 de estar casada con Yamil Hernández, originario de Nicaragua. Ambos tenían tres hijos: María Celeste de tres años, María de los Ángeles de cinco, y Sebastián, de dos meses.
Melina tenía también un supuesto trauma posparto, el cual nunca fue diagnosticado oficialmente. Sus vecinos notaban algo extraño en ella. Después de la tragedia, la investigación supuso que fue la depresión la causante de sus actos. Las razones que la llevaron a cometer el crimen (y su propio suicidio, también por envenenamiento) quedaron por siempre en el misterio. Pero sus actos no. Montero envenenó a su esposo y a sus tres hijos la mañana del sábado 6 de febrero de 2010.
Melina ingirió también una sustancia tóxica, y luego le prendió fuego a su casa, que se quemó parcialmente. Los menores aparecieron con tacos de algodón en las fosas nasales y espuma en sus bocas.
Las niñas yacían juntas en el sillón de la sala, bien cobijadas. El bebé, apareció también cuidadosamente abrigado pero en un coche, en un cuarto de la planta alta de la casa, junto a su padre.
Una vez que la tragedia acabó, le preguntaron a una tía por la situación del matrimonio con el fin de atar cabos. La tía respondió que “Era una buena pareja, nunca supe que se pelearan. Ella siempre fue cariñosa con él, lo llamaba a cada ratito cuando salía para ver cómo estaba todo”.
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