“Un día decidí: ya no más; yo ya quiero salirme de esto..., y hasta la fecha”.
Así narró Martha Eugenia Méndez Castillo, de 30 años, el momento en el cual decidió abandonar la banda de los Chapulines.
“Yo me di cuenta de que estaba haciendo pasar a mis papás preocupaciones, trasnochadas..., y todo lo que uno ve que le pasa a los muchachos y muchachas.
“Sinceramente, como dice uno popularmente, los golpes crean chichotas, y yo anduve ahí mucho tiempo. Vi tantos espejos, que dije: Ya no más”, narró esta mujer madre de tres hijos.
Martha Méndez vive en una casa que alquila en Concepción de Alajuelita y se dedica a la venta de lotería en la capital. Recordó, el viernes anterior, los dos años que vivió en las calles josefinas.
Hacer lo que quería
“¿Que por qué me fui de la casa? Diay, uno busca esa libertad porque uno, la mayoría de las veces, no la tiene. Los papás de uno no lo van a dejar que uno haga lo que quiera. Entonces me fui de la casa.
“Podía tener unos 13 ó 14 años, más o menos. Yo en mi caso vivía en un hotel. Vivía sola.
“Éramos un grupo de amigos que queríamos libertad. No todos eran pobres; había uno que los papás tenían unas tiendas”.
“Ahí nos juntábamos en grupo en el parque Central. Me acuerdo de casi todos: Alumina , Minino , Aníbal, William, Colochos , el Negro Pana , Javier, Gerald...
“Anduve como de los 14 a los 16 años, o sea, en plena adolescencia. En ese tiempo, digamos, uno salía del hotel. Sabía dónde reunirse más o menos con cierto tipo de personas. Se dice que eran 100 o más, pero todos juntos no salían.
“Salía un grupo por un lado y otros por otro. Yo de lo que sobreviví era de lo mismo que lograba ganarme durante el día.
“Bueno, lo que uno se dedicaba era a reventar cadenas”, recordó.
Golpe al corazón
Méndez llegó hasta tercer grado de la escuela y nunca más volvió a estudiar. Ahora ansía heredar a sus hijos una casa propia.
Sin embargo, dijo: “Pero ¡qué va!: con lo que gano solo me alcanza para pagar el alquiler, la comida y la luz. Va uno a pedir un bono y le piden que tenga lote: ¿cuándo podré comprar un lote?”.
Durante su narración recordó que en aquellos años perdió a su novio ( Colochos ) y ocurrió el asesinato de uno de sus amigos (Lee Malcom).
“Probé las drogas. Probé el guaro, que fue el que me amarró un poco más. Probé el cemento, el crack , y ninguno me gustó”, manifestó.
Martha Méndez añade que, aunque supo del programa de rehabilitación para los muchachos, ella no quiso ir porque sintió que era quitarle el campo a otro que sí lo necesitaba.