Durante seis días de 1975, el país estuvo en vilo por un secuestro que, más de 40 años después, sigue siendo recordado por muchos. Si bien no fue el primer secuestro en la historia del país (el primer plagio registrado fue a Cuco Arrieta, en 1971, como se reseña en la página anexa), en esta ocasión el hecho de que se tratara de una niña de nueve años impactó profundamente a la sociedad tica.
Por eso aún hoy el nombre de Yorleny Castro Sequeira viene fácil a la mente de las generaciones de entonces. A pesar de los temores y del gran sufrimiento porque la mayoría de gente se temía lo peor, Yorleny fue liberada, sana y salva, y sus captores no le hicieron daño.
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Según las reseñas de La Nación , Yorleny fue liberada por sus secuestradores tras seis días de cautiverio. Aquel 27 de junio, fue interceptada por desconocidos que la introdujeron en un carro cuando iba a las 7:30 a. m. hacia la escuela México, a escasos 200 metros de su casa, en barrio Aranjuez.
Su nombre, Yorleny, y la angustia pública por su suerte, pasó de boca en boca.
Una casa, detrás del estadio Eladio Rosabal Cordero, en Heredia, sirvió de guarida a los delincuentes que le dictaban a ella cartas dirigidas a su padre y le pedían tres millones de colones a cambio de liberarla.
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Los días se la pasaba jugando cartas y juegos de mesa con un enmascarado que se encargaba de cuidarla día y noche. Los secuestradores la consolaban diciendo que ahorita la iban a llevar a la casa, la alimentaban con galletas y jugos de frutas enlatados.
El caso paralizó al país y finalmente, los secuestradores –se dijo que en mucho, asustados por el tenor que había tomado su delito– decidieron liberarla. La policía involucró entre sus captores a delincuentes habituales de la época, como Félix María Araya, “Gato Félix” y Luis Roberto Sandí, el “Macho Rapso”, junto con el colombiano Luis Eduardo Atertúa. Los tres fueron condenados a ocho años de cárcel por el hecho.