Las bolsas plásticas con restos humanos que la Policía Judicial encontró este martes en un guindo cerca del túnel Zurquí, en la ruta 32, contenían tres cuerpos que fueron descuartizados.
En total, los agentes hallaron cinco bultos. En tres de ellos estaban solo los troncos, mientras que en los otros dos estaban las extremidades. Aún no han sido localizadas las cabezas, indicó Álvaro González, jefe de la sección de Homidicios del Organismo de Investigación Judicial (OIJ).
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Los restos fueron remitidos este mismo martes a la Medicatura Forense, sin manipularlos en exceso, para no perder evidencia. "Solo hablamos del tronco, sin extremidades y sin cabeza. Un investigador no puede manipular esa bolsa con detalle, incluso hasta el nudo no se manipula", comentó González.
El funcionario explicó que el hallazgo lo hicieron gracias a una llamada confidencial que recibieron, en la cual también se dijo que esos cuerpos podrían corresponder a tres hombres que vivían en una casa en el barrio La Flor, en el Alto de Guadalupe, en San José.
Por esa razón, este miércoles, a las 11 a. m. el OIJ allanó dicha vivienda en búsqueda de evidencia.
"Tenemos resguardada una casa en Guadalupe, donde cabe la posibilidad que estas personas hayan residido. Solo eso podemos decir, pues esa vivienda es propiedad de otra persona, solo vivían ahí", manifestó González.
El jefe de Homicidios no adelantó si se trata de una disputa entre grupos delincuenciales, aunque da pistas sobre las intenciones de los asesinos.
"Hay un intención homicida de no dejar rastros y por eso los descuartizaron. Esto habla de un modo de operar de determinada organización criminal, podríamos hablar de un ajusticiamiento", añadió.
Los cuerpos serán analizados por patólogos y así determinar el arma cortante con qué pudieron haber sido desmembrados.
Vecinos intimidados
Aunque las pesquisas continúan, en el Alto de Guadalupe los vecinos especulan que las víctimas corresponden con los tres hombres que recién se habían mudado a una vivienda en barrio La Flor.
Un vecino de esa casa, quien prefirió no ser identificado, comentó que los individuos tenían al menos un mes de haberse pasado a esa casa y eran problemáticos, pues hacían escándalo con sus motocicletas en horas de la noche y madrugada, pero no les decían nada porque intimidaban.
"Nadie los conocía, ellos pasaban ahí arreglando las motos y tenían un perro negro. Uno de ellos se veía como de 35 años, siempre andaba en camiseta y con tatuajes. Eran muy pintas", comentó el vecino.
Él manifestó que desde el sábado pasado dejaron de verlos.
Otra vecina indicó que varias noches observó un vehículo color gris que llegaba y se iba a los pocos minutos. "Todo el tiempo pasaba alquilándose esa casa, nunca hablé con ellos, me daban mala espina", dijo a La Nación.
Este diario contactó al dueño de la vivienda, un hombre de apellido Vargas, quien aseveró que el alquiler de esa casa lo manejaba su sobrino, pero no dio mayor detalle por recomendación de la Policía Judicial.
El OIJ llevó al inmueble al perro Aquiles, especialista en el rastreo de sangre, para buscar más pistas sobre el asesinato.