Río Jiménez, Guácimo. Rafael Antonio Ugalde, el esposo y padre de una mujer y una niña secuestradas el miércoles aquí, sostuvo ayer una extensa reunión con oficiales del Organismo de Investigación Judicial (OIJ) de Pococí.
El encuentro se registró entre la 1 p. m. y las 3:42 p. m., sin que fuera posible conocer detalles de lo conversado entre el familiar de las víctimas y las autoridades.
Ugalde no quiso brindar declaraciones y se retiró a bordo de uno de sus vehículos, todo terreno, a gran velocidad hacia un hotel ubicado en el centro de Guápiles.
Poco después de la reunión aterrizó en la pista del aeropuerto de Guápiles una avioneta de Vigilancia Aérea del Ministerio de Seguridad Pública con varios agentes judiciales.
Aunque las autoridades no permitieron el acceso de la prensa, se observó a una mujer, de contextura mediana, abordar la aeronave con ayuda de otra, pero nadie quiso revelar sus identidades. La avioneta alzó vuelo poco después para regresar a San José.
La Nación intentó hablar con el director del OIJ, Jorge Rojas, pero no contestó su teléfono celular. En la Delegación de ese cuerpo policial en Pococí dijeron “no estar autorizados” para hablar del tema.
Versiones extraoficiales que circularon anoche en esta comunidad de parte de allegados a la familia afectada indicaban que Sonia Cordero y su hija Mónica Ugalde “se encuentran en buenas condiciones de salud” .
Las autoridades judiciales mantenían anoche un operativo mediante el cual confiaban liberar a Sonia Cordero Delgado, de 31 años, y a su hija Mónica Ugalde Cordero, de 7, secuestradas por tres encapuchados, quienes llegaron armados con ametralladoras.
El padre y abuelo de las rehenes, José Joaquín Cordero, hizo entre lágrimas un vehemente llamado a los secuestradores para que “se comuniquen y arreglemos esto”.
Con la voz entrecortada por el llanto, el hombre leyó, a la 1 p. m. de ayer, un mensaje dirigido a los plagiarios que poco antes escribió de su puño y letra.
“Por favor, toquen sus corazones y analicen lo que están haciendo”, exclamó Cordero.
“Las amo, la Virgen de los Ángeles y Jesucristo me las cuide”, añadió antes de retirarse hacia su casa sin dejar de llorar.